La Ciudad de México, por la relevancia de muchos factores que ya conocemos, siempre está en el centro de los reflectores. Después de la presidencia constitucional, queda claro, los ojos están puestos en una de las vitrinas más importantes como lo es esta gran metrópoli. Es perfectamente entendible que, por esa razón, se focalice tanto la atención. Todo ese interés, sin duda, ha pasado a manos de Clara Brugada, una de las mujeres de mayor, poder político dentro del movimiento lopezobradorista. Claramente, eso, detallado en las encuestas que miden el desempeño, esbozan los pormenores de una labor ardua que no cualquiera puede presumir, mucho menos cuando se trata del punto con mayor alcance en el país.
Desde que se reglamentó la participación para competir por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, la capital del país, naturalmente, pasó a ser el principal trampolín o la antesala para llegar a la carrera por la silla presidencial. Ahora bien, todo esto ha sido posible entregando resultados tangibles que impacten directamente el desarrollo de la ciudadanía. López Obrador, por ejemplo, es pionero de este proceso de transformación. Los programas sociales, que tanto criticó Vicente Fox, son la punta de lanza que selló el compromiso con el pueblo, principalmente aquellos que viven en condiciones de vulnerabilidad. Esa concepción, como tal, ni siquiera es populismo, como tanto alude el conservadurismo que atesora poder gobernar la CDMX. Lo que es, sobra decir, es ganas de construir una política de estado con gran sentido de responsabilidad.
Quienes han estado al frente de la Ciudad de México, que se resume en gobiernos de izquierda, han dejado en evidencia el grado de compromiso ante los enormes desafíos que enfrenta. Hablamos de movilidad, seguridad, desarrollo, salud, educación, tecnología, innovación y clima. Por eso los reflectores, después de la presidencia de la república, se concentran en el epicentro que alberga los tres poderes de la nación. Dados esos contextos, por supuesto, quien esté al frente de esas tareas que le delegó la mayoría, tiene que estar a la altura de las circunstancias, sobre todo porque el compromiso, a comparación de las demás entidades federativas, es aún mayor. En términos políticos, que no son pocos, indudablemente, la CDMX siempre está en escena del telón de fondo.
El mérito de Clara Brugada, sin duda, tiene sus antecedentes en la lucha por la democracia. Ella, que acompañó las causas de López Obrador en todo momento, se ha ganado un lugar en la historia contemporánea del proyecto de transformación. Hace poco, en tiempos que gobernó una de las alcaldías más importantes en dos periodos consecutivos, puso muy en alto el desempeño. Eso provocó gran interés de la ciudadanía y, en una combinación de circunstancias meritorias, se coló a la encuesta final de Morena. Y sí, cuando muchos auguraban un triunfo de Omar García Harfuch, quien hoy encabeza la rectoría de la CDMX, merecidamente, se alzó con el triunfo. Podemos atribuir a Brugada esa capacidad política para alzarse con una victoria que, para muchos especialistas, significó una utopía.
Rápidamente, con la coordinación de la defensa del voto en sus manos, por el liderazgo que mostró, se hizo de respaldo. El armado de su estructura de campaña, de pies a cabeza, fue siempre potencialmente competitivo. Eso, a la postre, la hizo esquivar la guerra sucia que la oposición propagó sobre ella. No fue sencillo, desde luego. El PRIAN, como nunca, financió y maniobró una de las estrategias más perniciosas. Santiago Taboada, en ese entonces, trató de hacerle la vida imposible, destinando, a través de sus operadores, recursos exorbitantes para dirigir una guerra sin cuarteles que, al final de cuentas, no sirvió de nada. El abanderado de la oposición, que primero se proclamó ganador sin ningún fundamento, tuvo que tragarse sus palabras y reconocer que Brugada, con un tramo importante de votos, se alzó con la victoria.
Ya con la estafeta en sus manos, propiamente dicho, Clara Brugada se ha desempeñado como una mujer comprometida. Ella, para ser exactos, se ubica en el top 5 de los gobernadores y gobernadoras con mayor respaldo ciudadano. Tomando en cuenta que ha tenido grandes desafíos en muchas materias, la jefa de gobierno de la Ciudad de México tiene una visión muy clara del proyecto de transformación. Los programas sociales, una de las insignias de la 4T, está revolucionando el devenir social en la gran metrópoli. El esquema de apoyo y asistencia, que lanzó para quienes rondan en la edad de los 30 años, y no tengan un empleo formal, es, evidentemente, una política de estado que se apega a la esencia de la 4T. Es verdad, la oposición lo califica como derroche y clientelismo; sin embargo, para alguien que tiene una enorme sensibilidad significa una llave de acceso para mejorar la calidad de vida. Hace poco, de hecho, justificamos la importancia de estas acciones, máxime cuando la brecha de la pobreza se ha ido reduciendo significativamente. Más de 10 millones de mexicanos salieron de la pobreza extrema.
Bajo esa consigna, claro está, reconocemos la voluntad social y política de Clara Brugada. De verdad, la Ciudad de México tiene un gran porvenir de aquí en adelante. Las utopías de la CDMX, puntualizadas en megaproyectos de gran envergadura, están sentando un precedente importante para resolver la problemática que aqueja, a nuestro juicio, una de las metrópolis más importantes del mundo. Lo mejor de todo ello es que Brugada, con el presupuesto y las participaciones etiquetadas, apuesta por una política de Estado muy ligada y sensibilizada para quienes mayor necesidad tienen. Por eso trasciende. Su aprobación, en efecto, ronda entre 60 y 62%. Eso da cuenta de qué las cosas se están haciendo muy bien y, mejor aún, se continúa trabajando.