Advertencia: El siguiente texto puede contener spoilers de “Se levanta el viento”.
Aunque nunca de manera explícita, el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, deja claro en su extensa obra que la vida en sí misma es trágica y que el ser humano está destinado a vivir de esa manera por el resto de sus días. Esta afirmación, que podrá ser por demás lapidaria y de un pesimismo extremo, está cubierta por uno de los pensamientos más afirmativos en cuanto a lo que significa vivir que se puedan encontrar.
Para el germano, la vida trágica es igual a la vida plena, la aceptación de toda la potencia vital, su activación y la aceptación de las consecuencias de ésta; en otras palabras, afirmarme a mí mismo a sabiendas que el placer experimentado es efímero y que en cualquier momento acontecerá el dolor, sin embargo, incluso ese dolor es deseable; al ser este derivado de mi propio disfrute vital. Es algo que siempre se quiso, quiere y querrá.
Con esto en mente podemos ver que, entre muchas cosas, la última obra de uno de los grandes directores del siglo XX y XXI, Hayao Miyazaki; es un grito a esa afirmación vital, a ese querer perpetuo, la realización de este y la aceptación de las consecuencias trágicas que acarreará, pues se sabe de facto que el sueño perseguido está maldito.
Miyazaki nos presenta a Jiro Horikoshi, un joven japonés que tiene un anhelo por demás inocente: construir hermosos aviones, inspirado por el ingeniero italiano Giovanni Battista Caproni. Sin embargo, la empresa no es fácil, debido a que nos encontramos en un Japón irreconocible, en estándares actuales: con serios problemas económicos, con una desigualdad social extrema, una infraestructura casi nula y sin ningún rastro de poderse convertir en la potencia tecnológica amada por muchos.
Así, Horikoshi emprende su trágico andar, sin importar las adversidades históricas y personales. Podemos verlo enfrentar la destrucción de un gran terremoto, la casi desaparición de su universidad por un incendio, los problemas de su nación ya descritos y los múltiples fallos que tiene al intentar crear el avión más hermoso que haya visto el Imperio Japonés.
Su inocente sueño se viciará por un agente externo: La Guerra. He aquí la contradicción, Jiro pretende crear algo hermoso, pero su creación significará la llegada de un avatar de muerte y destrucción; algo con lo que él no comulga. El propio Caproni le dice lo mal que está la humanidad, al ver en máquinas tan bellas sólo instrumentos bélicos. Curiosamente, su vehículo aéreo perfecto, aquél con el que ha soñado y tanta felicidad le ha traído, nunca es construido; un avión plateado con alas irregulares que no podría ser usado debido a que las armas arruinarían su diseño.
Sin embargo, es con la aparición de Nahoko Satomi, su amada, donde su vida explota en todos los sentidos. Se trata de una joven bonita, de la que Horikoshi se enamora perdidamente; pero que tiene un gran problema, sufre de tuberculosis, a pesar de los tratamientos no parece mejorar. Al ingeniero no le importa nada de ello, prefiere actuar, disfrutar cada breve momento con su amada, a dejarse derrotar viéndola morir sin estar a su lado.
Sufre con ella, por su debilidad, su estado crítico (tiene una hemorragia que casi la mata), por el poco tiempo que le queda a su lado; pero también goza cada pequeño instante, el cortejo con aviones de papel, su estadía en un hotel en el campo, su íntima boda y las largas noche que le acompaña mientras perfecciona al "Zero Fighter"; a sabiendas de su muerte próxima.
El momento de mayor dolor acontece al estar el Zero en el aire, el mayor logro de Jiro que poco le importan al darse cuenta que Nahoko se ha ido de casa para que no la vea morir; el mundo se vuelve un cementerio de aviones, no hay nada por qué vivir; pero es aquí donde acontece la inversión de la "Sabiduría de Sileno", la cual versa que lo mejor para el humano es nunca nacer y lo segundo mejor es morir rápido.
Ahí, en medio de ese abismo insondable carente de sentido: ningún Zero regresó, Japón perdió la guerra de una forma brutal y Nahoko está muerta. Allí, la joven le da un giro al pesimismo intrínseco del escenario, dice la frase "tienes que vivir". "Lo peor de todo es para ellos el morir pronto, y lo peor en segundo lugar el llegar a morir, alguna vez" dice Nietzsche; la tragedia es parte de la vida, es lo que la fundamenta, negarla es negar a la vida en sí misma; hacer una separación de placer y dolor es sólo una forma maniquéa de ver la inmensidad de la existencia. Jiro lo entiende, lo entendió desde que soñó que pilotaba un avión que se destruyó en el vuelo.
Al final, Miyazaki da una lección al mundo, como en todas sus obras; el cual está implícito desde el título de su obra.
Se levanta el viento, hay que vivir
Paul Valéry
Bibliografía: Nietzsche, Friedrich; El Nacimiento de la Tragedia