Recientemente Aurelio Fernández Fuentes, director de La Jornada de Oriente (Puebla) escribió un interesante comentario (1) sobre la actuación política y académica de don Guillermo Soberón Acevedo, quien murió el pasado 12 de octubre. En ocasión de ese interesante texto, abordaré de manera breve algunos aspectos acerca de lo que considero fue un singular “periodo universitario, el Soberonismo”, que quizá entró a su fin.

A don Guillermo Soberón, rector de la UNAM de 1973 a 1980, se le recuerda por algunas obras importantes en el proceso de desarrollo institucional de la Máxima Casa de Estudios. Por ejemplo, la creación de las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (las “ENEP” en Aragón, Acatlán, Iztacala, Cuautitlán y Zaragoza). Escuelas universitarias que al paso de los años y con la creación de sus respectivos programas de doctorado, se convirtieron en Facultades de Estudios Superiores (FES). Dichas escuelas inauguraron un formato académico innovador para su tiempo (1975), en el campo de la administración y gestión de la educación superior pública, debido a su diseño “multisciplinario”, que buscó romper con el esquema clásico de la universidad, organizado tradicionalmente en escuelas y facultades unidisciplinarias.

Las ENEP (hoy FES) de Zaragoza e Iztacala ofrecen desde entonces programas en las áreas Biomédicas, de las Ciencias Naturales y de la Salud. Mientras que las demás escuelas nacionales (hoy facultades), cuentan con programas en las áreas Jurídico-Administrativas, así como en las Ciencias Sociales, las Humanidades y las Ingenierías. Se instalaron así, claramente, nuevas ofertas educativas de nivel superior multidisciplinarias en diferentes localidades de la zona metropolitana de la CDMX y del Estado de México (2), fuera del campus universitario del sureño pedregal.

Un esquema de organización universitaria semejante, se probó también durante la década de los años 70 del siglo XX con la creación de universidades como la Autónoma Metropolitana (UAM), organizada esencialmente en un formato divisional multi o interdisciplinario; es el caso también del diseño institucional y académico de la Universidad Pedagógica Nacional (fundada en 1978), organizada en academias, áreas o líneas de trabajo académico, no por facultades, con una unidad central (Ajusco) y unidades académicas distribuidas en todo el territorio nacional, y con una oferta flexible de programas de licenciatura y posgrado.

Las aportaciones innovadoras del rectorado del Dr. Soberón, en el caso de la UNAM, sobre todo en términos del rediseño institucional, no deben minimizarse, sin duda. Pero, en un balance político-académico de más amplio alcance, a partir del papel relevante que juega la UNAM en las políticas públicas educativas de México, me parece que hubo dos problemas serios generados por las decisiones tomadas, desde la rectoría, en ese periodo: 1) Se aceleraron los trabajos de construcción de los edificios de las nuevas escuelas, cuando aún no se tenían terminados los trabajos de planificación educativa, es decir, los planes y los programas académicos, esto debido a que en la UNAM urgía quitar la presión como universidad altamente politizada; esas acciones se acompañaron de procesos parciales de desconcentración del personal académico desde CU hacia las nuevas escuelas periféricas; y 2) Con respecto al segundo problema, coincido con la interpretación que propone Fernández Fuentes acerca de la orientación contrarreformista que el Dr. Soberón Acevedo encabezó, como rector en su momento, con el apoyo del gobierno de Luis Echeverría.

“Soberón Acevedo propició un giro a las reformas de González Casanova y dio inicio a la dispersión universitaria y a la entrega de la universidad al proceso económico y político que hoy conocemos como neoliberalismo”, dice Fernández Fuentes.

La principal universidad del país inició así mismo, con Soberón, una época de autoritarismo, con una clara inclinación hacia el control de los colectivos estudiantiles y en contra de algunas agrupaciones del personal académico. Este último sector (el académico) que es clave en la vida universitaria, como sabemos, fue un activo que acompañó las movilizaciones estudiantiles de la década de los años 60. Sin embargo, las aspiraciones de participación sindical de los docentes, por ejemplo, fueron combatidas por el rector Soberón. Fue la época en que los académicos de la UNAM iniciaron, junto con el personal administrativo, la reorganización sindical universitaria. En contra de la emergencia del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM), las autoridades educativas impulsaron e indujeron la versión universitaria del sindicalismo blanco a través de la creación de las Asociaciones Autónomas del Personal Académico (AAPAUNAM).

Desde 1973, con Soberón Acevedo al frente de la UNAM, se impulsó un tipo de gobierno universitario que cerraba sistemáticamente las puertas a las voces críticas. Ese modo de gobernar en la UNAM, se impuso por varias décadas como una corriente hegemónica en escuelas, facultades, centros e institutos de investigación científica y humanística. La idea de una “Reforma Universitaria”, lanzada desde la rectoría, se reducía a los cambios organizativos endógenos, sin que la universidad rebasara los propios muros escolares.

Como muestra del control que se extendía desde CU hacia las unidades multidisciplinarias, por ejemplo, la ENEP Iztacala destacaba en sus inicios (1975-1983), no tanto por la “producción” de conocimientos científicos ni por sus resultados en términos de la formación profesional, sino por el férreo freno a los movimientos estudiantiles o de docentes al interior del campus. Jamás se permitió, por parte de la autoridad universitaria local, una sola pinta en los muros del plantel. En esta política de “mano dura” jugó un papel destacado el Dr. Héctor Fernández Varela, director fundador de esa escuela, (médico pediatra) integrante de la primera línea del equipo del Dr. Soberón.

Soberón –dice Aurelio Fernández-, “…pidió y obtuvo dos veces la entrada de la policía a las instalaciones de la UNAM para reprimir a los universitarios que protestábamos: en 1977, cuando estábamos en huelga, la policía entró violentamente a las instalaciones y llevó a la cárcel a cientos de compañeros, algunos de los cuales, por cierto, años después se pasaron al bando de su otrora contrincante. El rector Soberón invitó formalmente a Luis Echeverría a Ciudad Universitaria para inaugurar los cursos de 1975 y luego permitió también la represión contra quienes participaron en la protesta que se desató…”

Otra de las decisiones más criticadas de la rectoría del Dr, Soberón, fue el hecho de impulsar políticas públicas contrarias a los intereses de los trabajadores universitarios. “¿…cómo debemos interpretar la propuesta de arrinconar a los trabajadores universitarios en un apartado C del artículo 123 de la Constitución?”, pregunta que plantea en su texto Fernández Fuentes.

Me parece importante que se desarrollen más análisis críticos sobre lo que significó el “soberonismo” en la UNAM, además de los estudios existentes. Por el momento, me parece conveniente plantear dos preguntas para continuar con la indagación y la interpretación necesarias sobre este periodo: ¿Durante cuántos rectorados de la UNAM se extendió este estilo de gobierno “soberonista”? ¿Con la lamentable pérdida del Dr. Soberón termina esta forma peculiar de ejercer el gobierno universitario?

Fuente consultada y nota:

(1) Soberón y la amnesia selectiva. La Jornada de Oriente, 24 de octubre, 2020.

https://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/soberon-y-la-amnesia-selectiva/

(2) Tengo entendido que también hay un campus universitario en Tlaxcala, como parte de la organización de la FES Cuautitlán.

jcmqro3@yahoo.com