El presidente del PRI, Alejandro Moreno, está desesperado, la soberbia lo ha perdido. Imagina –o realmente cree– que el Partido Revolucionario Institucional todavía tiene algo de oxígeno, de fuerza, aunque exigua. No se da cuenta de que está prácticamente extinto; que sus andanzas desenfrenadas y sus denuncias lo hunden cada vez más.
Ignora u olvida que en el pueblo de México, al que tanto despreció, el partido que dirige, está arraigada “la revolución de las conciencias”; que millones de mexicanos no darán un paso atrás para caer en las garras de ese partido autoritario y represor que sumió al país durante siete décadas y que lo colocó siempre en los primeros lugares de las listas negras del mundo.
“No saben cuánta gente me topo en la calle, en todos los rincones de este país que me dicen: ‘el PRI me representa ahora. No voté por ustedes, pero estoy con ustedes porque tienen experiencia y capacidad; porque saben gobernar y porque no se van a doblar’. Así que estamos listos a trabajar juntos por el bien de México a defender la democracia, los derechos y la libertad”, dijo Moreno.
¿En qué calles y rincones? ¿En los pasillos del cementerio en el que se ha convertido la sede del PRI en donde cree escuchar esas voces?
El Partido Revolucionario Institucional poseyó toda la fuerza sobre México. El mismo partido que saqueó durante décadas hoy apenas exhala un Alito desesperado.
“Veo a este gobierno más tenso que nunca. En Morena andan tan desesperados por cubrir sus escándalos, que ya ni ellos mismos saben cuántas cortinas de humo levantaron. La caja china la traen al máximo, pero ni así logran esconder lo que pasa”.
“Ni entre ellos se aguantan. El pleito es interno. El hambre de poder y control está fuera de control. Y como siempre, el pueblo de México paga las consecuencias del los pleitos en Morena”, dijo el presidente del PRI.
Si alguien sabe de “hambre de poder” es el mismo que lo declara, Alejandro Moreno Cárdenas. Es él quien dijo: “a los periodistas no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre”.
El pueblo pagó con creces ese autoritarismo priista y panista. México se hundió por ese saqueo. A través de los años el número de pobres creció y creció; el incremento del salario mínimo era inviable, eso llevó a que se disparara la inflación, mas no ocurría cuando ellos mismos se incrementaban los elevadísimos salarios. Los mexicanos carecían del derecho a vivir de manera digna, mientras los priistas que tenían el control de todo, se enriquecían, su ambición no tenía tope.
“Acepten lo inevitable: se les acabó el tiempo. Gobernar es una responsabilidad, no un pacto de impunidad entre cuates”, declaró Moreno.
Pacto de impunidad lo tenían ellos. Un mecanismo bien estructurado entre puros cuates corruptos que se otorgaban bonos, que recibían jugosos moches para aprobar reformas y que entregaban los bienes de la nación. Se sentían los dueños del país, y los mexicanos rompiéndose el lomo para poder sobrevivir con un salario de miseria.
El presidente López Obrador incrementó el salario mínimo, implementó los programas sociales, se preocupó por los pobres, vio por su bienestar y por su derecho a vivir mejor. “Primero los pobres”, y lo cumplió. “Austeridad republicana”, y la cumplió. “Quitar pensión millonaria a expresidentes”, y lo cumplió.
La vida de los mexicanos cambió. El INEGI reportó que 13.4 millones de mexicanos salieron de la pobreza, logro que fue reconocido internacionalmente. Y para desgracia de Alejandro Moreno, la presidenta Claudia Sheinbaum seguirá con esa convicción.
Priistas y panistas estaban acostumbrados a vivir como reyes. La “austeridad republicana” los llenó de cólera. Fox dijo que los apoyos no deberían ser para quienes querían vivir de “gorra”, que había que ponerse a trabajar en lugar de esperar ayuda del gobierno. Y Vicente se pasó el sexenio de López Obrador plañendo por su pensión. ¿De dónde provenía?, del gobierno. Repitió en muchas ocasiones que en México había “mucho huevón”. ¿Entonces él qué era?
Los expresidentes priistas y panistas exprimieron al país...
Alejandro Moreno se acostumbró a los lujos, al abuso de poder. Se señala que el priista conformó una red de amigos, familiares y prestanombres para triangular la compra-venta de inmuebles a precios irrisorios para después venderlos con grandes ganancias.
Parte de esa red la conforman su hermano Emigdio Gabriel Moreno y su “santa madrecita”, Yolanda Cárdenas. En Campeche, el hoy prócer del PRI tuvo la divina fortuna de adquirir —a precio de ganga—, 39,000 metros cuadrados a 4 pesos el metro. Ese terreno, convertido en el fraccionamiento Campeche Hills, se multiplicó hasta 500 veces en valor. Una lotería que solo toca a los políticos con información privilegiada.
Se denunció que hay otros inmuebles cedidos a su madre por el buen hijo Alito; propiedades que fueron aseguradas por la Fiscalía anticorrupción. Mismas que tiempo después fueron canceladas y regresaron a sus manos por alguna “legítima” cuestión.
En 2014, compró terrenos en Champotón, Campeche. Suertudo el hombre, ya que los compró a precios aún más bajos, a 33 centavos el metro cuadrado.
La ambición hace perder el juicio a Alejandro Moreno. Sabe que él y su partido están perdidos. Sigue enfurecido, la sangre sube a su rostro cuando indignado habla, es lo único que evidencia su frustración; porque cuando se expresa, la tensión quirúrgica no le permite ninguna gesticulación. Está cegado por la soberbia, que lo arrastrará a la paranoia y a la ruina; le falta poco, al menos cuatro años más… ¿Aguantará? ¿O será el inolvidable sepulturero del PRI?
No son siempre adversarios los que derriban a un líder, sino sus propios vicios. Al final, esa mano dura acelera la caída y la de Moreno está siendo estrepitosa. Si no sucede otra cosa, Alejandro Moreno tiene un lugar en el cual serenarse, caminar y apreciar sus obras de arte y esculturas en su mansión ubicada en Lomas del Castillo, valuada en más de 130 millones de pesos. Tal vez ahí, en cada rincón siga escuchando: “Yo no voté por el PRI, pero estoy con ustedes”. Y esos ecos que resonarán, lo alentarán.