“Llamar a las cosas por su nombre es el principio de la sabiduría.”
Confucio
“El terror es el miedo más la prisa.”
Mario Benedetti
“Delincuencia organizada realizando atentados terroristas” —sí, suena duro–. Pero duro debería ser y lo amerita. Lo digo porque ni 24 horas necesitó la Fiscalía General de la República (FGR) —o, mejor dicho, quien la dirige— para demostrar su exquisita autonomía... O su absoluto desconocimiento... O ambas cosas.
El sábado, un coche bomba explotó frente a las instalaciones de la policía comunitaria en Coahuayana, Michoacán. El saldo preliminar: varios heridos, otros tantos muertos, además de destrucción de inmuebles y vehículos.
Al día siguiente, la FGR comunicó que investigaría el hecho como “terrorismo”. Un uso del lenguaje que despertó —al menos por un momento— esperanza de que la Fiscalía anduviera con zapatos propios (y con la verdad por delante).
Pero esa esperanza fue breve, como todas las decisiones firmes de este gobierno. Menos de 24 horas después, el asunto fue reclasificado como “delincuencia organizada”. Sí: ese comodín jurídico que sirve para casi todo… ¿Ignorancia legal, presión de afuera o mera instrucción de arriba?
Miren ustedes: el “terrorismo” está dentro de los delitos tipificados por la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada. Mientras que el Código Penal Federal, en su artículo 139, establece penas de 15 a 40 años para quien provoque explosiones, utilice armas, o cometa actos violentos que generen “terror, miedo o alarma” en la población.
Así que, en teoría, tanto si se le llama “delincuencia organizada” como “terrorismo”, la sanción —y su gravedad— podrían coincidir. Entonces… ¿por qué esta curiosa renuencia a usar la palabra “terrorismo”?
Quizá porque así conviene más. Porque —digámoslo claro— si se dice “terrorismo”, se activa una narrativa internacional: alarmas, necesita respuesta firme, justifica mano dura, quizá intervención externa, presión… cosa que algún expresidente gringo celebra, pero que al gobierno federal y al de Michoacán, sobre todo a meses del Mundial, causa escozor.
Ya lo sabíamos, pero esto lo refuerza, la autonomía de la Fiscalía se halla en cuarentena. En stand-by. En un estado de “no molestar a sus patrones”. Hablo de los poderes ejecutivos, pero también de Morena y, por supuesto, de no pocos grupos del crimen organizado.
Resultado: lo que muchos vimos como un acto terrorista —violento, indiscriminado, con bombas— ahora es una carpeta más de “crimen organizado” que va a acumular polvo. Una etiqueta, de entrada, neutra, gris, aburrida. Con menos ruido mediático que le pueda pegar a la 4T. Así las prioridades.
Y lo más terrible y cierto: los muertos siguen siendo muertos, los heridos siguen sangrando, los escombros están ahí… mientras otros y otra miran el expediente y deciden de qué color pintarlo.
Mexicanos: así es precisamente como se normaliza la violencia. Así se relativiza el horror. Así se limpia la foto antes de publicarla en redes…
Porque, claro, lo importante nunca será que se cometió un atentado terrorista. Lo importante es cómo se llama.





