Apenas 48 horas después de la visita de Marco Rubio a México se desploma una pieza clave del narco-pacto con la captura del sobrino de un exsecretario de Marina, exhibiendo la fragilidad del entramado criminal que aún sostiene a sectores del régimen. Mientras unos celebran el discurso de salida de Rubio como un supuesto éxito diplomático, otros apuestan a que el acuerdo no firmado encierra solicitudes —o exigencias— que desbordan la narrativa oficial de soberanía.

A falta de resultados tangibles, los protagonistas mexicanos se parapetan en encuestas que contrastan con la realidad:

Desempleo abierto por encima del 4.8%, el nivel más alto en seis años.

• Caída de la inversión pública en infraestructura: –14% en el primer semestre de 2025.

• Escasez de medicamentos, reconocida por el propio IMSS en 28% de las claves.

Las columnas más leídas de hoy

Estancamiento económico con proyección de apenas 1.2% de crecimiento (INEGI/CEPAL).

El único indicador de orgullo sigue siendo la distribución de dinero público, que aguanta casi todo salvo lo insustituible: la pérdida de seguridad. Ese costo político ya es inocultable.

La narrativa oficial se resquebraja. El partido en el poder no se desmorona en grandes pedazos: se seca, pierde la “humedad” que lo mantenía cohesionado, el pegamento de la congruencia. Austeridad, sacrificio y ética de poder fueron banderas que hoy estan en el suelo. La ausencia de López Obrador dejó de servir; gobernar tras bambalinas tiene límites.

La figura predominante resulta ineficaz: fría, tecnocrática, incapaz de movilizar emotivamente a las bases. El cuestionamiento a Andrés López Beltrán y a Adán Augusto deja al movimiento descabezado. Pretender reemplazar liderazgo político con un elemento policiaco como García Harfuch no funciona en la izquierda: tarde o temprano será devorado por su propio campo.

Los liderazgos que llevaron a Morena al poder eran viejos y frágiles; la generación de relevo perdió a su nave insignia, Andrés hijo, atrapado en su propia parálisis. El factor Trump es apenas un elemento; lo que realmente descolocó al régimen fue la mala lectura estratégica de AMLO, la ineficacia política de su élite, la rapacidad de los funcionarios pseudo austeros y la guerra del narco que ya no se contiene.

Hoy la narrativa de la 4T es peor que la de Peña Nieto en Ayotzinapa. No solo por la magnitud de la crisis, sino porque coincide con un entorno hemisférico adverso: la presión de Washington contra Maduro y Cuba reduce los márgenes, mientras la economía mexicana sigue atada a un petróleo barato y a un socio incómodo en la Casa Blanca.

El problema es trifactorial:

1. Economía, petróleo y Estados Unidos.

2. Gobernabilidad y paz social.

3. Cohesión política y disciplina del régimen.

Los priistas lo llamaban el “catecismo callista”: los tres órdenes básicos para que el país funcionara. Hoy, los tres pilares son un caos. Y con uno solo basta para perder el gobierno.

No hay plan.

No hay líder.

No hay dinero.

La 4T no caerá por un enemigo externo ni por un accidente histórico, sino por sus propias contradicciones. Y cuando ocurra, la historia no hablará de un derrumbe súbito, sino de un régimen que se secó por dentro.