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Está claro que el mayor reto que tiene el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en lo económico es la inflación, se trata de un indicador clave en la consecución de los objetivos de crecimiento económico y bienestar, ya que al final del día lo que se logra avanzar con crecimiento, se retrocede en el acto si se tiene carestía.

La fórmula es difícil de asimilar, crecimiento con inflación no es crecimiento y el efecto que esto tiene sobre los consumidores es que al final no se tiene desarrollo.

Es importante entender que desarrollo y crecimiento no son la misma cosa, y menos si pensamos en un tercer elemento que es el bienestar. La carestía afecta a los estratos inferiores de la pirámide económica y su efecto puede ser devastador.

Ahora esa carestía hace que las personas deban tomar decisiones dramáticas, es decir, deben decidir si van a alimentarse bien o van a invertir sus recursos es otras prioridades como es el vestido o el transporte.

Es por momentos difícil de asimilar esa realidad, sobre todo si usted que me lee es de las personas que tienen la vida resuelta y puede alimentarse bien, viajar, vestir a la moda y ve el tema del costo de los alimentos como algo relativo, pues le da igual comer en casa o un restaurante.

La realidad de la mayor parte de los mexicanos no es esa, y muchos obreros, campesinos y estudiantes deben tomar la decisión de como alimentarse a sí mismos y a sus familias haciendo enormes esfuerzos en la economía familiar. La inflación justamente tiene ese efecto, afecta a los más pobres.

He sabido de obreros del sector automotriz y otros que manifiestan que la base de su alimentación cotidiana son las papas y las tortillas, la proteína es un elemento escaso y eso se refleja también en una baja en el rendimiento cotidiano de los obreros.

Por esa razón es sumamente importante el llamado “acuerdo de apertura para controlar la inflación”, anunciado por el gobierno de la República este lunes 3 de octubre, con un enfoque adicional, es de esperar que un gobierno que tiene como bandera de lucha “por el bien de todos, primero los pobres” tome este tipo de medidas.

Y está claro también que los esfuerzos que se han hecho para frenar la carestía en las cadenas de valor de los combustibles, en específico con gasolina, diésel, electricidad y gas licuado de petróleo dieron su fruto, sin embargo los costosos subsidios no son suficientes, pues mientras se frena el alza en esos productos que están en control del gobierno por ser agente preponderante en esos mercados, la realidad es que la inflación en alimentos está sujeta a otras reglas de mercado, que impiden un control directo, la aplicación de precios tope y otras medidas que se pudieron aplicar a los combustibles y la energía.

El presidente López Obrador busca que con estas medidas se dé un punto de inflexión hacia fin de año, y que el 2023 pueda arrancarse en condiciones de mayor normalidad a fin de consolidar el crecimiento de la economía, el desarrollo del país y el bienestar de la población.

De hecho a partir de estas medidas ya se piensa en los aumentos al salario mínimo para el año próximo, en un anuncio que buscará modular el efecto de esa inflación disparada en este año y ofrecer un escenario de recuperación del poder adquisitivo y la calidad de vida del grueso de la población.

El acuerdo para frenar la inflación es sin lugar a dudas un buen acuerdo, sin embargo las expectativas que tengo es que sus efectos vayan a profundidad para mediados del año 2023, cuando la inflación podrá regresar a rangos de lo que es razonable en la visión de política monetaria del Banco de México.

La inflación es elevada, sin duda, 8.7% es un escenario complejo, sin embargo la reacción que está teniendo el gobierno de México es la adecuada, no haber intervenido en el mercado de combustibles nos hubiera puesto en el escenario de inflación del 12 al 15%.

Sin embargo para tener una perspectiva adecuada al respecto, es importante recapitular sobre la historia reciente en este país y recordar que Miguel de la Madrid Hurtado, tuvo inflación del 179%, Carlos Salinas tuvo una media de 30% en la inflación y con Ernesto Zedillo llegó a dispararse a niveles del 50% justamente en la fase inmediata al llamado “error de diciembre”.

La memoria histórica es importante, porque esos gobiernos llegaron al país con la bandera de que ellos sí sabían qué hacer con la economía y cómo impulsar el crecimiento y la estabilidad, al final la historia comprueba que fueron altamente ineficaces e incluso irresponsables en su manejo y en su toma de decisiones.

Hoy el gobierno de López Obrador nos muestra qué hay otro enfoque, otra manera de hacer las cosas y que aplicando el criterio de favorecer a los que menos tienen, se hace buena economía.

A todos nos conviene.

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