Estos días, de manera detallada, he podido leer a fondo la narrativa de varios medios y columnistas que, abiertamente, han declarado ser detractores del proyecto de transformación que encabeza Claudia Sheinbaum. Ellos, que solo actúan por el instinto o el fondo de las apariencias, aseguran que hay un punto de quiebre con la presidenta y algunos liderazgos que, en su momento, fueron pieza fundamental en el acompañamiento de Andrés Manuel López Obrador en la lucha democrática de México. Es verdad, existen algunas situaciones que contradicen los valores o, de plano, la esencia de la declaración de principios en esa cadena de elementos inherentes que son el estandarte de la 4T. Esas mismas razones, obviamente, hicieron que la jefa de Estado hiciera un llamamiento. El pasado y el presente importan. Por eso la forma de las circunstancias es el fondo.
No dudo que la presidenta haya enviado un mensaje abierto para que todos se apeguen a esos principios que fortalecen al movimiento. Austeridad, honestidad y conducirse en apego a los valores. No hay ninguna necesidad de presumir excesos inmersos en la parafernalia que tanto se criticó en su momento. Por supuesto que tiene que existir la libertad de vacacionar. El punto es que, ante los ojos del planeta, la lupa del escrutinio público nos ha demostrado que está en todo el mundo. A cualquier parte del planeta que asistas estará un lente para plasmar la visita a un hotel o restaurante de lujo. Eso importa, y mucho. Sin entrar en más detalles, la izquierda, con cordura, debe poner por encima de cualquier cosa lo que defiende a capa y espada.
Desde luego es un hecho que no podemos pasar por alto, en especial a estas alturas en que el movimiento vive su mayor apogeo. Siendo así, debe prevalecer ese clima que, desde la mañanera, proyecta la presidenta constitucional. Dada la unidad, no hay punto de quiebre en el movimiento. Sí, sabemos que la turbulencia que atravesó ha dado pie a las suspicacias, pero sobre todo a la intriga. Una cosa es esa y otra es la realidad. Sabemos perfectamente que Claudia Sheinbaum, heredera del bastón de mando, ha sabido cargar con esa enorme responsabilidad institucional y moral con el movimiento que la impulsó a llegar a Palacio Nacional. No han sido casualidad, por ejemplo, los ajustes que se han dado al interior del partido. El proceso de afiliación, los parlamentos abiertos y los recorridos territoriales, en definitiva, son la prueba más tangible de que hay presidenta y liderazgo al interior.
Claramente, la presidenta constitucional ha tomado una pausa al interior del partido, al menos en las apariencias. Sabemos que, en lo político, es muy difícil separarse de la toma de decisiones. Debe existir un líder moral que, desde el poder, sepa conducir el rumbo. Lo hizo el mismo López Obrador. Él, que fue árbitro y mediador de la sucesión, fue quien diseñó el juego de las corcholatas. Eso, desde luego, permitió que no existieran fisuras ni hechos que afectaran la unidad. Eso mismo está haciendo Claudia, pero con su propio estilo. Yo diría, sin temor a equivocarme, que tiene el control político de todo para maniobrar determinaciones al más alto nivel más allá de lo que la oposición propague.
Todos, absolutamente todos, han cerrado filas con la presidenta constitucional. Cada uno de los liderazgos, sobra decir, sabe lo que significa tener el poder político presidencial. Saltarse las trancas en algún determinado momento, puede traer costos políticos muy elevados. De hecho, ni siquiera se comienzan a vislumbrar grupos al interior que hagan algún tipo de contrapeso. Hay una sola línea. No se trata de un designio, sino de un proyecto de nación. De verdad, Morena tiene, de acuerdo con los datos que circulan, inmensas chances de ganar todo lo que se jugará en las elecciones intermedias del 2027, incluyendo la joya de la corona, que es, evidentemente, es Querétaro. En efecto, el gobernador, Mauricio Kuri, que ha tratado de aparentar los dispendios y derroches, sabe perfectamente que, en un futuro inmediato, tendrá que entregar las llaves del despacho.
La pasada elección, especialmente para la fórmula del Senado, sirvió para probar la capacidad de movilización que ha construido Morena en Querétaro. Eso, todavía más, se ha multiplicado a cada uno de los municipios y localidades. Los comicios de Estados de México y Yucatán, de verdad, nos dejaron una gran lección de qué no hay hegemonía que no se rompa, sobre todo cuando las cosas se están haciendo bien. Siendo así, es más que obvio que, en menos de dos años, Morena puede conquistar la joya de la corona. Hay unidad y no punto de quiebre, como el conservadurismo pretende hacernos creer o, de plano, lo que se especula en los medios conservadores.