LA POLÍTICA ES DE BRONCE
Hechos y palabras. Los hechos: la semana pasada, el gobierno estadounidense envió hacia aguas del Caribe uno de sus portaviones más poderosos. La eliminación de por lo menos once lanchas o navíos por parte de las fuerzas estadounidenses en aguas internacionales y la intensificación de los patrullajes cercanos a aguas venezolanas, así como la recompensa ofrecida por Estados Unidos de 50 millones de dólares por Nicolás Maduro, son señales claras.
Las palabras: el presidente estadounidense Donald Trump dijo que habrá acciones terrestres en Venezuela y Colombia para combatir el terrorismo provocado por el narcotráfico. Por si fuera poco, el secretario de Guerra —antes llamado de Defensa— señaló que acabaría con los narcotraficantes como lo hizo con los terroristas de Al Qaeda.
Mientras tanto, también en Latinoamérica, el gobierno de Donald Trump destinó 40 mil millones de dólares —20 mil millones antes de las elecciones y los otros 20 mil después— para el triunfo de Javier Milei y su partido en las elecciones legislativas del fin de semana pasado en Argentina. No lo hizo a través de sus organismos de inteligencia o espionaje, sino mediante una declaración pública del propio presidente estadounidense.
Solo el que no quiera ver, no lo ve: el intervencionismo ha regresado con toda su fuerza y de manera directa. La propaganda está en su punto más alto, la logística preparada para acciones terrestres en Venezuela y quizá en Colombia.
La retórica, la narrativa y la justificación discursiva se han desplegado de manera agresiva en todos los medios de comunicación y redes sociales afines al gobierno estadounidense. Con el despliegue de uno de sus portaaviones, la presencia de efectivos militares en la zona se ha completado.
En pleno siglo XXI, Estados Unidos ha puesto en práctica una estrategia, la misma que ha utilizado desde 1846 en contra de México, para hacer prevalecer su voluntad e intereses en el continente americano. Mientras tanto, los pueblos latinoamericanos, igual que siempre, recurren a una retórica nacionalista incendiaria, con llamados al heroísmo, pero sin inteligencia, diplomacia ni acciones estratégicas.
¿Cuál es el objetivo de Donald Trump con esta retórica y el despliegue de efectivos militares? En el escenario más sencillo, tal vez el gobierno estadounidense supone que la sola presencia militar y la amenaza latente de una intervención directa podrían propiciar la salida de Nicolás Maduro y un cambio en la política colombiana. Pero los hechos recientes demuestran que Estados Unidos no está amagando simplemente: en estos momentos tiene la capacidad logística, los recursos humanos y materiales para realizar acciones terrestres tanto en Venezuela como en Colombia.
Si esto ocurriera —lo cual ya tiene elementos de posibilidad viable—, ¿cuál sería la respuesta de las naciones latinoamericanas? Por más autoritario y antidemocrático que sea el régimen de Nicolás Maduro, una intervención directa de Estados Unidos para derrocarlo sería inaceptable.
Las preguntas incómodas: La primera: ¿Cuál sería la respuesta del gobierno mexicano ante una intervención directa de Estados Unidos en Venezuela o Colombia, cuando nos encontramos en la etapa culminante del proceso de negociación del nuevo Tratado de Libre Comercio?
La segunda: ¿Qué haría el gobierno mexicano ante una intervención directa de fuerzas estadounidenses para eliminar a narcotraficantes en aguas o en territorio nacional?
Ya no son escenarios hipotéticos ni teorías de la conspiración. Es una posibilidad real en el actual escenario de la geopolítica americana.
Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.



