Los conciertos de Bellas Artes
La presentación de Juan Gabriel el pasado septiembre de 2024 en la Cineteca Nacional, produjo revuelo, amontonamientos, gente trepada en bardas y árboles, insuficiencia de espacio para ver, cantar, gritar bailar a la par que el artista. Algo semejante sucederá, pero en mayor escala, con su presentación en el Zócalo de la Ciudad de México el próximo sábado 8 de noviembre. Estas presentaciones han despertado una expectación superlativa. Superior incluso a la que animaba con su presencia pública en activo, cuando cautivaba audiencias en todo el país, Latinoamérica y ciertas zonas de Estados Unidos.
El cantautor está integrado a la cultura no sólo popular, impregna las diversas clases sociales del país. Y es que las frases, las letras de Juanga están presentes en la vida cotidiana de México. Es citado por homo-hetero-sexuales, mujeres, hombres, políticos, periodistas, sociólogos y hasta algún filósofo: “lo que se ve no se pregunta”; “no vale la pena”; “pero qué necesidad”; “dios perdona pero el tiempo a ninguno”… Es comprensible que se quiera usar su popularidad tanto por presentar un evento que garantiza el éxito como por complacer a los ciudadanos.
En la Cineteca se proyectó el tercer concierto de Juanga en Bellas Artes, el de 2013, dirigido en el podio por James Demster. En el Zócalo se verá el primero, el de 1990, donde está en plenitud física y vocal, dirigido por el principal director de ópera en México en los decenios recientes, Enrique Patrón de Rueda; el segundo fue en 1997, dirigido por el arreglista musical Eduardo Magallanes. Debut y consagración artística en el primero, festejo de los 25 y 40 años de trayectoria respectivamente en los dos siguientes; siempre con la presencia de cierta polémica: ¿cómo un recinto dedicado a las llamadas artes más bellas se mancilla con el canto popular? Hay un libro de bello título que da cuenta de dicho fenómeno: De Caruso a Juan Gabriel. Una mirada de la cultura en México (UJAT/Laberinto, 2019); está agotado y en busca de editor, como los personajes de Pirandello en busca de autor.
La isla
Hay quienes creen que Pedro Infante aún está vivo a sus casi 108 años de nacido. Lo mismo piensan otros de Juan Gabriel, a sus 75. Pedro murió a los 39 años en 1957, Juan se supone que a los 66 en 2016. No ha habido un artista del espectáculo en México más querido y llorado que Infante. José Alfredo Jiménez fue y es muy querido, pero la certeza de su muerte por alcohol encuentra consuelo en las canciones del propio artista. En cambio, Infante tuvo una trágica muerte a joven edad, en la plenitud de su arte cinematográfico y discográfico; muerte por estallido y fuego.
Muchos nunca creyeron en la muerte de Pedro. Surgieron imitadores y farsantes que quisieron hacerse pasar por él; y lo peor es que no pocos lo aceptaron, o al menos dudaron a pesar de las mediocres muestras de los impostores.
En el caso de Juan Gabriel, como nunca se vieron sus restos a pesar de ser aparentemente velados en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes (la segunda actividad más importante de ese espacio después de las realizadas en el escenario: los velorios), por ser apresurado el proceso de sepultura y algunas irregularidades cuestionadas por la prensa y allegados al intérprete, la gente ha creído que continúa vivo. Lo dijo el propio Cepillín antes de morir él mismo, dando argumentos razonables para creer en un posible plan del cantautor para retirarse de la vida pública y observar el mundo desde quién sabe dónde.
Por eso he pensado que Juan Gabriel se fue a vivir a una isla desde donde observa el mundo y su éxito abrumador. Si el uso de la criónica es cada vez más recurrente, esto es, la preservación de humanos y animales a temperaturas bajas tras la muerte legal en espera de una vuelta a la vida futura (se calcula que hay alrededor de 500 personas y más de 30 mascotas criogenizadas a nivel mundial y hay listas de espera para el proceso de criopreservación; sobre todo en Estados Unidos y Europa); si se venden lotes en la luna o en marte para una vida después de la tierra; si se dice que dios prometió una tierra a un “pueblo elegido” por él hace 3 mil años; si hay gentes verdaderas o de ficción, como Wakefield, que abandonan su casa para observar perversamente a los suyos; si todo eso es posible, ¿por qué no habrían, los adinerados estresados y/o los famosos, de comprar un plan de retiro de la vida pública para observar el mundo sin ellos?, algunos podrían incluso adquirir una pequeña isla privada, como se ha hecho.
|Juan Gabriel cantando de manera generosa en una fiesta privada en 1987; se percibe el talento de excepción como cantante y autor|:
Cuando se dio por muerto a Juanga, comenzó a salir mucho material inédito de actuaciones desconocidas, de reuniones privadas en las que cantaba, de sesiones de grabación en que dirigía y aun reprendía a otros cantantes reconocidos mostrando su rigor musical; como si hubieran programado su salida. Y sin duda, el fenómeno ha sido tal que sus videos en youtube alcanzan cientos de millones de vistas; alguno llegará pronto a los mil millones.
Con Pedro Infantes surgieron imitadores (más allá de los impostores), pero de manera limitada por la dificultad de emular su canto de gran legato, en particular en los boleros; por otro lado, además de actor, sólo era cantante. Juan Gabriel es cantautor y una personalidad arrolladora en el escenario que ha dado, desde que estaba en activo, ganancias y forma de vida a imitadores que han proliferado en México y Latinoamérica. La primera gran dificultad que se tiene que superar en este caso es el registro agudo en que se movía el cantautor, es decir, no basta con la figura amariconada, el maquillaje o el sobrepeso; imitarlo cuando joven, es más difícil aún. Y también da sustento a muchos youtuberos internacionales y de varias lenguas que reaccionan a su canto, canciones y actuación, y obtienen millones de vistas y, es de suponerse, jugosos ingresos por la monetización. Tengo una hipótesis en este punto (y en el de la comida mexicana o los vestigios): los youtuberos explotan el millonario chovinismo mexicano.
Hay muchas figuras artísticas entrañables para el mexicano (incluso en un terreno más árido como el de la literatura, por ejemplo, Ramón López Velarde o Juan Rulfo) que provienen del teatro de carpas y las revistas musicales, del cine, la radio y la televisión. Pedro Infante es una de las más destacadas, pero va acompañado de Tin Tan, Cantinflas, Sara García, Joaquín Pardavé, Agustín Lara, José Alfredo, entre tantos otros; cada cual puede hacer su propia lista de preferencias (yo pongo en la mía a Lilia Prado).
Pero con Juan Gabriel se han desbordado los escenarios de ayer y hoy. Su personalidad, su significado cultural de ruptura en un país machista y de machos desde su aparición en los 70’s del siglo XX, el que su pensamiento profundo o frívolo (del “El Noa Noa” a “Abrázame muy fuerte”) haya sido puesto en música y en grandes escenarios no sólo en cantidad, como el Auditorio Nacional o algunos estadios, también de calidad como Bellas Artes, han puesto a este artista en un lugar de privilegio en la cultura nacional.
Hablando de machos, en ocasión de su muerte en 2016, publiqué un texto que fue polémico y tuvo que ser bajado en primera instancia de la plataforma de Facebook de SDPnoticias “Juan Gabriel, tránsito del charro macho al charro gay”. Y fue así porque muchos leen sin leer, y por sólo los títulos intuyen, interpretan y acusan; luego fue restituido, aunque no en dicha red social.
Juan Gabriel continúa más vigente que nunca. Por ello, no resulta descabellado –como en el meme famoso en que, detrás de una palmera con un sombrerito, se asoma a ver sin querer ser visto– pensarlo en una isla observando muy a gusto su éxito abrumador, el humor y el cariño con que es recordado por sus compatriotas y más allá.
P.d. Una de las escenas artísticas que prefiero de Juan Gabriel es su interacción con la cantante puertorriqueña Ednita Nazario que, extraño, tiene muy pocas vistas (menos de 10 mil); desafortunadamente el audio tiene un volumen bajo:

Héctor Palacio @NietzscheAristo


