En esta aportación, me voy a permitir abordar dos temas que han estado en la mesa de discusiones en los últimos días y que, por su trascendencia, ambos han cimbrado y hasta polarizado aún más la vida política y social de la república.

El primero son las recientes declaraciones, inconsecuentes, por cierto, de la senadora Lilly Téllez, entre otros, a Fox News, un medio extranjero. La senadora, a través de este medio, literalmente pidió la intervención estadounidense para que, según ella, sea esta potencia ajena a nuestros intereses quien venga a México a combatir los problemas de violencia que han desatado las bandas del narcotráfico. El otro tema es la agresión del dirigente del PRI, Alejandro Moreno, al senador Gerardo Fernández Noroña.

Vamos por partes. Ocultando sus fines perversos de la derecha, la senadora Lilly Téllez fue a vociferar al extranjero en contra del gobierno mexicano y, con sus dichos, ha puesto en riesgo la soberanía y la autodeterminación de nuestro país. Según ella, sus motivaciones fueron la creciente violencia en nuestra sociedad. Violencia que, evidentemente, es provocada por los cárteles en nuestro país; esta primera parte es verdad. No obstante, la otra parte no corresponde a la verdad, pues la senadora y sus socios afirman, sin pruebas de por medio, que el actual gobierno solapa a los cárteles o, de plano, que forma parte de ellos. Veamos el problema desde otro ángulo para intentar desnudar los verdaderos intereses de la senadora.

Tendríamos que preguntarnos algunas cosas como, por ejemplo: ¿los cárteles serán una especie de generación espontánea? Es decir, los líderes de los cárteles ¿serán plenamente autónomos? O incluso, ¿serán de reciente aparición estas estructuras criminales? La senadora así lo da a entender, pues insinúa que durante el periodo neoliberal este problema no existía.

Mi opinión es que la raíz de estos grupos y fenómenos debemos buscarla en otro lado, incluso en el extranjero. Es evidente que el poderío de estos grupos que operan en México reside en que obedecen a otros intereses inconfesables; intereses que los protegen, los controlan y que los usan para otros fines. El cáncer de los cárteles y su violencia existe en varias naciones pobres. Están ahí como un medio sembrado por gobiernos poderosos para justificar otras acciones. La tesis más aceptada es que el imperio solapa y hasta financia a estos grupos de la delincuencia organizada para que sean ellos un pretexto y un instrumento de intervención en los asuntos internos de un país. En otras aportaciones ya he citado investigaciones serias que así lo consignan. Por ejemplo, el cártel de Guadalajara, en el siglo pasado, estuvo controlado por la CIA (Revista Proceso No. 1929, 20 de octubre de 2013). Esta tesis se ajusta perfectamente a los fenómenos del narcotráfico que han venido sufriendo México, Centroamérica y Sudamérica. Veamos una de las estrategias de control publicadas por Noam Chomsky.

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A veces el poder, deliberadamente, deja de atender o atiende en forma deficiente ciertas realidades. Hacen ver esto a los ciudadanos como un problema que demanda una solución externa. Ellos mismos proponen la solución.

¿No tiene similitud esto con lo que estamos padeciendo?

A pesar de lo anterior, las cosas deberían ser diferentes con el actuar de algunos personajes que, por su función, están obligados a proteger los intereses nacionales. Pero, patéticamente, la senadora Téllez, los grupos panistas y priistas que la respaldan, son quienes enarbolan la bandera del intervencionismo. Es imposible pensar que no sabe ella y su grupo el tipo de intereses perversos que están en juego detrás de la existencia de la violencia en nuestra sociedad. Intereses que constantemente están buscando socavar la soberanía nacional.

Como muy seguramente lo sabe la senadora y aun así insiste en su propuesta, entonces su acción se configura en el concepto de traición a la patria, puesto que está defendiendo intereses extranjeros que, de concretarse, van a dañar a nuestra nación. Por otro lado, en caso de una intervención extranjera en México, los cárteles no se van a acabar, pues esos extranjeros intervencionistas no tendrían la intención de acabar con algo que ellos mismos crearon; pero, en cambio, con la intervención interesada, se va a minar la estructura política, económica y social de la república. Es decir, entre otras cosas, se va a detener —pues ese es el fin de la intervención— la propuesta de desarrollo tecnológico y económico autónomo que está proponiendo el actual régimen.

No tengo duda de que la derecha mexicana está consciente de que solo son y serán un instrumento de intereses poderosos venidos del extranjero. Piden que vengan a pesar de saber que lo único que les tocará será quedarse con las migajas que los intervencionistas les lancen. Pero para ellos, las migajas valen la pena, aunque con ello se detenga el desarrollo autónomo de México. En concreto, ¿qué desea la derecha mexicana? Recuperar los tres poderes del gobierno federal, subordinarse al extranjero y seguir medrando.

Veamos la historia de México. La existencia de un imperio en el México recién independiente no fue porque a las potencias europeas les interesara el desarrollo autónomo del pueblo mexicano. Lo que las potencias querían, mediante el sostenimiento de un imperio, era tener el control de un territorio que les permitiera continuar con el saqueo de los recursos naturales de México y del sur del continente. En aquel tiempo, el poder europeo consideraba que, para poder entrar a México, era necesario que existiera un grupo de locales que implorara su intervención. Y eso sucedió. Fue la derecha de aquel entonces, donde estaba la Iglesia, el grupo que decidió solicitar el apoyo de los europeos para traer un gobernante de más allá de los mares. Con su acción, aquellos serviles se convirtieron en instrumento de intereses extranjeros. Suponían ambos, intervencionistas y los que pedían, que los dos ganaban. La derecha de aquí, de ese entonces, consideraba que de esa forma iba a recuperar sus privilegios de saqueo y los extranjeros pensaban que serían los grandes ganones al ser dueños absolutos de las grandes riquezas de nuestro país. Las migajas serían para sus lacayos mexicanos.

Seamos claros. Los proimperialistas mexicanos del siglo antepasado, al defender intereses de ellos y entregar los recursos nacionales a extranjeros, claramente se convirtieron en traidores a la patria. Querían recuperar sus privilegios que tenían, por ejemplo, los fueros de la Iglesia o el gobierno mismo. Poderes que les habían sido arrebatados por el juarismo. Creían ellos que la potencia intervencionista les iba a restituir lo perdido, pues creían que lo perdido era de su propiedad. Por eso, a pesar de que a los de la derecha de ahora les moleste que se les recuerde ese suceso vergonzoso del siglo XIX, la similitud no deja lugar a dudas. Es idéntico a ese pasado oscuro lo que está sucediendo en este momento. La derecha actual de nuestro país cree tener el derecho a depredar, a ejercer el gobierno para su propio beneficio, entregar los recursos nacionales al extranjero y explotar al pueblo. No olvidemos las traiciones del PRI, PAN y PRD en la época de Peña Nieto, cuando entregaron al extranjero los recursos de la nación a través de sus llamadas reformas estructurales. Pero ojo: el otro poder poco visible y con una enorme complicidad y responsabilidad en estos últimos años ha sido el poder judicial. Este poder avaló el despojo al pueblo de sus recursos y se convirtió en un poder antinacional. Por eso a la derecha le dolió tanto que el mismo pueblo se los haya quitado recientemente.

De ahí que, ante las reprobables acciones de la senadora, le guste o no, lo niegue o no, en el terreno de los hechos, el pueblo tiene derecho a llamarle traidora. Por cierto, creo que deberíamos reclamarle al senador Fernández Noroña su actitud necia cuando defiende la existencia de los plurinominales. Es prudente pedirle que se serene ante la propuesta de desaparecerlos, invitarle a que abandone su amenaza absurda cuando afirma que, si desaparecen los plurinominales, él se alejaría de la política. Soberbia grande la del senador, sin duda, pues se cree insustituible.

Creo que el senador ha perdido la cordura; su corazón se ha llenado de arrogancia al creer que es dueño de una verdad que ya no tiene validez, por lo que, con sus dichos y hechos, se concluye que el senador ha perdido la cercanía con el pueblo. Y si insiste en su tesis trasnochada, es posible que se esté acercando también a ese señalamiento de traición al pueblo.

Visto es que son los plurinominales quienes más daño le están haciendo a México. Esa es la realidad social en este momento. Además, debe de saber el senador Fernández que la existencia o desaparición de una ley se da de acuerdo con las exigencias y evoluciones sociales. Eso se enseña en las universidades en la cátedra de derecho.

En su momento, estas figuras tuvieron utilidad, pues era la sociedad quien reclamaba esos espacios democráticos de participación ante un grupo monolítico y antidemocrático que conservaba el poder. En estos momentos, es una sociedad más participativa la que está pidiendo la desaparición de estas figuras por el daño que le están causando a México. Esa es la realidad social. Pero, por lo visto, es el senador Fernández quien no está aceptando esta realidad social. Él era fiel repetidor de aquella frase de que “el pueblo pone y el pueblo quita”. ¿Pues entonces qué es lo que le ha pasado cuando se aferra a unas tesis que en este momento ya van en contra de la sociedad y de su realidad?

El senador debería leer la realidad en este momento y no ponerse en contra del sentir social mayoritario. Pero como, al parecer, Fernández Noroña está leyendo mal la realidad, me atrevo a sugerirle que regrese a la senda democrática que él mismo ayudó a construir. E incluso, que renuncie a ciertos lujos de los que ahora presume disfrutar. El senador decidió desde hace años transitar una ruta de lucha y de austeridad en la que viven la mayoría de los mexicanos. No se trata de deliberar si esos lujos se los ha ganado con sus ingresos o no, se trata de seguir del lado del pueblo pobre, viviendo igual que ellos, pues esa es la ruta que él eligió. O, en su caso, que públicamente anuncie que ya dejó de ser pobre, que ya decidió abandonar la austeridad republicana y que se va a incorporar al sector de los nuevos ricos. El senador debería reflexionar sobre el significado de congruencia y actuar en consecuencia.

A pesar de lo anterior, abordemos la agresión del senador Alejandro Moreno, dirigente del PRI, al senador Fernández Noroña. Ante estos desplantes violentos de la derecha, a los gobernantes actuales les deben quedar claras algunas cosas: actuar con prudencia para no caer en provocaciones, y con hechos refrendar la lealtad al pueblo, y actuar con firmeza ante los amagos del extranjero, poniendo por encima de todo los intereses de la nación.

Ah, pero también si aquellos que ahora se cobijan en la 4T caen en deslealtades, creyendo que lo mejor es someterse a la derecha, e insisten en reciclar la corrupción, consideran válido encumbrar a personajes que la practicaban en otros partidos y, con debilidad convenida, se someten también a los intereses extranjeros, entonces serán tan traidores a la patria como aquellos que en tiempos presentes no tienen empacho en pedir que una potencia extranjera viole nuestro territorio y soberanía, aunque estos últimos digan que son parte de la 4T.

Mtro. Juan Durán Martínez | Correo: escribidoretica@gmail.com