El 30 de abril de 2013 publiqué este artículo: “Carlos Mota se va con  Manuel Arroyo, presunto testaferro de ‘la pinche Sota’ y el senador Cordero”. Comenté que en la columna “Trascendió” de Milenio se había informado que el columnista Carlos Mota dejaba esa empresa para irse a trabajar a El Financiero que ya tenía un nuevo dueño, el señor Manuel Arroyo Rodríguez, “uno de esos empresarios repentinamente exitosos que de vez en vez aparecen en nuestro país”.

Dije que, según fuentes confiables, “el señor Arroyo es testaferro de dos de los principales integrantes del grupo político de Felipe Calderón, a saber: la señora Alejandra de la Sota (‘la pinche Sota’, como le dijo Josefina Vázquez Mota) y el senador Ernesto Cordero”.

Mota dejó tres buenos trabajos (columnista en Milenio y comentarista de radio en Grupo Imagen y de televisión en TV Azteca) para irse a El Financiero. Lo hizo porque, como comenta Elisa Alanís en su videocolumna, el empresario Arroyo le ofreció un sueldo elevado: 400 mil pesos mensuales, según algunas fuentes; 600 mil, según otras.

En enero de 2014 volví a ocuparme de Manuel Arroyo y de El Financiero: “Forbes los hace. El Lobo de Wall Street y el Lobito Manuel Arroyo que gasta como nadie en México”.

Estaba de moda la película “El lobo de Wall Street”, basada en “la historia de uno de tantos emprendedores que, de la nada, construyen una fortuna, derrochan dinero en forma obsesiva y se llegan a creer dueños del mundo hasta que su propia ambición los destruye”.

En el filme, dirigido por Martin Scorsese y protagonizado por Leonardo DiCaprio, queda claro que, en 1991, “fue la revista Forbes la que hizo famoso, en Estados Unidos, al Lobo de Wall Street”.

En México, en su edición local del 15 de enero de 2014, Forbes quiso “vender al público nacional a un Lobito criollo que de pronto empezó a dar motivos para mencionarlo en los medios de comunicación. El Lobito se llama Manuel Arroyo y tiene tanto dinero que ha comprado el diario El Financiero (con la ayuda del grupo político de Ernesto Cordero y Felipe Calderón), está remodelando este periódico invirtiendo realmente muchos recursos y, al mismo tiempo, trabaja para producir en México, también a un costo elevadísimo, un canal de televisión restringida especializado en economía y finanzas”.

Hablé en enero de 2014 de los excesos de Arroyo: “Viaja en su propio avión… Para hacer crecer a El Financiero, Arroyo ha contratado la asesoría de los más costosos despachos especializados en periodismo y estrategia de negocios, y además se ha hecho de los servicios de algunos columnistas y editores conocidos a los que sacó de sus antiguos diarios a billetazos (sueldos mensuales de entre 400 mil y 700 mil pesos no son anormales en la nómina de Manuel Arroyo)”.

Envalentonado, Arroyo le dijo a Forbes que ya estaba más que listo para invertir lo que fuera necesario, ¡y es un proyecto de alrededor de mil millones de dólares!, para quedarse con alguna de las nuevas cadenas de TV abierta que pronto se van a licitar.

Dije también que a Manuel Arroyo con frecuencia se le ve en los restaurantes más caros del DF abrir botellas de 30 mil a 40 mil pesos.

Deseé a don Manuel Arroyo, el Lobito mexicano, el mejor de los éxitos, es decir, que ojalá no fuera a irle como al Lobo de Wall Street que terminó, el pobre, en serios problemas por el hecho de haber recurrido a muy malas mañas para conseguir su dinero.

En abril de 2014, José Luis Camacho publicó una columna en la que afirmaba que Manuel Arroyo usaba El Financiero para golpear a La Jornada. Y es que, al parecer, para eso llevó a su equipo de editorialistas a personajes que se especializan en agredir al principal diario de izquierda que hay en México, como Pablo Hiriart.

El columnista Camacho analizó las “mini complicidades político-económicas-periodísticas” implícitas en el “nuevo amasiato entre el chileno Pablo Hiriart y el lobito del periodismo Manuel Arroyo, propietario de El Financiero”.

A José Luis Camacho eso le preocupaba “por sus daños colaterales”, sobre todo porque podían afectar “al proceso de reformas que vienen siendo promovidas, con un alto costo para su capital político, por el presidente Enrique Peña Nieto”.

Cito al columnista: “Que realicen una pequeña villanía en contra de un medio tan importante dentro del periodismo mexicano como La Jornada dos personajes menores, Hiriart y Arroyo, no tendría mayor trascendencia si no es por el hecho en el que se da esa connivencia de filibusterismo mediático en un espacio político muy delicado”, esto es, en un “momento clave para el aterrizaje de las reformas estructurales peñistas de gran calado”

Es que Hiriart y Arroyo abusaron al decir que López Obrador y la directora de La Jornada, Carmen Lira, son personas a las que protege el ingeniero Carlos Slim. Eso fue muy delicado ya que lo expresaron en un momento en el que El Financiero pareció ser muy bien visto por algunos integrantes del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

A los colaboradores de EPN les pidió José Luis Camacho no irse “con la finta de un muchacho travieso y de un veterano periodista recién rescatado del desempleo”.

En junio de 2014 hablé de los problemas financieros de El Financiero y, también, de la sospecha de algunos observadores de que Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, podía estar detrás de un “rescate” del emproblemado Manuel Arroyo.

Comenté que eran conocidas las relaciones de negocios entre Arroyo y Salinas Pliego y que tenía lógica una negociación entre ellos para que el segundo salvara al primero.

Dije que Arroyo estaba en crisis económica porque:

1.- No tenía liquidez.

2.- Lo que sí tenía era una situación financiera muy complicada.

3.- Arroyo tenía problemas de gestión brutales.

4.- Arroyo había perdido liquidez por haber adquirido muchos activos inmobiliarios que no podía vender.

5.- Tenía un problema de recursos humanos por haber contratado gente tan cara.

6.- Arroyo no tenía procesos claros de negocios: en su grupo de empresas no había líneas de mando definidas ni organigramas ni nada de eso.

7.- Arroyo había despedido a su director financiero al que culpó de la crisis.

8.- A Arroyo le iba bien en sus canales de televisión deportivos que opera en México, ESPN y Fox, pero todo lo que ganaba ahí lo perdía en El Financiero.

9.- Existía el riesgo de que incumpliera los pagos a sus trabajadores y columnistas.

Después supe, y lo publiqué, que Arroyo no había pagado lo que debía a los anteriores propietarios de El Financiero, los Cárdenas Estandía.

Como ha dicho Elisa Alanís en su videocolumna, la familia de Rogelio Cárdenas, actualmente directivo de El Universal, vendió El Financiero a Manuel Arroyo –lo que hicieron los Cárdenas Estandía presionados por funcionarios de la SHCP en el gobierno de Felipe Calderón– por 5 millones de dólares y el pago de todas las deudas del periódico, superiores a los 300 millones de pesos.

Los pagos a de Arroyo a los Cárdenas iban a darse de la siguiente manera:

1.- 500 mil dólares al cierre de la operación, lo que seguramente sí ocurrió.

2.- Nueve pagos trimestrales, ocho por 125 mil dólares y un último pago de un millón de dólares.

Se fijó un calendario de pagos y se firmaron nueve pagarés emitidos en serie, no negociables.

El hecho es que Arroyo no ha cumplido con ninguno de los abonos de 125 mil dólares ni tampoco con el de un millón de dólares.

Este martes, en Radio Fórmula, Ciro Gómez Leyva dio a conocer que la familia Cárdenas demandó a Manuel Arroyo y que un juez ordenó el embargo de las marcas y las cuentas bancarias de El Financiero.

Elisa Alanís, comentando en su video columna lo difundido por Gómez Leyva, dijo que El Financiero no ha cubierto en el 2014 los pagos del IMSS, Infonavit y SAT de los trabajadores del periódico; que ha habido retrasos importantes en los 3 últimos pagos de nómina que los mismos trabajadores han denunciado públicamente vía Twitter; que los trabajadores que denunciaron fueron despedidos; que existen deudas importantes con proveedores y agencias de información y Arroyo le debe hasta a la policía que cuida el periódico, y que muchos de los periodistas de El Financiero ya están buscando empleo en otra parte: “Hasta el director, Enrique Quintana, lo está haciendo”.

Supongo que los periodistas de El Financiero no van a mortificarse si resulta que Arroyo deja de ser su patrón, de tal forma de que el nuevo jefe lo sea Salinas Pliego. ¿O sí se van a mortificar?