Hechos como los de la semana pasada en cuatro estados de la república, la violencia que no cesa, las autoridades rebasadas, ineficientes y en muchas ocasiones, corruptas. El ir y venir de acusaciones y deslindes entre políticos y servidores públicos llevan a preguntarse: ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué podemos hacer para combatir al narcotráfico?

La criminalización del consumo no funcionó; la guerra contra las bandas de narcotraficantes tampoco, sólo sirvió para que los delincuentes se volvieran más violentos; la justicia transicional fue una buena propuesta, pero nadie le hizo caso y la estrategia de atacar las causas es un buen enfoque, pero sus resultados sólo se percibirán en el largo plazo.

Se ha dicho muchas veces. Para acabar con el narcotráfico se necesita una política integral, la cual incluye un componente básico: Desarticular las bandas de narcotraficantes estadunidenses. Parecería que todo ocurre en México, Colombia o Panamá. Que como por arte de magia una vez que la droga pasa la frontera estadunidense desaparece. Esto no es así, el eslabón más importante del gran mercado de las drogas está al Norte del Río Bravo.

¿Cómo quitarle el negocio al narco en México? Hay dos aspectos sustanciales. Primero, pegarles a sus finanzas. Segundo, desarticular el mercado de las drogas. Para estas dos metas hay tres acciones posibles en el corto y mediano plazo:

  1. La reglamentación del consumo de la mariguana para uso terapéutico, lúdico e industrial.
  2. La despenalización de la naturaleza.
  3. La expedición de un nuevo reglamento federal de toxicomanías.

Hasta el momento, la Suprema Corte ha resuelto el tema del consumo de la mariguana, lo cual es un gran avance, pero no es suficiente. El Congreso de la Unión y el presidente deben hacer su chamba y hacerlo rápido. Reglamentar el consumo y uso de la mariguana representa un negocio multimillonario para empresarios con visión y nuevos ingresos vía impuestos para las arcas del gobierno, como ya lo es en California y otros estados de la Unión Americana.

Despenalizar a la naturaleza significa permitir el cultivo y consumo personal o colectivo de hongos y plantas, además de la mariguana, con propiedades psicoactivas. El mercado de estos productos naturales es minúsculo, pero mucho menos dañino que el de las drogas sintéticas. El peyote debe ser resguardado como patrimonio de los pueblos originarios y como un recurso natural protegido.

Hablo de un nuevo reglamento federal de toxicomanías, para recordar el que Lázaro Cárdenas expidió en 1940, en el último año de su gobierno, mismo que Estados Unidos vetó. Al igual que en el original, este reglamento consideraría el consumo de drogas como un problema de salud pública y no como un delito. El Estado atendería el problema a través de sus instituciones de Salud. Los toxicómanos que así lo desearan acudirían a instituciones públicas o privadas para prescripción médica. Las dependencias de salud pública proporcionarían de manera gratuita a los toxicómanos las dosis de droga, como cocaína, heroína, mariguana, entre otras, para su tratamiento, evaluación y cura.

Con la aplicación de este reglamento, el gobierno le rompería una pierna al mercado negro de las drogas en México.

Lázaro Cárdenas hablaba poco, hacía mucho. Los políticos de ahora dicen mucho, hacen poco. Si Andrés Manuel López Obrador quiere demostrar que es un político innovador y progresista debe reglamentar el uso de las drogas y despenalizar su consumo. Eso pienso yo, ¿usted qué opina?

Onel Ortíz Fragoso en Twitter: @onelortiz