“¡Ya, supérame!

Y deja de hablar mal de mí

Tienes que saber perder

Igualito que sabes mentir

Ya cambié de corazón

Y tú no vuelves a entrar aquí

¡Ya, supérame!

Que no te arda estar sin mí.”

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GRUPO FIRME

La “marcha” de ayer resultó un rotundo fracaso. Ni siquiera con el acarreo se logró el cometido. Teniendo “n” mil camiones que, a cambio de unas prebendas, movilizarían gente, ni así la 4T logró llenar el Zócalo. Tampoco Paseo de la Reforma. No se diga las más de 20 ciudades que tuvieron marchas el 13 de noviembre en defensa del INE. Tanto ruido para tan pocas nueces.

No, no se trató de una “marcha del pueblo”. Fue la del fracaso; el gobierno no reunió a los miles que fanfarroneaban.

La movilización que observamos el día de ayer fue un desaguisado donde, en la zona muy cercana a AMLO, la gente se arremolinaba. No se podía esperar de otra manera. Queda claro que de nada sirvió la estrategia de Adán Augusto López compartida en una foto donde se le ve contemplando mapas; la gente hizo lo que se le pegó la gana, primordial y especialmente el llegar a Reforma, tomar su refrigerio e irse a otra parte.

Se trató de un masivo acarreo —que se desplazó muuuy lentamente— para exhibir el poder de López Obrador y, sin embargo, le quedaron a deber.

Como dice el maestro Jorge Volpi: “por primera vez en su carrera política, López Obrador no marcha para ser escuchado, sino para silenciar”. Tal vez por eso el enojo mostrado en estas casi dos semanas en “la sacristía”. Teniendo el poder más grande, el señor se obsesiona con exhibirlo. Pero ayer fracasó en el intento, pues lo que se evidenció fueron faltantes.

Para los que saben leer de señales políticas, una vez más López Obrador sobajó a Claudia Sheinbaum al pedirle a los gobernadores morenistas (19, sin contar la CDMX) que llevaran camiones llenos de gente. Visto aquello, queda claro que menos lo hubiera logrado la jefa de gobierno de la capital por sí sola. Un aviso más de que Morena ya no tiene en la Ciudad de México el “jale” que presumen.

Sin querer, Martí Batres hizo ver que la marcha no había reunido las personas que se esperaban cuando soltó un: fueron “un chingo y dos montones”. Definitivamente la educación no se les da; tampoco contar (por eso no se les puede dejar el control de las elecciones… ). Pero, al no dar números, fue un primer aviso de que no eran tantos como se habían esperado. Luego corrigieron; anunciaron que asistieron 1.2 millones. Demasiado tarde; para entonces fotografías y videos —con registro de día y hora— circulaban en redes sociales y espacios de opinión desmintiendo ese dato. Entre otros, las tomas compartidas por Jenaro Villamil del Zócalo de la Ciudad de México. Más de un internauta le señaló cómo había hecho un close-up para que la magna plancha del Zócalo no se viera semi vacía. Además, no pocos, —incluyéndome— nos dirigimos de inmediato a verificar en tiempo real las “web-cams” de la Ciudad de México. Efectivamente, el presidente daba su discurso ante un Zócalo que no estaba lleno.

¿Cómo era eso de que Andrés Manuel se burló de la ciudadanía y su marcha de hace dos semanas? Pues bien, hoy no me burlo. Solo señalo de que alguien le voló el “cash” para los acarreados, porque si se compara la marcha del 13 de noviembre con esta última, resulta que la segunda —por más que funcionarios y obradoristas digan lo contrario— quedó corta.

Por cierto, lo que nadie ha comentado es el número de personas que llegaron a la Ciudad de México y ya no saldrán de ella. No pocos aprovecharán el aventón/acarreo para quedarse en la gran metrópoli y buscar una mejor oportunidad de vida… Tomen nota.

Ahora bien, algunos comentarios necesarios adicionales:

  • Epigmenio Ibarra, el amigo, el camarógrafo de López Obrador y deudor de todos los mexicanos (150 millones), ya se estaba desmayando. No dudo que el tabasqueño haga alarde hoy de que él se encuentra en mejor condición física que Epigmenio.
  • ¡Son unos cochinos! Solo así se puede definir a quienes le escupen a una persona. No importa si es del mismo equipo, corcholata adversa o que les caiga bien o mal. No hay razón para escupirle a nadie. En este ocasión le tocó a Marcelo Ebrard.
  • Son unos llevados. Bastó que Ricardo Monreal no se presentara en la marcha (mediando su conveniente viaje a Madrid) para que no faltara el creativo con globos del zacatecano retratado como “Drácula” y cartulinas con leyendas de “traidor”. Nuevamente: y eso que son de casa…
  • A diferencia de AMLO, “Grupo Firme” sí llenó el Zócalo. Ya le pueden cantar el ‘Ya supérame’ al primer mandatario.
  • Son unos barberos. Ciertos políticos hicieron de todo —empezando por empujar— para poder marchar cerca de López Obrador. Desde Miguel Torruco (hijo), diputado, hasta Ignacio Mier, presidente de la Cámara de Diputados, quien se iba abriendo camino a la mejor usanza priista esperando “un hueso”.
  • Acarreados sí los hubo y muchos. Pero no podían faltar plumas del régimen, como la de Hernán Gómez Bruera, defendiendo esa práctica y criticando a la clase media que, mediante sus impuestos, irónicamente / patéticamente la financia.

Con frutsis y tortas de por medio, la gran marcha —que ni tanto— de López Obrador se llevó a cabo. La marcha del fracaso ha terminado; ya estuvo, ya fue. La pregunta importante es: ¿qué sigue ahora?