En la novela de Antonio Scurati sobre Mussolini, M. El hijo del siglo —ya he superado la página 350, solo quedan otras 469 por leer, que espero sigan siendo tan entretenidas— me he topado con lo que en 1921 escribió un periodista de La Stampa:

“Nunca se ha visto el orden tan turbado en Italia como desde que los fascistas se han arrogado la tarea de restablecerlo.

Luigi Salvatorelli

El actual fascismo mediático mexicano, violento en sus expresiones además de mentiroso, lo que busca es volver al orden perdido que tanto beneficiaba a periodistas y editores.

Ese orden estaba basado en el derroche y la corrupción de los gobernantes, a quienes poco se molestaba en las empresas de medios —había excepciones, La Jornada, Proceso, Aristegui Noticias, Reforma— porque una parte importante de lo que se desviaba de los presupuestos beneficiaba a los columnistas y a sus jefes.

Pero la tarea que se han arrogado tantos columnistas de restablecer el orden anterior solo está generando un enorme desorden en la opinión pública, en el que abundan las falsedades para tratar de confundir a la población mexicana.

Un ejemplo terrible lo proporciona hoy Pablo Hiriart, en El Financiero. Dice en su columna que la austeridad de Andrés Manuel López Obrador —nunca antes conocida en México— le está resultando carísima a la nación.

Vaya cinismo. No tirar el dinero en lujos es costoso. Eso dice Hiriart. Así, abiertamente, descaradamente. Para él, el ahorro está en el derroche de los gobiernos del PRI y del PAN.

Lo peor no es la opinión del señor Hiriart, sino que algunas personas le creen. Un país cuyos periodistas influyentes manipulan tanto la lógica está condenado al caos. De ahí la necesidad y hasta la obligación de denunciar las mentiras mediáticas cada vez que las veamos.