IRREVERENTE

“Mi lanzamiento fuera de los negocios de mi padre comenzó con un chantaje.

Aquella vez de la comida en la casa de Miguel Alemán en Pichilingüe, me dijo que ninguno de sus hijos se casaba con alguien que él no designara.

Me advirtió que si me casaba con la gringa me iba a correr y no volvería a vivir en México hasta que a él le diera la gana y que tuviera mucho cuidado de irme a alguna ciudad donde él tuviera casas, porque haría que me echaran”, me dijo Alberto Baillères Jr, reanudando la plática en su casa de La Jolla.

“Como no puedo hacer uno del resto de mis hijos porque les falta capacidad y están mal preparados, tú eres mi única expectativa”, recuerda que le dijo su padre en aquella reunión.

“Soltó eso en presencia de mi hermano Mauricio, a lo que yo le respondí que primero quería que le pidiera perdón por lo que acaba de decir y luego le propuse:

Déjame traer a Robin para que la conozcas y si tú y el resto de la familia la desaprueban para casarse conmigo, corto con ella.”

“Mi padre causó el suicidio de mi hermano Mauricio”

“A Mauricio siempre lo hostigó porque igual que yo, no quiso trabajar en los negocios de mi padre.

No lo exilió como a mí porque Mauricio terminó casándose con la esposa que mi padre le designó, pero como luego se divorció de ella y se casó con una cubana -¡imagínate la ofensa!- lo corrió igual que a mí.

Lo llenó de estrés, se cansó de presionarlo por cualquier motivo hasta que a las 6 de la mañana del lunes 6 enero del 2014, terminó suicidándose.”

La versión oficial que dieron en mi familia fue que murió de un infarto al miocardio, siendo que nunca tuvo antecedentes médicos de problemas del corazón.

A lo mejor se tomó una de esas pastillas para el aceleramiento cardiaco.

El tema es que se murió agobiado por mi padre, quien nunca le perdonó y se sintió ofendido porque lo desobedeció y encima, aceptó ser el padrino de mi segundo hijo. Tenía 50 años.

Robin

Retomando el tema del origen de la ruptura con su padre, Alberto Jr. le propuso contratar a gente experta para determinar si Robin era o no buena mujer para el matrimonio y si entre toda la familia decidían, en forma mancomunada, que no cubría los requisitos Baillères, terminaba su relación, saldría con otras mujeres y resuelto el asunto, pero le pidió que respetara su libre albedrío y no imponerle a alguien para que fuera su esposa.

Aquí no es democracia, es dictadura

A esto, su padre le respondió que su casa no era una democracia sino una dictadura y que ahí nomás sus chicharrones tronaban.

“O te casas con quien yo te diga o te vas de mi familia y de mi país porque aquí no vas a poder vivir sin guaruras y yo te los voy a quitar”, le advirtió.

Cedo aquí la palabra a Alberto Jr. para que continúe el relato de esta historia:

“Como le dije que no me dejaría sobornar por él, me corrió y me pidió que fuera a las oficinas del Grupo Bal a hacer unas gestiones, las cuales resultaron en aquella encerrona de dos días con sus noches que me pasé firmando mis acciones para cedérselas a mi mamá y mis hermanos.

Eran cerros bien ordenaditos de títulos que fueron colocados en una mesa de conferencias y solamente me dejaban tomar pequeños descansos para comer e ir al baño, siempre en la presencia de los guaruras de mi papá que no dejaban de amenazarme.

Todas esas acciones estaban a mi nombre y a pesar de eso, mi papá nunca me dejó negociar una sola de ellas sin su consentimiento.

En los registros bursátiles existe evidencia concluyente de que no me dieron un centavo por todas esas acciones que firmé en favor de mi madre y mis hermanos.

No me pagaron nada, me las robaron

Me fui de México y -en serio- comencé a trabajar como ayudante de albañil en los Estados Unidos en Wyland, Massachussetts.

Hacía la changuera para subir las cubetas llenas de mezcla al maestro albañil.

Por las noches era lavaplatos y limpiaba baños en restaurantes de esa ciudad.

Durante el invierno fui ayudante de remodelador, hice trabajos de carpintería hasta que un día conseguí mi primer empleo como sub oficial de préstamos hipotecarios.

Robin creía que mi papá estaba pasando por un momento de capricho adolescente y pensaba que pronto entraría en razón, lo que para ella significaba que me perdonara y me regresara mis acciones de las empresas.

Serfín y Eugenio Garza Lagüera

Al fin y al cabo, era el favorito de mi padre. Pero para desgracia de ella, eso nunca sucedió.

Siendo ya empleado de la firma financiera norteamericana Flet Bank, retomé la carrera que había interrumpido en México, donde -contrariando a mi padre- me había empleado en una firma ajena a sus empresas, Serfin, en una de cuyas sucursales llegué a ser gerente y lo cual me permitió un día conocer a don Eugenio Garza Lagüera”.

CAJÓN DE SASTRE

· Mañana, el 4º Episodio: Saturno devorando a su hijo.