En la anterior columna hablábamos del momento histórico que representa la elección de un alcalde musulmán en Nueva York, cuna del poder económico e importante en lo político, en Estados Unidos.

Aun pese al colapso mental de los conservadores estadounidenses (y uno que otro de sus perros falderos en otras partes del mundo), el hecho de que esta elección sea histórica no representa necesariamente algo positivo a mediano o largo plazo para los atribulados ciudadanos neoyorquinos o estadounidenses.

Si bien Mamdani ha hecho al menos lo mínimo por mostrar cierto apoyo, por ejemplo, a los millones de palestinos agredidos por los sionistas en el genocidio en curso, su actitud es, por decir lo menos, timorata, muy propia del ala moderada del Partido Demócrata.

Recordemos que, en su momento, el expresidente Barack Hussein Obama también fue un “producto milagro” de los demócratas, vendido con un eslogan de “esperanza y cambio”, mismo que jamás llegó... Pero que fue premiado por agencias de publicidad por su efectividad ante los votantes.

Aun así, pese a las risibles condenas de la derecha estadounidense, que apuntan (no es broma) a Mamdani como el creador de un futuro califato marxista en pleno Nueva York (ya se habla de un éxodo de multimillonarios a otros estados), el joven político de 34 años de edad llegará acotado tanto por el gobierno federal de Donald Trump como por sus propios compañeros del Partido Demócrata, más empeñados en mantener el estatus quo guerrerista y pro-Israel que cualquier otra cosa.

Ojalá que la decepción para aquellos que de buena fe votaron por Mamdani no los afecte... demasiado.