Al cierre de 2025 la economía mexicana está en terapia intensiva. Lo que alguna vez fue la segunda economía más grande de América Latina hoy avanza sin rumbo, estrategia ni liderazgo. El país acumula señales de deterioro: desplome de expectativas, fuga de capitales, parálisis productiva, rezago regional y un Estado cada vez más endeudado y con menos capacidad de respuesta.

A un año de la nueva administración, no existe medida estructural, plan o mensaje de certidumbre que apunte hacia una corrección del rumbo. Al contrario, se profundiza la improvisación y el desgaste institucional.

Al borde del colapso

Los organismos internacionales lo confirman: el FMI ajustó su pronóstico y estima que México se contraerá 0.3% este año, un desplome de 1.7 puntos respecto a su estimación inicial; mientras el Banco de México reportó que el sector privado redujo las expectativas a 0.39%. Oficialmente México es la única economía del G-20 con crecimiento negativo. Ni Turquía, Sudáfrica o Argentina en crisis, arrastran una perspectiva tan pobre.

Para 2026 la historia no mejora: tanto el FMI como Hacienda esperan un raquítico 1%, cifra que en cualquier país sería considerada fracaso total.

Siete años de crecimiento perdidos

La narrativa triunfalista del gobierno no puede ocultar los datos: el país creció 0.96% en promedio durante el primer sexenio de la 4T, y apenas 0.3% en el arranque del “segundo piso”. El periodo de peor desempeño económico desde la crisis de los años ochenta.

Las columnas más leídas de hoy

Mientras naciones como Argentina, Panamá, Paraguay o República Dominicana crecen entre 3% y 5%, México se hunde en el sótano regional. Según la CEPAL, somos el tercer país con peor crecimiento de toda América Latina, por encima únicamente de economías en colapso.

México —un país con 130 millones de habitantes, ubicación estratégica y un tratado comercial privilegiado— crece igual o peor que países con crisis políticas, sin acceso a financiamiento internacional o con economías minúsculas. La comparación es vergonzosa.

Pemex: el hoyo negro

El factor que arrastra a México hacia la inestabilidad es el desastre operativo y financiero de Pemex. La empresa que alguna vez fue símbolo de orgullo nacional, hoy es una máquina insaciable de pérdidas, deuda y rescates.

A la deuda financiera que supera los 100 mil millones de dólares, una cifra que ninguna petrolera del mundo puede sostener sin colapsar, se añaden pasivos laborales superiores a 1.2 billones de pesos, imposibles de pagar sin comprometer décadas de finanzas públicas.

La producción se desploma. El gobierno anterior prometió 2 millones de barriles diarios; en realidad apenas llegó a 1 millon 641 mil; la nueva administración lo hundió aún más: 1.37 millones de barriles, la cifra más baja en más de 40 años.

Pemex ya no es una empresa, es un agujero negro fiscal que amenaza con arrastrar al país entero. Cada peso destinado a salvar a la paraestatal es un peso que no se invierte en escuelas, hospitales, carreteras, innovación o seguridad.

La necedad de mantener vivo un modelo energético obsoleto está hipotecando el futuro de varias generaciones.

Capitales huyen

Sin inversión privada no hay economía. El país vive un ambiente hostil para los inversionistas. La incertidumbre jurídica, reformas improvisadas, daño a los organismos autónomos, concentración del poder y la falta de respeto a contratos y reglas, han creado un clima de miedo financiero.

Los capitales huyen. La inversión privada se frena. No hay proyectos nuevos. Los parques industriales están en pausa y se desaprovecha la mayor oportunidad geoeconómica del siglo: el nearshoring.

En lugar de atraer empresas, las estamos ahuyentando y sin inversión privada, simplemente no hay crecimiento. El gobierno puede inventar narrativas, pero no puede reemplazar al mercado.

T-MEC: la joya estratégica

Para México el T-MEC debería ser una plataforma de crecimiento, modernización y competitividad. Pero la realidad es otra: conflictos comerciales, incumplimientos, falta de diálogo y decisiones internas que violan el espíritu del tratado y generan fricciones con Estados Unidos y Canadá.

Nos acercamos a la revisión del T-MEC sin una posición sólida, una estrategia técnica o un equipo negociador de estatura; con el riesgo de perder ventajas clave o de enfrentar represalias comerciales.

El T-MEC no es eterno ni está garantizado. Si México sigue debilitando su marco institucional, contaminando el sector energético y cerrando espacios a la inversión, el tratado puede convertirse en un cascarón vacío.

De continuar así, las implicaciones son evidentes y devastadoras:

Estancamiento económico prolongado

• Mayor pobreza y desigualdad

• Colapso del espacio fiscal

• Nuevos recortes, más deuda y más impuestos

• Pérdida de empleos y deterioro del salario real

• Desindustrialización frente a otros países que sí modernizan su economía

• Riesgo real de una crisis financiera en la próxima década

El modelo económico actual ya no funciona: se necesita un giro radical, no ajustes cosméticos. Una corrección profunda e inmediata, no “fortalecer” la estrategia actual, sino abandonarla. Pemex debe dejar de ser el centro irracional de la política económica.

Se necesita certidumbre jurídica, un sistema regulatorio profesional, un retorno a la autonomía institucional y un verdadero impulso a la inversión privada y la innovación.

Está en juego el futuro del país

Mientras el gobierno siga apostando por un modelo fallido, México seguirá siendo —en el mejor de los casos— un país estancado. En el peor, uno al borde del colapso económico.

X: @diaz_manuel