El gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación instaurado por Andrés Manuel López Obrador, pasará a la historia, pero no por cumplir con la transformación prometida al país, sino por consolidar el uso de la tragedia como herramienta política.
Donde el fracaso no viene de la ineptitud, sino como resultado de una estrategia sistemática de propaganda, manipulación y olvido.
Normalización de la tragedia
Desde el púlpito de las conferencias mañaneras se fabricó una realidad alterna. A cada crisis le seguía un espectáculo narrativo, a cada tragedia seguía la oportunidad para distraer y culpar al pasado: Calderón, el neoliberalismo, la oposición; mientras el país se hundía en violencia, corrupción e indiferencia.
Los hechos trágicos se acumularon como capítulos de un mismo drama que dejaron marcado a México y evidenciaron negligencia y una profunda indiferencia del gobierno ante el dolor social.
Al inicio del sexenio, Tlahuelilpan, con más de 150 muertos y la orden expresa para el Ejército de no intervenir; una fallida guerra contra el huachicol; en mayo de 2021 la Línea 12, símbolo de corrupción e impunidad; las explosiones en Pemex, en julio del mismo año en Campeche causando pérdidas humanas y económicas, y en julio de 2023 la plataforma Nohoc-A, que por abandono volvió a estallar; el Culiacanazo, en octubre de 2019, que exhibió la rendición del Estado ante el crimen; un mes después la masacre LeBarón; el desplome del helicóptero naval que dejó 14 marinos muertos; en 2020, once jóvenes fueron masacrados en Salvatierra, los feminicidios alcanzando un promedio de 900 casos anuales; las víctimas y daños del huracán Otis; la pandemia, con más de 600 mil muertes estimadas, malos manejos, corrupción en contratos y una vacuna que nada más no llega; hasta mega apagones, como el que dejó a 10 millones de personas sin energía eléctrica y que fue atribuido por Manuel Bartlett, entonces titular de CFE, al incendio de unos pastizales.
La estrategia: acompañar cada crisis con una táctica de distracción, acompañada de la misma respuesta: minimizar, distraer y olvidar.
El saldo más doloroso
La suma de más de 200 mil homicidios dolosos, entre ellos al menos 87 alcaldes, exalcaldes o candidatos asesinados y miles de desaparecidos, una cifra que no fue suficiente para que el expresidente modificara su política de “abrazos, no balazos”, la cual, de acuerdo con la narrativa oficial, funcionaba, mientras México vivió los años más violentos de su historia reciente.
Con Claudia Sheinbaum, heredera del obradorismo, el guion se repite y el silencio oficial lo confirma.
La tendencia continúa con el brutal asesinato del alcalde de Uruapan, y apenas días antes, el del líder limonero, Bernardo Bravo.
En el primer año del actual gobierno ya se cuentan 10 alcaldes asesinados, entre ellos Carlos Alberto Manzo, de Uruapan; Martha Laura Mendoza, de Tepalcatepec; y Alejandro Arcos Catalán, de Chilpancingo, decapitado pocos días después de asumir el cargo.
Cada vez que una crisis estalla, el gobierno responde con planes milagrosos o una cortina de humo. Tras los enfrentamientos en Sinaloa, se prometió pacificación y el resultado ha sido más violencia y menos información.
En las inundaciones en Veracruz, la gobernadora Rocío Nahle se desentendió de la tragedia y lo mismo ocurrió en Hidalgo y Puebla.
El epílogo de Andrés
Ahora, López Obrador buscará reescribir su historia y para ello saldrá a promover su nuevo libro, confiando en que la propaganda cubra el desastre de un gobierno que ha hecho de la tragedia una herramienta política, del dolor social un espectáculo y de la catástrofe, propaganda.
Sin embargo, ya no hay narrativa que oculte un sexenio construido sobre la tragedia, sostenido por la mentira y sellado por el olvido.
X: @diaz_manuel





