“La nomenklatura se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo socialista. Vive separada del pueblo, defiende sus intereses corporativos y teme cualquier cambio.”

Mijaíl Gorbachov, expresidente de la Unión Soviética.

“En México también existía una nomenklatura: una estructura de poder burocrático, político y sindical que se beneficiaba del sistema sin rendir cuentas y que frenaba los cambios.”

Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México.

En México, la famosa “nomenklatura”, esa élite política y burocrática que se aferra al poder, se ha reactivado, dentro del movimiento que llevó a AMLO a la presidencia. Su objetivo: recuperar el control político total del país y frenar los avances democráticos y económicos que se construyeron desde las reformas de los años noventa.

Carlos Salinas, introdujo el término en el contexto mexicano, identificando a esa nomenklatura como los grupos del nacionalismo arcaico que se beneficiaron de la economía dirigida, las elecciones controladas y el sistema clientelar. Según él, eran los guardianes del viejo régimen encargados de bloquear cualquier intento de modernización política y económica.

Negación a la transformación

El primer gran choque ocurrió con Luis Donaldo Colosio, quien, como líder del PRI, denunció las prácticas antidemocráticas y cupulares del sistema. Su llamado a romper con los “mitos y las fórmulas que bloquean las transformaciones” evidenció su intención de renovar al PRI y abrirlo a la competencia electoral.

Desde su visión, México debía transitar hacia un verdadero cambio político, económico y social, un camino que, la nomenklatura se encargó de obstaculizar e incluso de eliminar con su asesinato en 1994.

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Entre los personajes que integraron esa red de poder y que sobrevivieron al cambio de régimen para reacomodarse en Morena, figuran Manlio Fabio Beltrones, José Murat Casab, Ricardo Monreal, Manuel Bartlett, Manuel Camacho, Carlos Rojas, Dante Delgado, Fernando Gutiérrez Barrios, Patrocinio González Garrido, Citlali Ibáñez (Yeidckol Polevnsky), Alfonso Durazo, Carlos Hank, Adán Augusto López, y otros más.

A ellos se suman empresarios con poder económico e influencia política, como Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego (que casualmente ha cobrado notoriedad por confrontar a la presidenta), ambos contrarios a varias de las reformas modernizadoras del pasado.

La reconfiguración de la nomenklatura

Una figura central en esta dinámica es AMLO, quien, tras la llegada de Salinas al poder, se incorporó al PRD para reorganizar a los cuadros desplazados por las reformas de los que llamaban despectivamente “tecnocráticas”. Desde su posición como dirigente del partido, AMLO resistió las transformaciones democráticas impulsadas por Ernesto Zedillo, especialmente la ciudadanización del IFE y la apertura del sistema electoral.

Con el tiempo, logró reagrupar a numerosos miembros del viejo régimen bajo un nuevo discurso popular, pero con las mismas prácticas de control político.

Esa alianza entre el viejo PRI y la nueva izquierda obradorista dio origen a Morena, que hoy gobierna con una estructura interna muy semejante a la nomenklatura de antaño.

Sheinbaum y el viejo poder

Esa misma red de intereses se mantiene activa, ahora dentro del gobierno de Claudia Sheinbaum.

En el Congreso, Ricardo Monreal en la Junta de Coordinación Política ha bloqueado iniciativas presidenciales. En el Senado, Adán Augusto López y Alejandro Esquer, actúan como contrapesos internos a la mandataria.

En el Poder Judicial, los nombramientos y reformas impulsadas durante el sexenio anterior mantienen la influencia de AMLO, limitando el margen de maniobra de la nueva administración.

En el círculo cercano de Sheinbaum también están figuras leales al expresidente. Entre ellos Jesús Ramírez Cuevas (coordinador de asesores y aún controlador de la narrativa oficial), Leticia Ramírez en Asuntos Intergubernamentales y Arturo Zaldívar en Política y Gobierno. Además, en el gabinete persisten cuadros obradoristas como Rosa Icela Rodríguez (Gobernación), Marath Baruch Bolaños (Trabajo), Raquel Buenrostro (Anticorrupción), Martí Batres (ISSSTE) y Zoé Robledo (IMSS).

Todo ello refuerza la percepción de que Sheinbaum gobierna rodeada por la vieja nomenklatura, más interesada en preservar su influencia que en consolidar un nuevo proyecto nacional.

La revocación, herramienta de poder

La intención de adelantar la revocación de mandato, tiene el propósito de hacerla vinculante y aprovechar el desgaste político del nuevo gobierno.

El antecedente inmediato fue la consulta de abril de 2022, en la que AMLO obtuvo el 91.8% de apoyo, pero con una participación de solo 17.7%, insuficiente para validar el resultado.

Hoy, en un contexto de violencia, crisis política y descontento social, esa herramienta podría convertirse en un instrumento de presión contra la presidenta.

La situación se complica por los casos de corrupción e impunidad heredados del sexenio anterior, la inseguridad, acentuada por el asesinato del alcalde de Uruapan, y la convocatoria de una megamarcha nacional el 15 de noviembre, que promete tensar aún más el ambiente político.

En este panorama, AMLO prepara una gira nacional para promover su nuevo libro, una estrategia al estilo Salinas quien hizo lo mismo para confrontar a Zedillo.

La nomenklatura mexicana no ha desaparecido: se ha transformado.

Antes vestía los colores del PRI; hoy, los de Morena. Mantiene los mismos rasgos que describieron Gorbachov y Salinas: defensa de privilegios, control cupular y resistencia al cambio.

Esa élite se considera dueña de México y busca preservar su poder, aunque ello implique minar la democracia, dividir al país y frenar las reformas democráticas. La batalla actual no es solo por el control del gobierno, sino por el sentido mismo de la modernidad y la democracia mexicana.

Estos “dueños” de México se sienten capaces de terminar con la democracia que los había desplazado, buscan la revancha y quieren reclamar lo que según ellos les pertenece.

X: @diaz_manuel