El fiscal de la República, Alejandro Gertz Manero, declaró en la conferencia matutina presidencial ayer 12 del presente, que hay (cuándo menos) otras dos causas vigentes por secuestro en contra de Israel Vallarta, recién liberado luego de compurgar una pena (sin sentencia alguna todavía de por medio) de 20 años.
Aquí valdría la pena averiguar si a Vallarta solo se le liberó debido al afán (exitoso e incluso justo, no sobra subrayar) de exhibir al entonces titular de la AFI, Genaro García Luna en el último año de Vicente Fox (2005) y que luego se convertiría en el vicepresidente de facto del peor titular del Ejecutivo que México ha tenido en cosa de un siglo, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, para luego aprehenderlo de nuevo, y así, el gobierno “matando dos pájaros de un tiro”.
No basta con la liberación, en el gobierno del expresidente Peña Nieto de la entonces novia del referido Vallarta, la francesa Florence Cassez, por la cual se sufrió una severa crisis diplomática con la Francia, sino que nunca debe olvidarse que temas tan delicados relacionados con la justicia de este país deben reducirse a un jueguito de director de cine de películas de policías y ladrones, como hizo la AFI de García Luna (hoy preso por la infame sociedad con el crimen organizado del calderonato) y Carlos Loret de Mola, por entonces presentador de noticias a nivel nacional.
Es este, al parecer, uno de los casos en donde el gobierno echa mano del expediente de una falsa autonomía de la Fiscalía General de la República, para fungir como coartada o ‘pararrayos’, que es en lo que, rápidamente, se convierten todas las fiscalías (también las de los estados) luego de sus congresos colocarles esta etiqueta, siendo esta no una de las taras de esos organismos, ya que (al tener periodos dispares con sus gobernadores) también hay ocasiones que se vuelven en su contra, sus enemigos incluso, obstaculizando el accionar de la justicia, baste el ejemplo del tristemente recordado fiscal de Morelos, hoy ya removido del cargo, de apellido Carmona.
Es este pues, el caso de las fiscalías denominadas autónomas, uno más de cómo en México la mayoría de cambios en la cosa pública se desvirtúan y lo hacen rápido, como por ejemplo las fugaces “candidaturas independientes” y no nos enredemos tanto, también la fallida (al momento aún) transición democrática mexicana.