México.- Huir o morir fueron las dos opciones que integrantes del grupo criminal “La Familia Michoacana" pusieron sobre la mesa a pobladores de San Felipe del Ocote, municipio de Apaxtla de Castrejón. Pero los habitantes de esta comunidad ubicada al norte del estado de Guerrero, decidieron hacerles frente y salvar a sus familias.

Desde hace poco más de 10 años esta comunidad -ubicada en los límites con el municipio de Arcelia, uno de los principales bastiones del grupo criminal-, tenía una postura neutral a pesar de que eran obligados a proveer de alimento, agua y hospedaje a los dos grupos que se disputaban el control de la zona.

Esta fue su única manera de protegerse, en un sitio lejos de la mirada de los tres niveles de gobierno, sometidos por la delincuencia organizada, y donde las opciones no eran muchas, solo sobrevivir.

Hasta hace unas semanas la carretera de terracería estaba destrozada, lo que implicaba hacer por lo menos tres horas de camino hasta la cabecera municipal, Apaxtla, para abastecerse de víveres o acudir al médico.

Después de varias solicitudes al gobierno municipal, finalmente les fue enviada una moto conformadora para rastrear la terracería, lo que incomodó a la célula criminal que mantenía a raya a las poblaciones de la zona y secuestraron al operador de la máquina, de nombre Moisés.

La población lo había protegido durante los trabajos, pero poco pudieron hacer contra las armas de grueso calibre; con todo y maquinaria, una tarde de jueves se lo llevaron con rumbo a Arcelia y, advirtieron los criminales, regresar a acabar con todo el pueblo.

Se desplegaron en puntos estratégicos alrededor del pueblo con armas austeras, en espera de alguna señal de ataque; a las 06:00 de la mañana llegaron, disparando desde los cerros y sembrando el terror en la comunidad. Fueron cinco horas de enfrentamiento.

Con la capacidad de respuesta mermada, con un saldo de cuatro personas heridas, contuvieron al grupo criminal, mientras se organizaba la huida.

Relatan que en una camioneta tipo pick-up, la única que había en el pueblo, subieron a unos 30 niños, desde recién nacidos hasta de 10 años de edad para enviarlos a Liberaltepec, la localidad más cercana. 

Un segundo grupo, conformado por aproximadamente 40 mujeres, fue el siguiente en emprender la huida, pero caminando. A mitad de su trayecto, fueron halladas por miembros de la policía comunitaria del Movimiento Apaxtlense Adrián Castrejón (MAAC). “Cuando las encontramos, se amontonaron como borreguitos, pensando que podríamos ser de los malos y que las íbamos a matar”, señaló un integrante del movimiento.

Con intervención del MAAC, los criminales se replegaron y la totalidad de la población se pudo trasladar a la cabecera municipal, donde permanecen en espera de determinar su futuro.

A cuatro días de su desplazamiento forzado, y ya con la presencia del Ejército mexicano, Policía Estatal y el resguardo de la Policía Comunitaria, sólo han acudido en grupos para sacar sus cosechas y algunas pertenencias… Esta vez, para nunca regresar. “Solo le echamos la bendición a nuestro pueblo”, dice una mujer durante una reunión con el presidente municipal, Salvador Martínez Villalobos.

“Ya nos salvamos esta vez, ya mejor nos quedaremos por acá”, señala personas más quien, incluso, propone que el gobierno municipal destine un predio cercano a Apaxtla, donde puedan ser reubicados.

Otros, que conocen la situación en la que vive la zona, se irán a las entidades vecinas, como Morelos o Estado de México; otros más se irán a seguir a sus hijos a los Estados Unidos, pero regresar a San Felipe del Ocote ya no es una opción.

 Avanza la desolación

San Felipe del Ocote se suma a una decena de pueblos fantasma, entre los que destacan Tlanipatlán de las Limas, Laguna Seca y Rincón del Vigilante, todas en la frontera de la Zona Norte y la Tierra Caliente de Guerrero.

Años de ausencia gubernamental, abandono institucional, marginación y pobreza, han dejado una zona desolada; tan sólo en el municipio de Apaxtla de Castrejón, cerca de 25 comunidades están al borde de la extinción pues solo permanecen habitadas por adultos mayores, quienes se aferran a morir en sus tierras.

San Felipe se encuentra a unos 50 kilómetros de distancia de Apaxtla, la mayor parte es terracería; el primer pueblo en el camino es Tlanipatlán de las Limas, donde hace seis meses las últimas familias que ahí vivían abandonaron sus hogares.

A 40 minutos está Liberaltepec donde, ante el paso de tres camionetas con policías comunitarios y una patrulla de la Policía Estatal, cierran puertas y ventanas, nadie se asoma ni siquiera para saber de quién se trata; en unos días esta será la última frontera entre las bandas rivales.

Al llegar a la comunidad, sobre la calle principal solo hay costales y cajas de cartón, donde han empacado sus pocas pertenencias, recuerdos, y con toda su vida acomodada en camionetas tipo Nissan de estaquitas, se van para siempre.

Ahí se quedan sus casas, las pertenencias que nos los pueden acompañar en este viaje; también los animales que fueron compañía y fuente de trabajo se quedan a su suerte, los perros les miran irse, tal vez sepan la razón tal vez no, pero los despiden con ladridos.

Ahí se quedan las casas, con sus azoteas llenas de maíz, con la mazorca a medio desgranar, como si se hubiese tratado de una desaparición espontánea: queda el tecorral a medio construir, una siembra a medio cosechar.

En cuanto se retire el Ejército, la Policía Estatal y la comunitaria, la tierra ya es de la Familia Michoacana, sembrando el terror ganaron esta batalla, y ponen sus ojos en la siguiente comunidad. “No dudo que pronto los tengamos en la cabecera municipal”, dice un policía comunitario con una voz entre cortada, oculta detrás de una máscara.

Con miles de carencias, contiene Movimiento Apaxtlense avance de la Familia Michoacana

El Movimiento Apaxtlense Adrián Castrejón (MAAC), conformado en el año 2013 como una policía comunitaria, contiene con sus múltiples carencias el avance del grupo delictivo “La Familia Michoacana".

Desafortunadamente, coinciden dos comunitarios que acompañaron a un grupo de reporteros a San Felipe del Ocote, “no podemos brindar seguridad a todas las comunidades como quisiéramos”.

Para proteger a las comunidades, como hubiese sido en este caso, enumeran; se requiere de por lo menos 600 pesos de gasolina diaria por cada vehículo, alimentación, el agua escasea, refacciones para las unidades, atención médica por cualquier lesión que les pueda ocurrir, armamento y municiones.

“No lo tenemos y nadie no los da”, señalan, por lo que esta vez solo pudieron frenar el ataque por algunos días y una vez que ya no haya nadie a quien proteger en este pueblo, regresan a sus bases en Apaxtla.

Esta policía comunitaria, como el resto en el estado, surgió por la incapacidad gubernamental para garantizar la seguridad, cuando una ola de secuestros y asesinatos se desató en la región.

Los miembros de la comunitaria comentan que no quisieron meterse a “la maña”, lo que también les ha costado ser víctimas.

Uno de ellos relata que en tres ocasiones ha sido “levantado” en una de ellas tuvieron que pagar una fuerte suma de dinero para lograr su libertad, pero fue golpeado y torturado.

Aun así, sin el apoyo, ni el reconocimiento como policía comunitaria por parte de ninguna instancia de gobierno, han sobrevivido y esperan proteger al menos la cabecera municipal, donde también viven los suyos.