El texto “Educar sin aulas”, de Gabriel Zaid publicado en el periódico Reforma el 26 de octubre de 2025, y republicado en la revista Letras Libres es motivo de comentarios y reflexiones en redes sociales digitales. Me sumo al convivio, sin invitación.

Todos nos educamos a todos, a todas horas y en todas partes; y hasta en las aulas, cuando se tiene la fortuna de tener buenos maestros”, señala Gabriel Zaid en el texto en cuestión.

“La educación formal se dedica a administrar credenciales. Pero el aprendizaje —el verdadero— sucede en otros lugares. Por eso el mundo está lleno de graduados que hacen otra cosa, y de no graduados que ejercen con éxito”, dice el colaborador de Reforma.

El texto argumenta que la educación trasciende las aulas formales, y ocurre de manera continua en la vida cotidiana, el hogar, el trabajo y mediante experiencias prácticas. Critica el enfoque que se basa en credenciales sobre el aprendizaje real; cita a Iván Illich y da un ejemplo extremo: el de Hamilton Naki, un cirujano autodidacta sin títulos en Sudáfrica.

Zaid aborda y otorga relevancia al aprendizaje autodidacta o autónomo, las vivencias prácticas y la observación, así como las limitaciones de la educación centrada en las credenciales o en las certificaciones. En general, encuentro coincidencias más que discrepancias.

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Paul Goodman -señala Zaid- hizo notar que “aprender a hablar es un triunfo intelectual formidable” (“The present moment in education”, The New York Review of Books, 10 de abril de 1969). En otra parte (que ahora no encuentro) añadió: “Aprender a hablar es más difícil que aprender a leer y escribir, y se aprende en casa. De aprenderse en la escuela, abundarían los tartamudos”.

Me recordó aquella crítica que hiciera Chomsky a Skinner acerca de los tiempos y las condiciones del desarrollo del lenguaje humano. Memorable crítica al modelo del condicionamiento operante. Si aprendiéramos el lenguaje mediante sistemas de reforzamiento, los seres humanos terminaríamos por construir frases complejas a los 12 años de edad, afirmaba Chomsky en su crítica.

El artículo de opinión del colaborador de Letras Libres supone, implícitamente, la “romantización” del aprendizaje autodidacta y resta importancia a los sistemas de educación formal, que proporcionan una base de conocimientos, valores y habilidades, y fomentan el pensamiento crítico, la reflexión y la capacidad de análisis, entre otras capacidades y habilidades a pesar de las adversidades y las crisis educativas.

Señala, por otra parte, como un ejemplo extremo o extraordinario, el caso de Naki, antes referido en el presente comentario, que no necesariamente representa -por ser excepcional- la condición de las personas que enfrentan barreras educativas.

Cuando Zaid dice: “Los niños aprenden desde que nacen: a llorar pidiendo ayuda, a mamar, sonreír, caminar, hablar. Instintivamente o enseñados. En casa.”, habría que considerar también, en el análisis, una clasificación mínima sobre los tipos de educación que se dan en las sociedades. En ello, coincidimos, en parte: La educación informal (aprender a hablar, a caminar, a comer, etc.); la educación no formal (proyectos de educación sin programas académicos ni intencionalidades de certificación, como en las clases libres de canto, por ejemplo); y la educación formal (generalmente representada por la escuela, las intencionalidades de certificación o credencialización y la organización de programas académicos, etc.).

Coincido con algunas críticas que se han hecho al texto de Zaid, durante esta semana, a través de redes sociales digitales: el autor confunde educar con educar de manera formal o escolarizar, pero atina al señalar que hay que ir más allá de las aulas. Sabemos que educar es mucho más que ir a la escuela. Por otra parte, no es lo mismo aprender en la escuela (a eso le decimos, técnicamente, “aprendizajes escolares”), que hacerlo fuera de ella.

Un concepto ausente en el texto del escritor de Letras Libres es, asimismo, la idea de “formación” integral del ser humano, que no debe reducirse a procesos de enseñanza y aprendizaje, sino que implica un complejo y difícil proceso o procesos de humanización o de respeto a la dignidad humana y de educación ciudadana.

Aunque Zaid cita a Iván Illich (Deschooling society, 1971), quien “se lanzó contra el prejuicio de que el único lugar para aprender es la escuela”, lo cierto es que la escuela, símbolo máximo de la educación formal, sigue viva y es una de las instituciones más importante para concretar los proyectos políticos nacionales en materia de educación pública, después de más 50 de años de la publicación del libro de Ilich.

Finalmente, diría que no es tan lamentable el texto de Zaid, con todo y que él no es un especialista en el tema, sino que lo reprobable son las muestras de adhesión incondicional registradas en redes sociales digitales, sin crítica ni autocrítica, por parte de intelectuales afines o cohesionados en torno a una línea editorial definida. Veamos un ejemplo:

“Nada más educativo que leer a Gabriel Zaid sobre el sentido verdadero de la educación.”, Enrique Krauze, en la red X. (26 de octubre, 2025).

La formación de ciudadanos y ciudadanas es un conjunto de procesos que se desarrollan dentro y fuera de la escuela. Así es que no hay que quemar tanto al santo (la escuela formal), ni tanto hay que alumbrarlo (el autodidactismo). Por ello, pienso que hay que educar con y sin aulas.

Educar, escolarizar, enseñar, aprender y formar ciudadanas y ciudadanos son asuntos de interés público y, por ello, debatibles por parte de especialistas y no especialistas. Y es responsabilidad de la sociedad, no solo de los sistemas escolares. Son asuntos o conceptos que se pueden abordar con el más elevado nivel de rigor académico e intelectual, pero también son temas de opinión pública general. Si se tratara del primer caso (especialistas), diría “zapatero a tus zapatos”, sin embrago, no es el caso. Esta parece ser una pieza del segundo caso (no especialistas).

Con eso me quedo después de leer el texto de Zaid, pero, sobre todo, después de leer a sus amigas, amigos e incondicionales.

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