A los empresarios les da por considerarse a sí mismos tiburones de los negocios. Hasta un programa de TV diseñaron para presentase como ágiles y terroríficos depredadores, Shark Tank, que —según Wikipedia— es una franquicia del formato original de la televisión japonesa, Dragons’ Den o La guarida del dragón.

No sé si el expresidente Enrique Peña Nieto verdaderamente recibió —en forma ilegal, por supuesto— 25 millones de dólares de dos empresarios de Israel. EPN lo niega, pero es un hecho que tanto Avishai Neriah como Uri Ansbache lo han afirmado en el contexto de un disputa legal entre ambos. El asunto es delicado.

Sobrará gente en México que crea más a los hombres de negocios israelíes que a Peña. Ello por cuanto este expresidente no fue capaz en ningún momento de enfrentar a los tiburones —o dragones— de los negocios. EPN actuó en esto como todos sus antecesores del PRI y del PAN: subordinado al poder del dinero.

La 4T sí ha sabido limitar el poder de la clase empresarial. Para alejar a los tiburones de las finanzas, siempre temibles, el gobierno de izquierda desde que AMLO llegó a la presidencia en 2018, utilizó un antídoto probado por Mark Rober, investigador de la NASA: los orines. Este científico pudo demostrar que una buena micción ahuyenta a los tiburones.

Por cierto, la orina también es útil contra lo más temible de los dragones, su capacidad de escupir lumbre. Es algo que se sabe desde que se descubrió que solo con una miccionada de aquellas se apagaba el legendario fuego griego utilizado como arma incendiaria por el imperio Bizantino.

Para anticipar sorpresas desagradables, el segundo piso de la 4T debe invariablemente recurrir a extintores de ese tipo cada vez que se sepa de algún empresario que presuma, para lograr beneficios ilícitos, relaciones tan inmorales como indemostrables con gente del gobierno. El cáncer debe combatirse con energía desde sus primeras manifestaciones.