“El país (México) sigue teniendo muchas injusticias. Quizá ya no vayan a matar estudiantes. Pero por el narcotráfico hay más de 60,000 muertos, sobre todo periodistas.”

ELENA PONIATOWSKA

Del ansiosamente esperado “concierto” entre El Mayo y uno de los Chapitos, hasta ahora no ha salido nada. Ningún nuevo tema, nombre o revelación. Eso sí: ambos capos lograron acuerdos con los fiscales de Estados Unidos y, por ello, se declararon culpables ante tribunales estadounidenses. Esquivan la pena de muerte que Trump decretó para terroristas. Ismael y Ovidio tendrán canonjías y trato de testigos protegidos.

Pero, otra vez: ¿qué han dicho?, ¿algo realmente importante? Hasta ahora, no. Desde sus aprehensiones, las resoluciones judiciales parecen más bien parte de un trabajo conjunto con autoridades norteamericanas. Y, aun así, ni un solo dato interesante sobre posibles funcionarios mexicanos embarrados con el crimen organizado.

No ha caído ningún alto funcionario —ni federal ni estatal—. Ni en México ni en Estados Unidos. Al contrario, pareciera que han recibido mayor cobijo. En el caso de Ovidio, incluso su familia ya se encuentra bajo resguardo estadounidense.

Un detalle relevante, y poco comentado, es que El Mayo Zambada se declarará culpable de narcotráfico ante el mismo juez que sentenció al Chapo. No es coincidencia. La verdadera pregunta es: ¿cuál es el acuerdo con los fiscales para dar ese paso este 25 de agosto? Para conseguirlo, seguramente El Mayo ya entregó información útil para atrapar a peces gordos del crimen organizado, incluyendo posibles “socios” en la política y la empresa. Pero no hay confirmación al respecto.

En la baraja está la posibilidad de que Washington espere a que algunos políticos pierdan fuero o dejen el cargo —legisladores o militares en activo— para entonces ir tras ellos. Lo cual, dada la relación actual entre ambos países, resultaría extraño, pues Trump se regodea cada vez que puede presumir que Estados Unidos atrapa a la escoria criminal de ambos lados de la frontera.

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Paradójico: El Mayo, el anti-testigos por excelencia, ahora convertido en protegido del otro lado del Río Bravo.

Tal vez aún queda la esperanza de que lo que estén “cantando” los capos en EU, y que todavía no se hace público, sirva —una vez comprobado— para dinamitar las entrañas de la industria criminal.

Giro de la Perinola

Nadie debe subestimar el poder del crimen organizado —y menos el de los narcotraficantes mexicanos—. Va mucho más allá del control de rutas en Estados Unidos y Europa o de su poder de fuego, que rivaliza con el del propio Ejército mexicano.

¡Imagínense! Hay cárteles mexicanos en Ucrania, peleando en la división internacional. Buscan perfeccionar su manejo de drones: les servirán para lanzar bombas con precisión a distancia y, no lo duden, también para transportar droga a Estados Unidos. Y algo más: ante la “ayuda” del gobierno de Trump —como el dron que sobrevoló Valle de Bravo la semana pasada—, ¿no se estarán entrenando los narcos en Ucrania para poder derribar esos mismos artefactos?

Si así fuera, los criminales tendrían capacidad de enfrentar al ejército estadounidense. Y en ese escenario, los cárteles dejarían de ser solo una amenaza para México: serían una fuerza capaz de desafiar al propio Pentágono.

Suena exagerado pensar que busquen enfrentarse directamente al ejército de EU, pero lo cierto es que desconocemos el verdadero poder de fuego e inteligencia con que cuenta el crimen organizado en México. Basta recordar: durante la administración Biden, cuando vino a México el secretario de Estado, Antony Blinken, viajó en un avión militar impresionante. ¿Por qué ese tipo de aparato? Una posible respuesta: porque el poder de los narcos es tal, que hasta las autoridades norteamericanas extreman precauciones.