La Escuela Secundaria Técnica Número 48, en la cual estudié, fue inaugurada cuatro veces. La primera, bien a bien no fue una inauguración, sino toma. Después de cuatro meses de recibir clases, literalmente sobre las rodillas en el auditorio municipal, a la directora, Judith Pardave, le infirmaron que nuestra escuela seguía en obra negra, pero que un edificio ya era funcional. Sin pensarlo dos veces, alumnos y profesores marchamos a nuestras instalaciones.

La segunda inauguración de mi secundaria en Tultitlán, Estado de México, corrió a cargo del presidente municipal en turno. La obra seguía inconclusa, por supuesto que el presidente municipal no movió un dedo, pero llegó con toda su comitiva a cortar el listón. Nos regaló balones de fútbol, basquetbol y voleibol, que al mes se nos poncharon.

La tercera inauguración fue de más nivel. Estuvo a cargo del entonces gobernador, Alfredo del Mazo, padre del actual. Desde muy temprano lo esperamos formaditos, zapatos relucientes, uniformes limpios y bien peinados. Los maestros con sus mejores sacos y las maestras con peinado de salón. Fue muy rápido. En medio de una polvareda, la avanzada y los guaruras llegaron primero, después una caravana de burócratas y lambiscones que acompañaban al gobernador. Del Mazo bajó de su camioneta rodeado de fotógrafos, saludó al director de zona, a mi directora ni la peló, cortó el listón y se fue. La cuarta inauguración ocurrió cuando nuestra directora despidió, con las golondrinas y todo, a la primera generación.

Por esta experiencia infantil y puberta, considero la inauguración real de cualquier escuela, obra, refinería, restaurante o proyecto, sin importar los listones que se corten o las fotos que se tomen, ocurre cuando los procesos o productos para los que fueron construidos están listos.

La Refinería de Dos Bocas es necesaria y contribuirá enormemente a México

La Refinería de Dos Bocas estará inaugurada cuando de sus instalaciones salga la primera pipa llena de gasolina. Antes es y será publicidad o relaciones públicas.

La Refinería de Dos Bocas es una obra de infraestructura positiva y necesaria, que cuando termine su constricción y funcione a toda su capacidad, contribuirá para que nuestro país no compre tanta gasolina en el extranjero. Dos Bocas es un proyecto real, nada que ver con la barda perimetral de una nueva refinería que Felipe Calderón construyó en su gobierno y que ahí permanece como muestra de su ineptitud.

La creación de un megaproyecto, como lo es una refinería, siempre tienen retrasos. Es natural, se tienen que calcular muchos imponderables y factores ajenos a la voluntad de los constructores. Desde variables climatológicas, hasta sociales. A Andrés Manuel López Obrador, ni a él, ni a su proyecto les fortalece o beneficia cortar tantos listones. No pasa nada si en lugar de inaugurarse en 2022 se hace en 2023, pero los tiempos se guían por el reloj estrictamente político. Seguro que veremos una segunda, una tercera y quizá una cuarta inauguración de Dos Bocas, como ocurrió con mi secundaria, por lo que queda de éste y por el siguiente gobierno, claro, si Morena conserva la Presidencia en el 2024.

Eso pienso yo, ¿usted que opina? La política es de bronce.

Onel Ortiz en Twitter: @onelortiz