Conforme a la mitología griega, Prometeo otorgó el olvido sobre el momento de la muerte pues, antes de tal decisión, la fatídica cita era conocida y entonces los hombres esperaban pacíficamente en sus cuevas la hora en que sabían que ésta ocurriría; una vez que se ignorara el horario y fecha del funesto acontecimiento y que como única certeza quedó el suceso mismo de la muerte, se detonó la determinación por el trabajo, en lo que también coadyuvó el don del fuego.

La infalibilidad de la muerte es inmutable, pero desconocer la forma, temporalidad y circunstancias en que se presentará, dota a la vida de un proyecto de realización como se desprende del mito de Prometeo que, tal vez sin ello, difícilmente tendría.

Para el catolicismo el hombre fue, en principio, inmortal, pero su decisión de perder esa condición, lo cual fue producto de un acto de libertad que Hegel lo asume como el origen de una historia exitosa.

Lo cierto que una y otra se excluyen; la vida se realza en tanto no llegue la muerte, y ésta suspende la vida. Los avances científicos, de la atención médica, de los hallazgos que se tienen sobre los mejores hábitos, de las prácticas preventivas y de cura de enfermedades, ha permitido que la fatalidad de la muerte pueda no ser impedida, pero sí aplazada.

Así, ampliar los espacios de vida es una de las grandes luchas de la civilización y del desarrollo al que aspiran todos los países, de modo que uno de los éxitos más difundidos por todos es el incremento alcanzado en la expectativa de vida; a la vez, las naciones pugnan también porque la cualidad de libertad, que es la vida, pueda explayarse de la mejor manera, tal y como lo sugiere Hegel.

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Sin embargo, guerras, enfermedades, pandemias, luchas y conflictos han generado momentos en la historia mundial y en cada país, donde la muerte se ha ensoñado, ha roto sus tendencias, marcas, estadísticas, para irrumpir en un comportamiento frenético y desquiciante.

México tiene y ha tenido un diálogo singular con la muerte, que es resultado de una cultura milenaria, fusión de creencias y costumbres, sincretismo, misticismo, visión holística, temperamento, arrojo, valentía que juega con la fatalidad, bromea y caricaturiza la pérdida de la vida y genera una mística de convivencia con los muertos; pero aún así la muerte no deja de ser fatalidad.

Es el caso de los años 2020 y lo que va del 2021, en donde las cifras de muertes se dispararon como producto de la pandemia del Covid 19, que generó estragos en todo el mundo y puso en juego capacidades, infraestructura, conocimientos, infraestructura médica y posibilidades de atención por parte de las distintas naciones.

El caso mexicano ha sido singular, pues la pandemia coincidió con una etapa que buscó mejorar el sistema de abasto de medicamentos, así como de ampliar los servicios de salud a toda la población, al tiempo de desaparecer un mecanismo que había mostrado bondades, como lo fue el Seguro Popular, para poner en práctica medidas de austeridad en el ejercicio presupuestal.

La autoridad tuvo un primer momento de desplantes que rayaron en lo grotesco al desaconsejar medidas restrictivas para la propagación del virus, hasta el grado de aludir a una estampa con imagen religiosa para mostrar protección y con desinterés al uso de cubrebocas. Las cifras de contagios y muertes rápidamente desmintieron las estimaciones oficiales y colocaron al país en la necesidad de instrumentar medidas prohibicionistas. Las decisiones se concentraron en una instancia burocrática y se actuó con desdén hacia el sentido colegiado del Consejo de Salud.

Los resultados son pasmosos; se percibe que muchas de las muertes podrían haberse evitado, que México alcanza un índice brutal de fallecimientos, entre los más altos en el mundo, y que de enero de 2020 a marzo de 2021 el exceso de muertes en el país fue casi de medio millón, lo que muestra una pérdida de vidas inusual y que alcanza los niveles de tragedia. A pesar de todo esto, la práctica de un gobierno con sentido mediático minimiza los problemas, esconde su fracaso y pretende convertirlo en un brillante éxito de gestión.

Prometeo nos diría, tal vez, que así como en su momento suprimió la información que hacía predecible el momento de la muerte, se establezca ahora una revisión confiable de las causas que llevaron a tantos fallecimientos. Con la medida de entonces fue posible incentivar el trabajo, con la de ahora sería posible pasar del gobierno mediático al gobierno responsable.