Dime que no vuelas, sin decirlo. Sin duda la gran mayoría de la gente que se ha quejado amargamente, tanto en redes sociales como en columnas de opinión, de lo acontecido estos dos días en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), es gente que normalmente no vuela, o que poco le interesa comprender cómo funciona la industria aérea, o de plano son golpistas de ocasión.

Vayamos al principio: el verano mexicano se asemeja mucho al verano de Euskal Herria (País Vasco), donde todos los días llueve y llueve y llueve. Una de las grandes diferencias es que en sus 4 regiones (Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra) ellos tienen enormes extensiones de áreas verdes que se encargan de evitar que sus ciudades se inunden. Tuve el privilegio de habitar una temporada en Vitoria-Gasteiz, y tiene tanta vegetación que en el año 2012 fue nombrada “capital verde de Europa”.

Imaginen ustedes, cuenta con 42 metros cuadrados de áreas verdes por habitante; en cambio a los habitantes de la Ciudad de México nos “tocan” 19.4 metros cuadrados de áreas verdes por habitante. Ahora, vayamos al siguiente fenómeno: los vasos naturales reguladores que han sido engullidos -de forma literal- por el cartel inmobiliario.

Una explicación de por qué se colapsa el drenaje, más allá del mantenimiento, es porque desde hace muchos años las inmobiliarias han acabado con estos vasos reguladores que impedían el sobrellenado del drenaje profundo. Sin embargo, la ambición de los constructores y quienes están detrás de estos grupos, menosprecian estas zonas, vitales para evitar que se desborde el sistema del drenaje profundo, la mayoría de estos se ubican al poniente de la ciudad.

Lugares como la rivera de Echegaray, Ejidal de San Isidro, por nombrar algunos. Uno de los casos más llamativos de la desaparición de estos vasos reguladores es el de la Presa “El ángulo”, que terminó llenándose de bodegas donde era un lugar natural de captación de agua: ¡80 hectáreas!

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En 2008 los gobiernos panistas decidieron que ese terreno “no producía” y ahora se perdió para siempre ese importantísimo vaso regulador para la ciudad. Otro ejemplo de urbanización contra esos vasos reguladores que ayudan a evitar el colapso del drenaje profundo es la Presa Tecamachalco, lugar que ahora es ocupado por un edificio de lujo. Otro ejemplo más, la Presa Anzaldo, en la delegación Miguel Hidalgo, y hay que decirlo, los responsables del cartel inmobiliario construyeron en el sitio unos condominios de lujo.

A esto hay que sumarle la lluvia de los pasados días, donde llovió más de más de 24 millones de metros cúbicos, esto no se veía desde 1952. Imaginen cómo estaba entonces el asunto, que a pesar de los vastos campos de áreas verdes para que el agua de lluvia se filtrase, aun así se inundaron; ahora que muchos de los vasos reguladores de la ciudad han desaparecido, ¿cómo esperan que no se colapse el drenaje?

Esto nos lleva a las múltiples quejas sobre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Lo comento con honestidad, si yo nunca hubiese volado como tripulante durante tantos años, ahora me “comería con patatas” todos los bulos y mala leche que han escrito alrededor de este evento climático.

Pero no es así, estos hilos de plata que hoy llevo con orgullo en la cabeza son experiencia acumulada. Muchas veces me tocó que el Aeropuerto Benito Juárez se cerrara por lluvia; recuerdo bien que mi primer encontronazo con este tipo de eventos fue en 1999, el último año de la gestión de Ernesto Zedillo. En aquellos tiempos los pasillos de las últimas salas de espera tenían una alfombra de un color entre azul y gris, y el aguacero fue de tal magnitud que esos pasillos se inundaron de tal manera, que cuando caminabas por ahí salía agua de la alfombra.

Después, ya con el gobierno de Fox, nos tocó otro tormentón que terminó inundando las pistas del AICM, y paró operaciones. En aquel entonces, a todos los vuelos que íbamos a arribar nos mandaron a aeropuertos alternos, tal y como es el procedimiento en estos casos. Nos tocó aterrizar en el Aeropuerto de Acapulco, pero, dicha terminal aérea se llenó. Eso no es lo peor, sino que el último avión en llegar fue un Boeing 747 de KLM. Seis horas después, se volvió a abrir el AICM, pero imaginen ustedes el caos que fue ordenar la lista para despegar. El B747 de KLM estorbaba e impedía que 13 aeronaves abandonáramos el Aeropuerto de Acapulco.

Recuerdo a los capitanes “peleando” por el número de despegue: “que si yo llegué primero, que muevan al KLM, que si no podían bajar los de KLM”. Aquello fue de película: los pasajeros de los últimos aviones en llegar, encerrados por horas en el avión y con ganas de comerse viva a la tripulación.

Es imposible que, en su desesperación, los pasajeros comprendan que son contingencias que no dependen ni del capitán, ni de la tripulación, ni de los controladores aéreos. No es que uno se comunique con Tláloc, y le pida que desvíen los vuelos, para que no dejemos bajar al pasaje del avión, aunque se hayan acabado los líquidos a bordo. ¡Por supuesto que no!, les puedo asegurar que quienes más padecen este tipo de eventos meteorológicos somos los tripulantes.

Porque aunque sea demorado, el pasajero finalmente llega a su destino, pero a uno todavía le queda una jornada por delante. Aunque uno también llegue harto y fastidiado, la principal función del tripulante de cabina es la seguridad del pasajero, aunque ellos estén convencidos de que uno puede y debe controlar el clima.

Otro evento similar que me tocó vivir, fue cuando la T1 se convirtió prácticamente en una alberca. Fue cuando recién se amplió el pasillo ambulatorio externo de dicha terminal, bajo el gobierno de Vicente Fox, ¿ubican los pilares que actualmente están en el pasillo? Pues bien, antes hasta ahí llegaba el edificio terminal; en el sexenio de Fox las remodelaciones se comieron un cacho de calle, y se le puso ese techo transparente de lámina. Pues eso, que recién inaugurado, en la primera gran lluvia, ese techo se convirtió en unas cataratas espectaculares, y el piso en una gran alberca.

En los hechos más recientes, fueron dos días en los que tanto la Terminal 1, como la Terminal 2 del AICM construida por Fox, sufrieron inundaciones en varias áreas. En esta ocasión también se tomó la determinación de desviar varios vuelos a los aeropuertos alternos, y como sucede en estos casos, dependiendo de a dónde hayan mandado la aeronave, se puede transportar al pasaje en autobuses para que lleguen a su destino final. Eso no es nada nuevo bajo el sol.

Leo que les “asombra” lo sucedido en esta semana, y lo tachan de “una barbaridad”, pero es un procedimiento que se lleva a cabo desde hace mucho tiempo. Ahora, cuando se dan las condiciones para trasladar a todos los pasajeros por vía terrestre, se hace. Así terminó el AIFA mandando a los pasajeros a su destino final.

Hay fenómenos meteorológicos que no se pueden evitar. En invierno se cancelarán vuelos por neblina, porque es la época del año, y no debería ser nuevo para nadie que en nuestro país nos acechan las lluvias y las neblinas. En otros aeropuertos las nevadas obligan a cerrar aeropuertos por días completos, y sí, lamento mucho decirles que son “gajes de viajar en avión”.

La aviación no puede combatir el clima; así lo expresó de manera sumamente precisa la Asociación de Pilotos Aviadores de México (ASPA): “No es que no queramos, es que no podemos” y esto se debe a que no se puede volar en condiciones climáticas adversas, básicamente por la seguridad de todos los pasajeros, incluyendo la tripulación.

No me importa sonar como disco rayado, pero es gracias a estos protocolos que el transporte aéreo es -a nivel mundial- el más seguro, porque no se juega, si no hay condiciones, no se vuela. Así que, como usuario de esta maravillosa industria, lo mejor es aprender a viajar.

No sé cuantas veces les he hecho recomendaciones, en la aviación las prisas nunca son buenas; si va a viajar, dedíquele el tiempo y la seriedad que el tema amerita. Desde lo más básico, ¿trae ropa cómoda? ¿lleva snacks desde casa? ¿botella de agua?, porque suele pasar que a cierta hora los negocios de los aeropuertos se cierran, o se quedan sin insumos.

Y no, no solo pasa “en México”, me tocó vivirlo en demoras de miedo en Estados Unidos, donde no había dónde comer algo; si no es porque el gerente de aeropuerto puso a su esposa a hacer sándwiches, nos morimos de hambre.

Por eso es importante viajar siempre pensando en la posibilidad de una demora, y llevar todo lo necesario para hacerle frente: comida, bebida, pilas para el teléfono móvil y varios libros, una carterita pequeña con artículos de aseo personal, y si se puede, un cambio de ropa y un buen suéter; nunca se sabe sí uno va a verse obligado a dormir en una terminal aérea.

Yo tuve que hacerlo en pleno invierno, durante una nevada divina en Frankfurt, y gracias a que venía armada con todo, no pasé tan mala noche. Y no, estos gajes, no son culpa de la 4T, sucede este tipo de eventos a nivel mundial, ya sea con lluvias, tormentas de arena, nevadas, y demás fenómenos meteorológicos.

Aquí el punto a observar, es en cuánto tiempo la autoridad aeroportuaria pudo hacerle frente a un evento así, y tengo que decirlo, se sacaron un diez. Pintaba para que el colapso fuese aún mayor, pero en tiempo récord habilitaron de nueva cuenta la terminal aérea, tantos los edificios como las pistas.

Un hecho que los “golpistas de ocasión” pasan por alto, es que, si hubo más caos dentro de las terminales, es porque están remodelando el AICM para el mundial de futbol del próximo año. Por cierto, para que terminen de hacer berrinche, en julio el AICM estuvo en tercer lugar de puntualidad a nivel mundial. Luego ahondaremos más sobre ese tema en particular. Cierro reiterando que lo importante no es el fenómeno meteorológico, sino cómo se resuelve.

Y aquí lo destaco: estuvieron a la altura tanto los aeropuertos que se vieron involucrados, como las aerolíneas, que tuvieron que hacer y deshacer para que ustedes lleguen seguros a su destino. Porque eso es lo que más importa, que lleguen, y lleguen bien. Desde aquí felicito arduamente a todo el personal aéreo que se la ha rifado en estos días para acortar las demoras y cancelaciones.