Mucho se ha discutido durante años sobre la conveniencia de eliminar a los diputados plurinominales y a los senadores de minoría.

A manera de resumen, los pluris son los diputados que alcanzaron su curul a través de las listas de representación proporcional propuestas por los partidos. Es decir, a diferencia de los representantes uninominales, los pluris no ganaron la mayoría de los votos en su circunscripción, sino que consiguieron el segundo, tercer o cuarto sitio.

Este método de representación proporcional, inexistente en otros sistemas como el parlamentarismo estadounidense o británico, ha permitido que tengan voz y voto en el Legislativo los millones de mexicanos que expresaron su voz en las urnas, pero cuyo partido de preferencia ha sido derrotado como primera opción en los comicios.

Derivado de este modelo, los partidos de oposición históricos como el PAN o el PRD tuvieron presencia en el Congreso, pues en los hechos, no contaban con la maquinaria estatal del PRI que hiciese probable su triunfo en los distritos.

A la luz de la conformación actual del Congreso, ante una reforma que eliminase definitivamente la representación proporcional, el PAN tendría apenas un puñado de diputados, mientras que las partidos satélites de Morena, léase el PT y el Verde, serían prácticamente extinguidos del poder Legislativo.

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Los impulsores de su eliminación esgrimen el argumento de que México debería continuar la línea seguida por Estados Unidos y Gran Bretaña. A la vez, aseguran que se lograría un ahorro presupuestario y el que Congreso sería más “democrático” pues solamente quedaría conformado por los legisladores que ganan en los distritos.

No suscribo esta idea. A la luz de la historia del México del siglo XX, y a raíz del autoritarismo de partido impuesto por el PRI, la existencia de los plurinominales ha facilitado la convivencia en el Congreso y permitió durante años que el partido hegemónico no reformase en solitario la Constitución.

Así quedó manifiesto en el marco de aquella reforma judicial impulsada por el presidente Ernesto Zedillo. Derivado de la presencia de los plurinominales, el presidente se vio obligado a negociar con el PAN un cambio constitucional que conllevaba una transformación completa del sistema de justicia.

Por otra parte, la presidente Claudia Sheinbaum y sus legisladores van por la reforma electoral y por la eliminación de los plurinominales. Lo ha reiterado la jefa del Estado.

Con lo anterior, sumado a la captura y debilitamiento del INE, el régimen consumaría el control de los destinos del Congreso. Los partidos de oposición, hoy bastante reducidos, serían condenados a menos del diez por ciento de las diputaciones. Morena, por su parte, contaría con alrededor del 85 por ciento de la Cámara Baja y una cómoda mayoría calificada en el Senado.

Sin embargo, no será una tarea fácil para el régimen, pues deberán sacar la cartera de prebendas y chantajes con el objetivo de ofrecer al Verde y al PT incentivos atractivos para que, desde sus escaños y curules, se inmolen, voten la reforma electoral, y enseguida, desaparezcan del Congreso de la Unión.