El secretario de Estado Marco Rubio es hijo de migrantes cubanos que llegaron a Estados Unidos como resultado de su huída de la dictadura castrista. Nacido y formado en Florida, hijo de una empleada doméstica, e imbuido con fuertes valores conservadores cercanos al reaganismo, el alto funcionario ha sido un crítico del régimen que impera en la isla, así como de todos los gobiernos populistas que azotan la región.

Rubio es un bilingüe natural. En sus propias palabras, se hablaba español en casa y su abuelo leía las noticias en ese idioma. Sin embargo, fue capaz de adaptarse al modo de vida estadounidense y se sumó a las filas del Partido Republicano a temprana edad.

En el contexto de un debate en las primarias republicanas de 2016, el candidato Donald Trump le recriminó a Rubio que hablase español en las campañas. “Este es un país donde se habla inglés, no español” - dijo Trump. En otro momento, el texano Ted Cruz, que también habla castellano con fluidez pero sin la naturalidad de Rubio, le acusó de enviar mensajes discordantes frente a los públicos sajones y latinos.

Según Cruz, Rubio cambiaba de tono político en sus entrevistas en español en Univisión en relación con sus comentarios frente a cadenas de televisión de habla inglesa.

Rubio sueña con ser presidente de Estados Unidos. Sería, llegado el caso, el primer mandatario de origen latino y es quien hoy se encuentra más cerca de la Oficina Oval. Lo buscará de nuevo. Sin embrago, deberá batir al heredero natural del trumpismo: el vicepresidente JD Vance.

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Rubio no es trumpista, y tal vez los repudie. A diferencia del presidente, el ex senador de Florida abraza los postulados más clásicos del Partido Republicano, tales como la libre empresa, la reducción del tamaño del Estado y la disminución de impuestos. Es un Reagan moderno que habla español.

¿Un presidente Rubio resultaría conveniente para hacer frente a los desafíos internos e internacionales que hoy amenazan a Estados Unidos? Es materia de otro debate.

La reciente visita a México del secretario Rubio ha sido destacada no tanto por los acuerdos alcanzados con la presidenta Sheinbaum, pues no hubo firmas de entendimiento, sino por el simbolismo de escuchar a un secretario de Estado expresar cada palabra en español, en un digno signo de cortesía frente al gobierno mexicano, a pesar del nativismo sajón promovido por Trump en Washington.