Allá, en Fresnillo, Zacatecas, nacieron estos catorce niños… En un municipio entonces con sus calles de tierra, en la que jugaron, bajo el sol abrasador los Monreal, ignorando tal vez, que muchos metros bajo tierra trabajaban sin cesar los obreros mal pagados en las minas.
El eje de la vida de los zacatecanos era la actividad minera. Fresnillo, era conocido por su plata y minerales. Sobre éstos laberintos subterráneos, había ranchos, haciendas y casas de adobe y techos de ladrillos rojos, que, al oscurecer, todo era tragado por la noche ya que este municipio tenía escasos servicios de luz, de todo, menos de niños apellidados Monreal. En los inicios de la década de los sesenta, ya se oía a lo lejos, el silbido del ferrocarril que hacía parada en la estación de San José que servía para el transporte de mercancías.
Por ahí andaba la horda Monreal…
La vida en Fresnillo giraba alrededor de la Iglesia, de los rezos, las homilías. Las festividades que esta otorgaba a sus fieles y que eran recibidas con gran expectación y emoción. Se instalaban las ferias, el mercado, todo era algarabía. Se organizaban bailes sobre el polvo rojizo de las calles, a lo lejos se escuchaba el repicar de las campanas del Santuario del Santo Niño de Atocha. La devoción religiosa encendía la oscuridad de aquella población… Las sonrisas de molde de los Monreal, eran iluminadas, también, por las luces de la festividad.
Allá, entre los rezos y el repicar de las campanas, crecieron Ricardo, David, Saúl, Susana, Rodolfo, Cándido, Ana María, Leticia, Elías, Claudia, María del Refugio, Jovita, Luis Enrique y Eulogio, quienes fueron testigos de estas fiestas tan esperadas, a pesar de que Ricardo no era el mayor, se convirtió en su guía espiritual y, sobre todo, político.
El papá de los Monreal, don Crescencio, era productor agrícola y militante del PRI; líder político local en Fresnillo. Conocido en la región por su liderazgo en el ámbito campesino, estuvo vinculado a organizaciones agrarias y a la defensa de los intereses rurales… Él le trasmitió ese interés a Ricardo por la política.
Al fin, Ricardo logró su propósito. Estuvo moviéndose durante años raudo y con inteligencia dentro del PRI; escaló escaños, hasta que vio la oportunidad de convertirse en gobernador, cuando ascendió el humo blanco, su nombre no estaba escrito.
Le indignó que su partido haya preferido a Arturo Romo; le ardió el alma por haber sido hecho a un lado, por haber sido humillado y ofendido… Fue entonces que Ricardo vio la luz del sol del Partido de la Revolución Democrática; lo iluminó, lo cegó. En un instante se olvidó del tricolor. Abriéronse las puertas del PRD para él. En el umbral se despojó de sus convicciones priistas y se unció de amarillo, para contender bajo estas nuevas siglas por la gubernatura y lo logró, convirtiéndose entonces en el primer gobernador “no priista”.
No se dio por vencido…
En 1998 se convirtió en gobernador y en pontífice del clan Monreal, con sonrisa de bondad fingida y con discurso de homilía daba convenidos sermones: murmuraciones, que llevaba de aquí para allá, su colorida labia daba resultado. Mientras tanto, ya trazaba el destino de sus trece apóstoles -sus hermanos y hermanas- y, con el tiempo, el de toda su descendencia.
Mientras, sus trece hermanos esperaban, bien formados, emocionados y sonrientes, su turno. El patriarca iluminado decidiría los destinos políticos de cada uno, con la misma solemnidad de quien reparte sacramentos.
Cada uno de sus apóstoles recibiría algo, “solo tengan paciencia”… Hay tiempo, y sobre todo, cargos.
El trono secular de gobernador de Zacatecas lo ocupó ya Ricardo Monreal, ahora, está sentado su hermano David, quien no ha sabido controlar la violencia que va en escalada.
Con el tiempo, la familia Monreal Ávila ha crecido y se ha multiplicado. En el pergamino del clan, están escritos también los nombres de esposas, esposos, hijos, hijas que esperan algún cargo público bien remunerado. El poder Monreal ya abarca todo el estado, pero para ellos, no es suficiente, quieren más, Ricardo se traslada a la capital del país y con sus pasos, deja la simiente para sus descendientes.
La hija de Ricardo, la princesa Catalina, hace presencia en la Ciudad de México, bien respaldada por su padre para contender por la alcaldía Cuauhtémoc, pero la soberana descendiente, muy segura de sí, con esa sonrisa heredada, no logra ocupar el cargo. Se murmura que hubo traición. Sandra Cuevas fue impulsada por Monreal para ser la “reina” de la alcaldía; ella misma reconoció a Ricardo como mentor. Después de su victoria, Cuevas se distanció de Monreal y se obstinó para que Caty no la sucediera como alcaldesa.
Ya habrá tiempo para ella, influencias sobran, dirán los Monreal…
Mientras tanto, Saúl Monreal, el menor de los apóstoles quiere ocupar el cargo de gobernador de “su” estado natal, solo que ahora se extiende ante él una barrera, “no al nepotismo”. La presidenta Claudia Sheinbaum le ha “aconsejado” espere seis años.
Saúl, una de las cuentas del rosario de poder de los Monreal, está frustrado. Seis años es mucho tiempo, “buscará otras opciones” porque ha dicho que no cejará.
“El que respira, aspira. Mi aspiración sigue firme”, dijo Saúl.
Quedará la lucha dentro de Morena. Que esperará los tiempos que marquen los estatutos del partido y el proceso electoral interno, previsto para el próximo año. Advirtió que si el proceso no resulta transparente o incluyente, evaluará otras alternativas para buscar la candidatura, incluyendo la posibilidad de afiliarse a partidos de oposición como el PRI o el PAN.
He ahí la convicción de Saúl por Morena… Mejor dicho, la conveniencia -por ahora- de pertenecer a este partido. Si no hacen, como lo sugirió, “alguna excepción”, él, al igual que su patriarca Ricardo, se despojaría de las prendas guindas y se pondría las que sean, de cualquier color, no importa, aunque estén desgarradas o mohosas para contender.
Dice que es un político preparado, con experiencia de 27 años para ser gobernador, no importa que todavía quede marcada en la silla la silueta de su hermano David. Ellos no son como los Moreira, a los que solo les importa el poder.
Mientras la mayoría de la descendencia de los Monreal, ocupan puestos públicos, o tienen sus negocios millonarios -en lo que creen su imperio-, la princesa Catalina espera su turno ocupándose de sus negocios. Sabe que su padre, habrá de realizar las liturgias necesarias para que su niña pueda contender de nuevo para una alcaldía o para lo que caiga. Y luego ya iluminada también, ¿por qué no?, buscar la gubernatura de Zacatecas.
De los catorce, quedan doce. Ricardo ya fue gobernador; David ocupa ahora el cargo, que desea heredar Saúl, de manera ferviente… En caso de conseguirlo, aunque si fuese necesario, bajo otras siglas, ya serían dieciocho años de mandato de esta dinastía en Zacatecas. Con el tiempo alzarán la mano los otros apóstoles. Si continuara esta línea dinástica, los Monreal podrían gobernar el estado por casi 80 años.
La presidenta Claudia Sheinbaum le sugiere a Saúl que espere “seis años”, para este fiel servidor público es demasiado tiempo; él ya cuenta con la experiencia necesaria, y su aspiración, como él lo dijo, “sigue intacta y firme”.
Mientras tanto el patriarca Ricardo, con ese tono cardenalicio dice con respecto a su apóstol: “debe frenarse; su carácter es así, pero no es suicida. No es un hombre irracional. Es muy inteligente y audaz”.
Saúl dijo que debería “haber excepciones” con respecto a que a un gobernador sea sucedido por un hermano. “Que él no es la clase de políticos como son los Moreira, ellos solo tienen ambición, y él, no, él tiene experiencia y una vida política”.
“No es irracional”, afirma el patriarca Ricardo Monreal, quien es ahora el coordinador del Grupo Parlamentario de Morena, mientras Saúl pide excepciones respecto a la prohibición del nepotismo.
Ricardo Monreal es un político que con tono cardenalicio, conspira y “aspira” pero en absoluto secretismo, a que Saúl, uno de sus apóstoles, se convierta, bajo el color que sea, en gobernador de Zacatecas.
Esa es la auténtica y pura convicción de los Monreal: el poder, y extenderlo hasta donde sea posible. Saúl debe suceder a su hermano. Zacatecas, según las creencias de los Monreal, es suyo.
Saúl, proviene del hebreo que significa el “pedido”, el “llamado”, “el que fue pedido a Dios”. Pero solo ellos, los Monreal, escuchan el repique de las campanas cuando se acerca el fin de un sexenio y creen ese designio celestial: que Saúl Monreal, el decimotercer apóstol de Ricardo, debe gobernar.