LA POLÍTICA ES DE BRONCE

En sus siete meses de gobierno, Donald Trump ha cambiado el comercio internacional, debilitado el multilateralismo, trastocado el equilibrio global e iniciado una guerra comercial de futuro incierto.

Los cambios no solo se reflejan en el ámbito internacional; en la política interna, Trump también ha impulsado transformaciones importantes, no solo en materia social —como educación, salud, cultura, vivienda y, por supuesto, migración—. En territorio estadounidense se ha instalado un discurso de odio hacia los migrantes y se han dado pasos hacia la militarización. Hablo no solo de la movilización de elementos de la Guardia Nacional y la creación de campos de concentración, como El Alcatraz de los Lagartos, sino también del despliegue de efectivos militares y de la intervención directa en la seguridad de estados y ciudades.

Ejemplos de ello fueron su intento de tomar el control en Los Ángeles ante las protestas de hace unas semanas o su reciente intervención en Washington D. C., mintiendo descaradamente sobre los índices de asesinatos y de inseguridad en la capital estadounidense.

Para un estadista, la información y los datos confiables son fundamentales para la toma de decisiones y la definición de políticas públicas. Para un político —y más aún para un político como Donald Trump—, el mejor dato es el inventado. También es cierto que su talón de Aquiles son las encuestas de popularidad y aceptación, un terreno en el que ha sufrido sus mayores decepciones.

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Ejemplos: según AP-NORC, la aprobación de Trump se mantiene estable alrededor del 40%, ligeramente por debajo de los niveles registrados a principios de año. The Wall Street Journal, en una encuesta realizada entre el 16 y el 20 de julio de 2025, reportó una aprobación del 46%, sostenida desde abril. Gallup, en datos recabados del 7 al 21 de julio, registró una aprobación del 37%, el nivel más bajo de su segundo mandato, con una caída notable entre los independientes (solo 29% lo aprueba) y una valoración favorable general del 41%. The Times, citando a Gallup, confirma que la aprobación de Trump cayó al 37%, atribuyéndolo en gran parte al retroceso entre votantes independientes.

Trump nunca aceptará su caída en las encuestas, pero sabe que en los negocios y en la política la inmovilidad es lo peor. Por eso prepara dos cartas, relacionadas con los recursos provenientes de los aranceles, que espera lo coloquen “en los cuernos de la luna”.

La primera: utilizar una parte del dinero recaudado por los aranceles para pagar deuda a China. Uno de los flancos más débiles de la economía estadounidense es su deuda exterior, particularmente con el país asiático. La segunda: destinar la otra parte de los ingresos por aranceles a entregas directas a los ciudadanos estadounidenses, ya sea mediante cheques, giros postales o transferencias.

¿Cuánto podría devolver Trump a los estadounidenses? No importa; tampoco parece importar si los aranceles provocan inflación o dañan sectores económicos. Al fin y al cabo, se trata de “hacer grande a América otra vez”.

¿Con estas acciones Trump ganará la partida? No lo sabemos, pero el presidente seguirá jugando sus cartas hasta el último momento. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.

X: @onelortiz