¿Feliz Día de las Madres?

Ya es 10 de mayo y seguramente, con todo y pandemia, corriste de último minuto a cargar en tu tarjeta de crédito algún detalle bonito para regalar el Día de las Madres.

Irónicamente, es el día de más trabajo para tu madre: no hay tanto dinero como para salir a un restaurante así que, como cada año, la visitarás en su casa.

Ella espera a toda la familia, así que desde las siete de la mañana está en la fila de la carnicería para encontrar lo que pueda. Tal vez hará un pozole o un mole de olla, quizá pondrá chiles a tatemar para luego rellenarlos de algún picadillo o queso tipo panela. Ya sabe que reservará al menos unos 500 pesos para los cartones de cerveza que a medio festejo comenzarán a escasear, pero no importa. Después de todo, es su día y vendrán sus hijos… ¿puede pedir más?

Es su día pero regresa corriendo a hervir el agua y poner la carne a ablandar. No hay tiempo que perder. La sala y el comedor no se limpian solos y ya sabe que a las nueras les choca ver sucia la casa. No se arriesga… si no les da un buen ejemplo, ¿cómo va a pedirles que cuiden a sus hijitos? Mamá no alcanzó a desayunar pero no importa, ya comerá de esos olores tan ricos que comienzan a inundar la casa. Pasilla, jitomate, carne, maíz… que día.

Ya casi da la una de la tarde nada está terminado y aunque ya se tiene que arreglar, mamá sale corriendo de nuevo. Ya lavó, limpió, cocinó, compró cerveza y Coca Cola, le quedan 100 pesos en la bolsa pero se olvidó de ir por las tortillas.

El mexicanísimo alimento ya le sabe a lujo porque sobrepasa los 20 pesos. ¿Cuándo se volvió tan caro comer? No importa, ya llegarán sus invitados a festejarla. Juan es el primero en llegar y trae a los tres chiquitos y a su esposa molesta porque quería ir a ver a su mamá. José Luis llegó más tarde porque cayó en lunes y le tocó trabajar. Hubieran festejado el 9 pero le tocó ver a la otra familia. Mamá lo perdona todo, no tendría por qué molestarse de servir la comida en todo su día y atender a sus visitas, pasando platos, cortando bolillo, sirviendo lo que queda. Después de todo, es su fiesta.

Desfilaron flores, abrazos y perdones, ya es muy tarde. El que más se lució, quiso llegar con plancha y el otro, con unos sartenes morados porque son del color de la mujer. Mamá ya quiere dormir pero sus hijos ya agarraron la fiesta. Es la tercera vez que salen por un six al OXXO, ya cerraron la tienditas. No pasa mucho tiempo cuando los reclamos comienzan a fluir al calor de las copas. No pasa nada, ya casi se van. Mamá comienza a recoger ya con los pies a reventar de cansancio. Mañana tendrá que trabajar. Igual deberá acabar de limpiar. Es su día, es su fiesta, cómo no estar feliz de sobrevivir a la pandemia y tener ahí reunida a la familia.

Suena el teléfono. ¿Quién sería? Juan de nuevo. Le pregunto cómo amaneció y le dijo -a modo de regaño- que José se excedió. Le pregunta que por qué se deja de su hermano, le pide que no se deje, jefa. La resaca de amor dejó con tanto cansancio a Mamá, que al volver, cae rendida desde las siete de la noche. Hay que cocinar para la semana, limpiar, recibir a los nietos, volver a cuidar. Pero ella está orgullosa porque, después de todo, eso hace una buena madre...¿no es así? Ni pensar en su nuera Verónica qué se metió a trabajar y ahora en la pandemia, tuvo que renunciar después de estarle dejando a cada rato a sus niños. Una buena madre, cuida hasta el cansancio. Y si puede, trabaja o hace algo pero eso sí: la casa limpia y los hijos contentos. Solo eso da sentido. Atender. ¿No es cierto? Feliz día de las madres.

Pero no sean hipócritas. De nada les sirve enarbolar los festejos a las madres con el discurso gastado de la entrega, el sacrificio y la maternidad mutiladora de experiencias, mientras exigen cuidado, atención y alimentos. No lleven las flores flamígeras de la falsedad si cada fin de semana pedirán dinero prestado para salir a tomar, exigirán que les cuiden los nietos mientras se deslindan de la paternidad responsable. 

Explotar a las madres no es querer a las mujeres que nos dieron la vida

Olviden regalar estufas y planchas mientras llenan de reproches a las mujeres que crecieron pensando en la entrega total a ustedes, esas que sacrificaron sus sueños y les aguantan grosería y media. Dejen de pretender reafirmarles la explotación con utensilios de limpieza. 

No se adornen con fotografías vacías, si se van a negar a reconocer que limpiar su desorden es trabajo propio. Detengan las menciones de que tienen madre y hermanas a la hora de hablar de la violencia contra las mujeres si son "celosos" y se enloquecen cuando sus progenitoras quieres rehacer su vida amorosa. 

Olviden subir a Instagram el caption más inspirado agradecidos por haber mutilado la vida de sus madres con dolores de cabeza constantes y malos gestos. Dejen de llamarse "pro mujeres" si llegan a casa de las madres a criticar el espacio por no lucir limpio y decir indignados que se cae a pedazos sin poner un peso para su mantenimiento. Explotar a las madres no es querer a las mujeres que nos dieron la vida. Ser eternamente una carga, no es muy feminista que digamos. No sean hipócritas.