El dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, no ha mostrado capacidad y altura de miras para llevar al Revolucionario Institucional a la competitividad. Es más, no hay ninguna duda de que, en este preciso momento, vive su mayor crisis no solo por las derrotas acumuladas en 2021 y 2022, sino porque hay un verdadero desorden que no han podido evitar quienes están a cargo de los órganos de dirección. De hecho, así es como se explica tanta derrota consecutiva que sigue generando la falta de liderazgos, aunque, también, el mal prestigio que arrastran desde hace décadas.

Así como el PRI llegó a la cúspide del poder, va cayendo a la degradación por la tensión que se vive al interior de un partido . En ese sentido, todas las decisiones y las determinaciones del futuro del PRI pasan por manos del su dirigente nacional, Alejandro Moreno. Se nota que no hay diálogo ni participación para llegar a consensos y acuerdos, lo que ha puesto contra las cuerdas al Revolucionario Institucional.

Y esa será la tónica del proceso electoral del 2023 y 2024 si el PRI sigue por esa ruta de la decadencia. De hecho, no tengo ninguna duda que el proceso electoral del Estado de México lo perderán. Muchos pensaron que la salida de MC beneficiaría más a la coalición. Sin embargo, las encuestas que se han publicado recientemente hablan de una ventaja monumental de la maestra Delfina Gómez. Incluso, ese margen -conforme se acerca el arranque de la campaña- ha ido en aumento lo que significa que, el dominio que mantuvo durante décadas el grupo Atlacomulco, prácticamente llegará a su fin dentro de unos meses.

El PRI está en la lona. A ello hay que sumarle la división interna y la lucha constante que mantienen en la fracción del senado de la República por las fricciones de su dirigente nacional, y las de Miguel Ángel Osorio Chong, asunto que, a la postre, no han podido superar por falta de diálogo.

Esa misma polarización ha ido repercutiendo en las bases del partido. Muchos han cerrado filas con Alito, dado que en sus manos pasará la designación de espacios de participación popular en las elecciones del 2024. En ese sentido, hubo hasta quienes hicieron público su respaldo al presidente nacional pues con mayor razón, lo realizaron a sabiendas de lo que se jugará en espacios legislativos.

Dicho en otras palabras, no podemos negar que todo el control político del PRI ha recaído en manos de Alejandro Moreno. El problema de ello es que, desde hace un par de años, el dirigente nacional no ha sabido administrar esa responsabilidad. Toma decisiones malas; se equivoca en sus posturas y no tiene una agenda política de la que pueda sacarle provecho, incluso su imagen está muy desgastada por tanto escándalo que ha salido a la luz pública, lo que ha implicado pérdida de simpatizantes y, sobre todo, fracturas que son precisamente la causa que ha originado tanta decadencia política.

Y lo que es más preocupante para el PRI es que, hoy en día, se perfilan a la extinción porque no han podido superar, primero, el estigma que arrastran de la corrupción en décadas pasadas. Otro aspecto, sin duda, es lo que confirma el propio termómetro ciudadano. Ya lo dijimos: es muy poco probable que gane el Estado de México; no lo sé en Coahuila, pues sí llegó a beneficiar- a la coalición Va por México- la división que provocó el ahora candidato del PT.

Aun así, la contienda sigue relativamente pareja entre la coalición de Va por México y Morena. Caso contrario, hay una probabilidad muy alta de que, en unos meses, el Estado de México tenga alternancia porque notamos, además de un PRI desangelado, grandes expectativas con la maestra Delfina Gómez. El punto es que, la sociedad de aquella región, ha llegado al hartazgo generalizado de tantas décadas del poder del PRI. Algo similar al proceso del 2018 donde ganó la esperanza de un cambio, aunque, también, influyó la animadversión al partido que en ese momento tuvo el poder: el Revolucionario Institucional.