“Si un hombre me retase en alguna ocasión, me lo llevaría con amabilidad y misericordiosamente de la mano a un lugar tranquilo para después matarlo”.
MARK TWAIN
Apenas quince días después de la visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, llega a México John K. Hurley, subsecretario del Tesoro para Terrorismo e Inteligencia Financiera. Su agenda es clara: reunirse con funcionarios federales y con representantes del sector privado para hablar de lo que más incomoda a la 4T: el financiamiento ilícito, el tráfico de drogas y las operaciones de los cárteles.
¿Es significativo? Mucho. Porque no se trata de una visita protocolaria. El gobierno de Trump insiste en que su prioridad es golpear al narcotráfico en todas sus formas. Y eso significa rastrear y cortar los flujos de dinero sucio que sostienen al crimen organizado. El punto es evidente: impedir que los cárteles sigan moviendo a placer las ganancias de la droga vendida en Estados Unidos.
La coincidencia con la extradición desde Paraguay de Hernán Bermúdez Requena no es casualidad. Aunque el capo intentó retrasar el proceso, el gobierno sudamericano lo sacó prácticamente de inmediato. Nada de los meses de espera que pedía. Un mensaje claro: ya no hay paciencia.
Hurley viene a revisar estrategias. ¿Habrá algo nuevo además de los eternos golpes a laboratorios y las capturas de cabezas visibles? La vía más efectiva sigue siendo la misma: asfixiar el financiamiento ilícito.
No olvidemos que fue el propio Departamento del Tesoro quien detectó las operaciones sospechosas de CIBanco, Intercam y Vector Casa de Bolsa. En junio los sancionó y limitó sus transferencias, exhibiéndolos como engranajes en el lavado de dinero ligado al narco.
¿Qué pedirá ahora Hurley? ¿Qué más está sobre la mesa para evitar sanciones comerciales mayores contra México? ¿Revelará algo sobre el enredado huachicol fiscal? ¿Veremos caer a un pez gordo en estos días?
La diplomacia de Trump no se anda con rodeos. Se concentra en frenar el narcotráfico, mientras en Palacio Nacional solo se ofrecen silencios y lugares comunes. Y la paciencia se agota.
¿Qué dejará ver la 4T de estas reuniones con banqueros y funcionarios? Difícilmente será la visita de cortesía que el segundo piso de la transformación intentará vender. Tampoco el verdugo que la oposición desearía ver. Será otra cosa: la presión real, la incomodidad que no se puede tapar con discursos.
Porque ni el pañuelito blanco acabó con la corrupción, ni la corrupción dejó de anidar en los pisos más altos del poder.
Así que, dado que la montaña no fue a Mahoma, Hurley viene. Y detrás de él, los funcionarios de Trump que hagan falta. Seguirán viniendo a buscar la verdad que aquí se esconde y con suerte, nuevas formas de golpear al crimen organizado y al narcotráfico.