Algo en común tienen los escándalos por viajes lujosos a Europa y Oriente de liderazgos y legisladores de Morena con la crisis de comunicación que enfrenta Rocío Nahle ante el terrible manejo del crimen contra la maestra Irma Hernández, quien fue ultimada tras un video de extorsión en contra de taxistas veracruzanos: es la falta de empatía y sensibilidad social.
Ni viajar es un delito ni dar declaraciones indolentes resulta ilegal… Pero ambas acciones contienen cargas de la inmoralidad cuestionada por Andrés Manuel López Obrador por décadas.
En el caso de la gobernadora de Veracruz, el tema es peor por el hecho de involucrar toda una cadena de omisiones que, entrelazadas con la desigualdad, colocaron a una maestra jubilada en la necesidad económica de trabajar como taxista, víctima primero de un sistema económico diseñado para la exclusión, luego de una dinámica laboral construida para la precariedad en la que ella, desde la experiencia de mujer proveedora, no encontró descanso con su jubilación y mucho menos suficiencia en las necesidades con programas sociales. Encima, en una entidad azotada por el crimen organizado con hechos como el cobro de piso que siguen siendo negados en un momento en que la superficialidad y banalidad de una gobernadora aplastan las verdades con tal de dibujar escenarios idealistas para efectos de una buena imagen.
Versiones de la Fiscalía indican que la maestra Irma Hernández efectivamente falleció por un infarto… Después de haber sido secuestrada, torturada psicológicamente y golpeada en Álamo Temapache, Veracruz. La asesinaron después de grabarla dando un mensaje a todos los taxistas para pagar las cuotas que les exige el crimen organizado por trabajar.
Hace un par de semanas, la ministra Lenia Batres afirmó en una entrevista con Jhon Ackerman que “no existe el derecho a no pagar impuestos” y creo que ejemplos como este son explícitamente claros sobre cómo es que la incapacidad de brindar protección y seguridad así como la indiferencia para utilizar herramientas de inteligencia para tratar de rescatar a la maestra cuando se publicó el video son ejemplo de que cuando los impuestos no alcanzan para garantizar la vida, es un derecho no pagarlos pues paradójicamente, sobrevivir en algunas entidades implica pagar una doble carga impositiva: una al Estado y otra a los criminales. En el caso de la maestra, el mensaje grabado prácticamente permite inferir qué si ella hubiese pagado, estaría con vida.
Si es que el Estado es incapaz de garantizar la vida y la seguridad en tanto que un puñado de criminales, qué son quienes dominan territorialmente ciertas zonas, si pueden garantizar el respeto a una persona, tal vez pagar a los segundos sin pagar a los primeros podría hacer que los primeros hagan algo más que maquillar las realidades con eufemismos ofensivos como aquello del infarto.
Y claro que la protesta civil pacífica en forma de no pagar aquellas contribuciones es un derecho, pero hay algo más grave y profundo en el caso de este tema y se trata de la violencia narrativa.



La violencia narrativa es una forma de reformular historias, contándolas de manera incompleta o deformada con la intención de disminuir la gravedad de los hechos que contienen o descalificar implícitamente a los protagonistas de aquellas. Es una estrategia muy antigua desde la propaganda e implica que todo hecho jamás es conocido en sí mismo, sino que conocemos versiones y lecturas sobre hechos que van construyendo colectivamente la idea de una o varias verdades. Como toda guerra, en las confrontaciones narrativas triunfa la versión más aceptada o más conocida.
En el caso de la gobernadora, la versión del infarto qué pretende desestimar todo lo que la maestra Irma vivió antes ha enfrentado un choque de realidad que le salió mucho peor, pues en vez reconocer el problema que enfrentan en aquella comunidad, sugiere que de todas maneras, la maestra habría muerto y son los usuarios de redes así como los veracruzano quienes realizan el contraste de narrativas para entender que la idea más aceptada y conocida no es la de los males de salud de la maestra sino la del crimen que no cede en espacios con vacíos de poder que parecen irremediables.
Eso no hace que la violencia narrativa sea menor pues encima, la violencia narrativa contra la maestra Irma emana del propio gobierno y parece que intenta influir en la verdad legal que maneja la Fiscalía pues si es que “murió de un infarto”, no hay espacio para un “la mataron” y por tanto, hay causas naturales de muerte que jamás llegarán a una acusación ante un juez, menos a una sentencia. Mucho menos al reconocimiento del riesgo que enfrentan quienes trabajan en Veracruz y por tanto, hacia algún esfuerzo para el combate a los que la levantaron como pueden levantar a cualquiera. Algo gravísimo.
No es claro el momento en que se perdió el rumbo pero por el bien de todos, primero hay que recuperarlo.
X: @ifridaita