I. Aspectos generales del fenómeno

Que Luis Miguel le cae mal, le “caga” a muchos, es verdad; que desagrada su canto, voz y estilo a otros, también. Pero al mismo tiempo hay cientos de miles que piensan lo contrario “lo aman” (hoy que se “ama” a todo, desde las piedras a las tortugas), pagan lo que sea, hacen esfuerzos más allá de lo normal para conseguir verlo, y compran su música aunque esta sea gratis en redes y en el ambiente, incluso como contaminación auditiva.

A mí me da igual. Hay demasiadas cosas que ver, escuchar, atender y aprender como para estar pensando en las giras, los discos y la biografía del personaje, porque eso es: un personaje que va más allá de su profesión. No obstante, existen elementos objetivos en torno a esta persona de nuestro tiempo mexicano que hay que reconocer incluso tan solo porque alcanzan a exhibirse de manera exponencial en los medios, como ruido ambiental si se quiere; en el transporte público, en la casa de las amistades o familiares, en la del vecino, en antros…

Y he de mencionarlas aquí ya que el director de SDPnoticias, Federico Arreola, me lo ha sugerido en un tuit: “¿Qué tan buen cantante es Luis Miguel? A mí no me gusta. Pero no soy experto. Ojalá el tenor @NietzscheAristo responda esa pregunta en un artículo”; y no me parece mal, pues de hecho tengo ciertas consideraciones al respecto. Algunas son genéricas y hasta obvias. Pocas más, de apreciación técnica y de observación especializada, las dejo para el final. Así que si desea el lector, puede saltar hasta ellas evitando la generalidad que sigue.

Luis Miguel:

Es buen o mal cantante. Si nos atuviéramos a criterios teóricos sobre el oyente y el consumidor de música como los argumentados por el pensador Theodor Adorno en Introducción a la sociología de la música –que van del rango del oyente ideal o estructural hasta el resentido o entretenido-, tendríamos que discutir con seriedad y ampliamente lo que significa ser buen cantante; bueno, de todas maneras Adorno fue acusado de “mamón musical”. Pero confiando en el juicio del sentido común, y atenidos al tiempo presente, se puede afirmar que Luis Miguel es buen cantante, pues desempeña con capacidad profesional un repertorio amplio que ejecuta sin mayor problema en el escenario. Y como solo canta canciones, quizá sea mejor decir que es un buen cancionero.

Tiene buena voz o es común. Para la música popular y comercial en que se desenvuelve, posee una voz superior a la del promedio de los cantantes o cancioneros mexicanos. Mejor, ¿en qué sentido? Primero, un amplio registro vocal, que en la ópera equivaldría a lo que se llama un “Tenore di grazia” o Tenor lirico ligero, con gran facilidad para la tesitura aguda. Si cantara ópera, se movería en el ámbito de Juan Diego Flores o Javier Camarena; o dos clásicos, Tito Schipa y Rockwell Blake. Posee un timbre agradable, maneja diversos recursos técnicos como voz de pecho, falsete, resonadores frontales y demás trucos del canto popular comercial. Y hay que decirlo, su voz está básicamente apoyada en el aire, no en los músculos de la garganta, como en muchos cantantes, y su fonación y articulación son claras.

Interpretación y estilo. Ha logrado lo que se considera un “sello personal” afianzado precisamente en las características de su voz y el manejo de una variedad de trucos del canto comercial. Es fácilmente identificable. Su repertorio tanto personal como el de “covers” (boleros, rancheras) ha contribuido a ese estilo. Y si gusta o no es intrascendente, como señala Adorno en relación a las canciones de moda que aplica asimismo para los cantantes ídem: “que nos guste o no es casi lo mismo que el hecho de reconocerla y ambas cosas suceden paralelamente. La conducta valorativa se ha convertido en una ficción para quien se encuentra rodeado de mercancías musicales estandarizadas”.

Entre el amor y la cagada. Y así como tiene miles de fanáticos que no cuestionan nada, que “lo aman”, que sólo disfrutan con sus sentidos y emociones (y su biología, diría algún antiguo profesor) produce también, si no detractores, sí gente a quienes les “caga”. Las razones, varias. Por ejemplo, hay cierto aire si no de arrogancia sí de soberbia, de suficiencia porque el individuo -dentro del mundo creado para sí- es capaz de hacer y deshacer casi lo que quiera en el escenario; tiene plena conciencia de ello y lo usa a placer. Porque hace alarde de sus capacidades al momento de estar frente al público; que no espera menos. Porque hay quienes prefieran los boleros cantados por los tríos o ciertos cantantes del pasado y Luis Miguel ha creado versiones que chocan a ese gusto original; cuando se suponía que el bolero estaba interpretado de una vez y para siempre. Recuerdo a mi padre, por ejemplo, cuando escuchó “No me platiques más”, de Vicente Garrido, cantada por José José. Su disgusto fue definitivo, pues prefería la grabación de algún trío; ya no pude atestiguar su reacción ante la versión de Luis Miguel. Lo cierto es que yo prefiero la del mejor bolerista mexicano, Pedro Infante.

Entre los “cagados” por Luis Miguel está otro ser que poco me importa, pero me llamó la atención leer, en SDPnoticias, que Pedro Sola, conductor de televisión, señalaba con voz apagada para que se supiera casi en secreto, que el cantante en cuestión “le caga”; y decía más o menos sus razones para tal biología. En eso estaba mientras repasaba al filósofo Adorno citando la ironía de Platón sobre la música; no pude evitar una leve sonrisa: “Tampoco faltan las observaciones gruñonas y sentimentales que consideran el estado de masas musical del presente una ‘degeneración’. El más tenaz de estos motivos es el de la estimulación de los sentidos que provocaría el afeminamiento e inhabilitaría la actitud heroica. Esto se halla ya… en La República, de Platón, en el cual se desaprueban las tonalidades ‘quejumbrosas’ e igualmente ‘femeninas’ apropiadas para una juerga’”.

II. Fisiología; aciertos técnicos y artísticos

Una vez establecida la generalidad hay que agregar lo sustancial. Primero: Luis Miguel nació, más que con una voz afortunada, con una estructura ósea craneal afortunada (entre redonda y cuadrada, no alargada, al parecer herencia materna), que posibilita una articulación mandibular, una función fisiológica que facilita el canto y las palabras (es la posición que más o menos tuvo Juan Gabriel joven, que cantó muy bien); imaginen el cráneo descarnado al momento en que canta y verán cómo se articula. Segundo: Nació con una voz de amplio registro, sobre todo hacia el agudo que, además, aprendió a apoyar en el aire, en el diafragma, y a mantener así lo que se llama una “posición alta” de la voz. Tercero: Él mismo o quien lo haya guiado desde la infancia –no parece tener maestro de canto; salvo los consejos de su padre, supongo, que tendía a un canto agudo también-, tuvieron el instinto o el acierto de no modificar, “mejorar”, enseñar alternativas vocales a la natural, de rechazar cualquier modificación; de echarlo a perder, pues, como infinidad de veces hacen los maestros de canto inapropiados.

De ahí que las mejores habilidades y virtudes vocales de Luis Miguel se aprecian en/desde su infancia. Veamos esa estructura natural a los oídos de otros dos niños cantantes: el mexicano “Pedrito” Fernández y el español “Joselito”, que lo hicieron relativamente bien en la infancia pero de adultos perdieron la gracia del canto y casi pierden la voz (como sucede como muchos “niños cantantes”; y muchos adultos también), pues no tuvieron un entrenamiento adecuado a la transición niño-adulto ni fueron prodigados por una naturaleza no distorsionada por “maestros”, como en el caso de Luis Miguel. Este ha preservado básicamente, como adulto, las aptitudes de que la naturaleza le proveyó. Tuvo fortuna biológica, instinto, experiencia musical temprana que acumuló como aprendizaje que hoy, guste o no guste (es lo de menos siguiendo los criterios de Adorno; o no), irregular la línea musical o no, continúa ofreciendo en el escenario. Ese es su éxito.

Y esta es la prueba de lo que digo, la versión de “Malagueña salerosa” a escasos años. Maneja la voz sin temor, a su antojo, con total dominio en verdad admirable:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo