“We can’t be friends

But I’d like to just pretend

You cling to your papers and pens

Wait until you like me again”

ARIANA GRANDE

A nuestros políticos, de verdad, les gusta vivir al límite. Y si bien podrían hacerlo en lo personal, el problema es que cuando caen, nos arrastran a todos con ellos.

A estas alturas, todo México sabe que Donald Trump es impredecible en materia comercial: da dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás. Nadie con un mínimo de sentido crítico puede afirmar que, en ese ámbito, estamos hoy mejor que antes. Por eso, la “nueva” prórroga anunciada ayer no es buena noticias.

Seguimos con aranceles del 25% en decenas de productos, especialmente aquellos señalados como relacionados con la “crisis del fentanilo”. Además, se mantienen tarifas del 50% en acero, aluminio y cobre mexicanos.

A Canadá le ha ido incluso peor, con tarifas del 35% en algunos sectores industriales, mientras que a la Unión Europea, con una inversión de 600 mil millones de dólares en EU y acceso renovado a mercados previamente vetados, se le impusieron aranceles de apenas el 15%.

Sin embargo, más preocupante que los porcentajes es la incertidumbre persistente. Esta situación tiene un alto costo para las inversiones en México, el empleo actual y el futuro desarrollo económico del país.

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Cabe señalar que los productos contemplados dentro del T-MEC siguen exentos de estos aranceles —excepto en los casos ya señalados: autos, acero, cobre y aluminio–.

Trump ha dicho que la relación con México “es diferente por los problemas y ventajas de la frontera”. Lo cierto es que ya nos ha tomado la medida. A través de su red Truth Social, anunció que mantendrá las tarifas por 90 días adicionales, mientras decide si se firma un nuevo acuerdo o no.

Lo más grave no es solo lo que dice él o la presidenta Claudia Sheinbaum, sino que, mientras otros países ya conocen las reglas del juego comercial para después del 7 de agosto, México permanece en suspenso. Al menos por tres meses más.

Esta incertidumbre le conviene a Trump: sin romper el T-MEC, genera dudas en el mercado y paraliza decisiones de inversión. Sus electores lo celebran; las empresas, no.

El freno a la inversión extranjera y nacional impacta directamente en el desarrollo de proyectos y el crecimiento económico. Tres meses más de “pausa” nos dejan peligrosamente cerca del término del año sin avances tangibles.

Si el objetivo de Trump es continuar haciendo bullying político a México, ojalá sirviera al menos para debilitar al crimen organizado o desmantelar redes de narcotráfico. Pero seamos realistas: eso no ocurrirá.

Tampoco es aconsejable vender como un “triunfo” el que sigamos bajo la amenaza de mayores aranceles y que en 90 días se “renegocie” cuánto será el aumento. Ya en el pasado se festejó la “soberanía” tras una promesa similar, solo para que los aranceles se mantuvieran o aumentaran después.

En vez de celebraciones anticipadas, lo que necesitamos es una estrategia clara para reducir la incertidumbre provocada por estas medidas

El “juego del bullying” continuará mientras Trump lo considere útil —por ejemplo, para las elecciones legislativas de su partido o para presionar a México sin costo político interno.

El gran problema es que México carece de contrapesos sólidos: no tenemos un Estado de derecho fuerte, ni una estrategia clara de seguridad, ni una base tecnológica que amortigüe estos vaivenes internacionales. Sin esos pilares, el temor de los inversionistas se justifica.

¿Qué hacer entonces?

Aunque no podemos controlar las decisiones de Trump, sí podemos fortalecer nuestra casa:

Generar infraestructura adecuada para la inversión.

— Garantizar seguridad jurídica e individual.

— Ofrecer condiciones mínimas de certidumbre.

— Estabilizar zonas de producción y tránsito industrial.

Los próximos 90 días no solo deben enfocarse en sobrevivir, sino en preparar un terreno fértil para cuando se logre firmar un nuevo tratado (si ocurre). Uno que, aunque no ideal, sea menos perjudicial para México.

Porque una cosa es vivir al borde del abismo, y otra muy distinta es hacerlo sin paracaídas.

Giro de la perinola: ¿quién paga el costo político?

¿Y si los 90 días no son solo una medida comercial, sino un tiempo muerto para que México “entregue” algo o a alguien?

Se rumora que los aranceles vinculados al fentanilo pueden implicar una presión extra para la extradición de narcotraficantes… o de políticos vinculados al crimen organizado.

Mientras tanto:

Nissan cerró su planta en Morelos.

Iberdrola comenzó su retirada del país.

BYD pausó su posible inversión automotriz en México.

La incertidumbre no ayuda, ni al país ni al empleo.

¿Quiénes están en la lista de “intercambiables”? ¿Qué criminales o políticos serán ofrecidos en bandeja de plata?

¿Y usted, a quién “entregaría”?

Dudo que pase. Pero la pregunta flota.