En un proceso inédito en la historia democrática del país, las campañas rumbo al poder judicial han obligado a las y los candidatos a replantear completamente la manera de conectar con el electorado. Sin partidos, sin espectaculares y sin los recursos tradicionales de la política, han tenido que construir estrategias nuevas, cercanas, y profundamente vinculadas a las necesidades reales de la ciudadanía.

Este proceso ha revelado una verdad incontestable: el acceso a la justicia no puede seguir ocurriendo a puertas cerradas. En esta elección, muchas candidaturas han optado por recorrer calles, escuchar testimonios y explicar sus propuestas cara a cara. La campaña se ha convertido, más que en un acto proselitista, en un ejercicio de pedagogía cívica y escucha activa.

Uno de los ejemplos más representativos es el caso de Mariana Muñiz, candidata a magistrada de circuito por las delegaciones de Coyoacán e Iztapalapa, dos territorios tan contrastantes como emblemáticos. Mientras Coyoacán conserva un fuerte sentido de identidad comunitaria y un perfil más institucional, Iztapalapa representa el epicentro de demandas urgentes en torno al acceso real a la justicia.

Lejos de intentar homogeneizar sus mensajes, Muñiz ha entendido que cada alcaldía tiene historias, dolores y esperanzas distintas. Por eso ha recorrido las calles, mercados, parques y centros comunitarios, recogiendo directamente testimonios de ciudadanas y ciudadanos que expresan lo que debe cambiar en el sistema judicial: desde la lentitud en los procesos, hasta la falta de sensibilidad en casos de violencia familiar o la discriminación que aún persiste en los juzgados.

Además, Mariana ha sido una voz firme en defensa de la reforma judicial impulsada en esta elección, destacando uno de sus ejes más transformadores: la obligatoriedad de la equidad de género. “Por fin llega un modelo que obliga al sistema a abrir espacios para las mujeres y a derribar las barreras que históricamente nos han frenado dentro del Poder Judicial”, ha declarado.

Con más de trece años de trayectoria en el sistema, y sin haber recibido privilegios ni padrinazgos, Mariana representa a una nueva generación de juzgadoras que entienden que la justicia también se construye desde la calle. Su campaña no solo promueve el voto, promueve también un nuevo pacto ciudadano con la justicia.