“No me gustó nada el ‘relanzamiento’ del PAN, pero ¿a poco es criticable hacer un encuentro partidista —en el marco de una tragedia como la de la Huasteca— y no lo es sacar un libro autorreferencial?”
PASCAL BELTRÁN DEL RÍO @beltrandelrio
En 248 páginas —a 380 pesos en Amazon, por si alguien siente curiosidad— Claudia Sheinbaum nos explica cómo fue el “pase de estafeta” entre López Obrador y ella. El título: Diario de una transición histórica. El contenido: un acto de fe morenista, escrito por una presidenta que sigue actuando como jefa de partido. Y ya va para el segundo año de eso.
El libro, de entrada, promete ser el obsequio ideal entre miembros de la 4T: se lo regalarán entre ellos, se felicitarán entre ellos, se citarán entre ellos… y, como buenos militantes, lo dejarán cerrado en el buró. Total, leer nunca ha sido el fuerte del movimiento. México apenas promedia tres libros al año por persona; entre morenistas, sospecho que el promedio baja a medio prólogo y una dedicatoria.
Pero no se trata solo de un texto. Es una confesión involuntaria. Porque si algo deja claro el Diario... es que Sheinbaum no gobierna para todos los mexicanos. Gobierna para su club. Y, como todo club, tiene reglas excluyentes: obedecer al patriarca, no cuestionar la narrativa, odiar al enemigo.
Y sí, yo estoy convencida de que el daño de López Obrador no se mide —o no solo se mide— en pesos, ni siquiera en los 600 mil millones evaporados en huachicoleos, Segalmex, clanes y “obras faraónicas”. Su legado más costoso fue sembrar el odio: entre mexicanos, entre regiones, entre el país que trabaja (y paga impuestos) y el que aplaude (y se los roba).
Por supuesto, Sheinbaum, en lugar de extirpar ese veneno, lo embotella con su firma y lo vende como “transición histórica”.
Dice en su libro que la política se hace “con amor, no con odio”. Tal vez lo crea, pero el texto transpira profundo rencor partidista. No hay visión de Estado, sino listas de victorias guindas y derrotas a corregir rumbo a 2027. Sheinbaum no escribe como presidenta, sino como estratega electoral: obsesionada con San Luis Potosí, dolida por los votos perdidos, convencida de que democracia significa ganar… ¡todo! (¡imaginen esa barbaridad!). Una prosa sin poesía ni autocrítica, pero repleta de consignas.
Y claro, hay que reconocerle la eficiencia. Solo Morena logra que el Estado entero sea color guinda, que los programas sociales sean propaganda y que la línea entre gobierno y partido se haya borrado con tanto entusiasmo. Ella heredó un país dividido y ella fue quien prefirió reforzar el muro en lugar de construir puentes.
No es que escribir un libro esté mal. El problema es el momento, el tono y el propósito. Imaginemos la reacción de ellos, los que ahora son gobierno, si Peña Nieto, Calderón o Fox hubiesen publicado sus memorias en funciones: los mismos que hoy aplauden estarían gritando “¡neoliberal ególatra!”. Pero con Sheinbaum hay indulgencia automática. Lo suyo no es vanidad; es “reflexión histórica”.
¿Y las regalías? ¿Declarará impuestos por las ventas? ¿O eso también formará parte del “nuevo modelo moral” donde todo lo guinda es intocable? No esperen que el INAI lo aclare: esa institución ya fue convenientemente ejecutada por la 4T. Tal vez el capítulo fiscal llegue en la segunda parte del libro, Crónicas de una transparencia desaparecida.
Churchill ganó el Nobel de Literatura en 1953, sí. Pero lo hizo después de ganar una guerra, no en medio de una (me refiero a combatir al narco, claro está). Sheinbaum, parece más interesada, en cambio, en ganar likes que batallas.
Así, Diario de una transición histórica confirma lo que muchos intuíamos: no hay presidenta de todos los mexicanos, sino una administradora del legado obradorista. Una porrista que prefiere narrar su dirigencia antes que gobernar. Y un país que, entre tanto relato, sigue esperando una historia que no termine en derrota.



