Existe una red de estafadores profesionales vinculados con funcionarios de la Fiscalía de la Ciudad de México quienes han encontrado en las acusaciones de abuso sexual en transporte público una gran fuente de ingresos.
La mecánica es muy básica pues una persona que viaja cerca de otra aprovecha algún frenó o empujón para iniciar una disputa qué forzosamente termina con una palanca naranja que activa el mecanismo de emergencia o con el llamado de algún policía de una estación inmediata.
Prácticamente, en los delitos de realización oculta no hay más versiones que la de las víctimas y a pesar de que pudieran existir testigos que brinden información acerca de si hubo o no un acercamiento sexual, pocos están dispuestos a perder horas para declarar en una ciudad que vive a máxima velocidad.
La modalidad más reciente se vive en los camiones de pasajeros que trasladan usuarios entre entidades y no sucede únicamente entre mujeres que acusan a hombres. Un joven viajaba desde Chilpancingo para estudiar en la Ciudad de México y fue acusado por su compañero de asiento de supuestamente abuso sexual porque mientras circulaban por un retén de la Guardia Nacional, el chico del lado de la ventana se resbaló, molestando al otro usuario y rozando su pierna para levantarse, sin alguna intención sexual de por medio y sin siquiera asumirse homosexual.
El segundo encontró la ocasión perfecta. Al llegar a la terminal, llamó a la policía del lugar y detuvieron al joven guerrerense.
Su acusador, especialista en este tipo de actos, declaró un sinfín de acontecimientos no sucedidos. El joven pasó 48 horas detenido en las que fue bañado con agua helada, maltratado psicológicamente y físicamente también, con cargas de racismo y homofobia con la que le llamaron “el indio putito”.
Al llegar a la audiencia de control constitucional en la que un juez de control debe calificar si la detención del imputado es legal o no, una agente del ministerio público que conoce de sobra esos procedimientos, entre los que, por cierto, había otros 7 detenidos en la misma celda que tal joven, dentro del hacinado espacio ocupado en total por 16 hombres, se acercó en ese tono silencioso en que lo hacen los corruptos. Le dijo a su madre que si creía posible llegar a un acuerdo reparatorio. El “víctimo” era arrogante, grosero, mal encarado y llamaba con voz alta a quien se encontraba a su alrededor en un despliegue de machismo como el del hombre desesperado porque no se dude de su heterosexualidad.



Habla en voz impostada, infla el pecho con expresiones artificiales y exageradas: “Muchas gracias señor oficial por sus atenciones frente a esta gente”, exclama volteando a ver a la familia del inculpado que apenas y lo mira.
Serían nueve mil cuatrocientos pesos por el acuerdo, le dicen al familiar del acusado falsamente, que sentado en el banquillo frente a la rimbombante sala de proceso oral se ve derrotado y agotado. Usa lentes pero los suyos le fueron retirados y estrellados entre empujones. El joven simplemente necesitaba viajar a la Ciudad de México para hacer una conexión de viaje y poder continuar hacia otra ciudad en donde realizaría estudios y prácticas de medicina.
El que lo acusa: un chico sin beneficio, auto denominado “empresario”. Oriundo de la ciudad, de la Morelos, donde esta el corazón de Tepito.
El inocente chico accedió a que su familia pagará los casi diez mil pesos. Desde que el “víctimo” llego a la audiencia, le dijeron que era raro que acudiera. En tono orgulloso brindó un discurso de que “si no iba, las cosas iban a seguir como están “. Por supuesto que no faltaría a su oportunidad de recibir dinero rápido. En menos de 10 minutos, brindó una cuenta Banamex y la transferencia quedó hecha... Su familia organizó donativos entre su familia solo por el miedo de que pudiera pasar más tiempo detenido aunque no hubiera hecho absolutamente nada más que ser víctima de una red compuesta por extorsionadores a pie de calle, agentes del ministerio público de la Fiscalía de delitos sexuales y policías.
La jueza ni siquiera escuchó los argumentos, el inocente no tuvo oportunidad de mostrar su inocencia pues para ese minuto, la maquinaria institucional ya lo había amedrentado. Esa red de extorsionadores profesionales alcanza hasta a los policías de la Bancaria y Comercial. Desde que lo detuvieron, le dijeron que mejor se arreglara con cinco mil pesos por fuera porque en esos procesos, la víctima siempre tenía la razón. El guerrerense, en aquel momento integró con su honestidad e inocencia a flor de piel, dijo que no tenía miedo de enfrentar al Ministerio Público pues confiaba en su inocencia y en que no había hecho absolutamente nada.
El “víctimo” se fue listo para repartir su ganancia de casi diez mil pesos en 48 horas de la detención del extorsionado. El extorsionado quedó en libertad hasta las 11 de la noche, cerca de siete horas después de que su familia transfiriera el monto de su mala suerte.
Mientras tanto, los padres violadores y otros abusadores sexuales de víctimas verdaderas quedan impunes mientras la estadística de éxitos se llena de falsos casos orquestados para fingir que alguien hace algo.
X: @ifridaita