“Soy una madre y me mataron a mi hija y estoy que me carga la chingada y tengo todo el derecho a quemar y a romper. No le voy a pedir permiso a nadie y la que quiera quemar que queme y la que no, que no nos estorbe.”

Yesenia Zamudio

Madre de una víctima de feminicidio

Las calles se desbordan cada 8M y también los 25N; son dos fechas importantes en el calendario feminista. Alistamos carteles con consignas que describen las violencias machistas, la vendimia de pañuelos, humos morados y un sin número de souvenirs para la ocasión se hacen presentes afuera de las estaciones de metro Revolución hasta el Zócalo. Los coros de Vivir Quintana y Rebeca Lane se escuchan en los vagones. Los mismo sucede en todo el país. Son momentos emotivos en los que todas nos sentimos una: llenas de coraje, indignación y rabia.

Las batucadas de la Tremenda Revoltosa en la Ciudad de México hacen vibrar a su paso a quienes escuchan la apuesta feminista radical de los sonidos desde los tambores. Al frente van las madres cuyas hijas han sido víctimas de feminicidios, son las abuelas que llevan de la mano a sus nietos y nietas que ahora cuidan, sin que hasta ahora exista una legislación o un censo nacional de esas infancias que se quedaron sin madre y que tienen que sortear el reto de sobrevivir desde la precariedad o expuestos a otras agresiones en casas de familiares.

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Escribo desde la rabia porque me duele saber que en este país las mujeres que realizan iconoclasia como forma de protesta ante la injusticia son perseguidas y criminalizadas, pero cuando los hombres protestan de formas tremendamente agresivas, la mirada social y el castigo no tiene comparación. Nosotras ya no callamos las violencias y las morras que vienen tampoco. Cada vez más niñas son capaces de identificarlas y rechazar todas las formas de agresión, pero eso no evita que sigan siendo víctimas de explotación sexual y laboral, pornografía infantil y casamientos a temprana edad en muchas comunidades llenas de abusos y costumbres.

Hay resistencia. En sus escuelas se organizan para hacer tendederos de profesores acosadores, denuncian los grupos de chats donde “compañeros” se atreven a compartir imágenes sin su consentimiento y usan la IA para denigrarlas y convertirlas en objetos sexuales, pero en los centros educativos ni en los ministerios públicos están preparados para dar atención inmediata a estas denuncias, simplemente no saben cómo reaccionar. La mayoría de las veces terminan revictimizando a las alumnas y por ende, denunciar se convierte en un acto estoico por el alto costo que representa.

Este año la lucha visibiliza la violencia digital, una violencia que traspasa la web para dañar los espacios de las niñas y mujeres. En Oaxaca, hace unos días el colectivo DLR destapó una red de agresores que comparte fotos íntimas de sus propias hijas, parejas y esposas, muchos son padrastros o padres biológicos. Una violencia tan común y tan normalizada. Hasta ahora no hay ningún detenido, mientras el gobernador anuncia 99 millones de pesos para una revocación de mandato simulada y el estado se incendia entre inseguridad y feminicidios.

Hace unos días una madre víctima de violencia vicaria increpó al procurador del estado de Hidalgo enmedio de un evento institucional, sus palabras gritaron el hartazgo de un sistema de impunidad para las víctimas: “… tres años sin ver a mi hija y a mi hermano lo acaban de matar el lunes. Le proporcioné toda la información a los Ministerios Públicos. Es una vergüenza cómo actúan, es una vergüenza lo que hacen. Mi nombre es Dulce Victoria Olguín Sánchez… eres un hablador ¿Cuándo mi carpeta va a ser judicializada por el delito de violencia vicaria?”, fueron las palabras desesperadas de una madre exigiendo justicia.

Puedo seguir con tanta indolencia y simulación de las autoridades pero no me alcanza este espacio. La reelección de Rafael Guerra por tercera vez en el poder judicial de la Ciudad de México es una grosería y muy desalentador, más aún cuando debería ser sospechoso por el recién asesinato del abogado David Cohen y desde las colectivas hemos señalado su protección a agresores.

La legislatura federal y el Senado compuestos por una amplia mayoría de mujeres no se refleja en iniciativas feministas que deberían surgir y ser aprobadas todos los días. El patriarcado toma forma de mujeres que encubren y acuerpan a diputados como: Cuauhtémoc Blanco, inscrito en el registro de violentadores y Ernesto Prieto que sigue sin reconocer a su hija, y dicho sea de paso, recientemente se amparó para que sus cuentas bancarias no sean revisadas por la autoridad y así, seguir en la impunidad que le permite no dar lo que corresponde a sus ingresos a la menor.

Seguimos justificando a esos “compañeros” de izquierda que mañosamente se adueñan y repiten el discurso feminista para esconder su machismo. Ellos son increíblemente peligrosos, tremendos farsantes progresistas como Francisco Taibo II, institucionalizado en el poder o bien, explican y lamentan los problemas de la “violencia hacia las mujeres” sin abordar su papel y responsabilidad desde las masculinidades.

En fin, solo quería hacer un poco de catarsis para escribir “cosas horribles” que me pasan por la mente especialmente este día. Celebro mucho el nuevo libro de poesía de Rita Segato (seguramente estará muy horrible y será leído en Guanajuato), pero celebro aún más la fuerza y resistencia de todas las mujeres y niñas que hoy marchan. Para todas y todos los que usan un moñito naranja o se pintan las manos de ese color mientras el resto del año son miserables con las mujeres y encarnan el patriarcado con cuerpo de mujer, a esas personas todo mi desprecio en letras violeta.