Muchos mexicanos han celebrado algunos cambios de Claudia Sheinbaum en relación con su antecesor, como por ejemplo, su política de seguridad. Si bien los decomisos y el cambio de estrategia pueden haber derivado de la presión ejercida desde Washington, el presente gobierno, léase, la presidenta y Omar García Harfuch, han dado muestras de un viraje en materia de combate contra la delincuencia, habiendo dejado atrás -se cree- la fallida visión del “abrazos no balazos”. ¡Enhorabuena! Sin embargo, allí se quedan las buenas noticias.
La presidenta ha heredado uno de los peores rasgos que distinguieron a AMLO: la falta de estatura como jefa de Estado. Con motivo de las marchas, la presidenta Sheinbaum, una vez más, ha actuado como defensora de un partido, de un proyecto político, de una idea, de un expresidente, de un grupo de políticos corruptos, de un régimen. Los casos son innumerables. Me refiero ahora a uno.
Tras la publicación del contrato de Edson Andrade con el PAN, la presidenta decidió dedicar minutos a “ventilar” lo que previamente había hecho Luisa María Alcalde: anunciar que el joven de veintisiete años de edad había suscrito un convenio con Acción Nacional. Lo hicieron ella y todos los voceros en las mesas de debate y en los medios de comunicación nacionales.
Deben plantearse dos interrogantes: ¿el hecho de que el joven haya suscrito un contrato con un partido de oposición le inhabilita o despoja de legitimidad para promover en las redes sociales una marcha que sirva como válvula de escape para todos los mexicanos que repudian la incompetencia y corrupción del partido gobernante? ¿Ha perdido la marcha toda legitimidad porque uno de sus promoventes simpatiza con un partido de oposición?
Sheinbaum, sin embargo, sin el menor decoro o intención de proteger la seguridad y libertad de un individuo, optó por convertirse nuevamente en líder de facción, olvidándose de su carácter de jefa del Estado mexicano.
En tiempos de profunda polarización política, se esperaría que la presidenta, en cumplimiento de sus deberes éticos y constitucionales, respondiese como lo que es: la presidenta de todos y jefa del Estado mexicano, y que dejase atrás de una vez por todas los peores vicios de AMLO que hicieron añicos la esperanza de una reconciliación nacional.
