La presidenta Claudia Sheinbaum, sus propagandistas, corifeos y simpatizantes no han dejado de cantar a viva voz los “éxitos” alcanzados tras 7 años de gobiernos obradoristas. No contentos con salir a los medios de comunicación a transmitir su infinita alegría por las hazañas de la autoproclamada cuarta transformación, convocaron un mitin en el Zócalo el sábado pasado, donde, según ellos, se congregaron alrededor de 600 mil personas. No hubo acarreados, han asegurado.
Sin el ánimo de caer en las exageraciones infundadas de muchos opositores, debe reconocerse el hecho de que durante el gobierno de AMLO se rescataron a más de 13 de millones de mexicanos de la pobreza. Es una realidad que debe celebrarse, pero con reservas.
A juicio de un buen número de especialistas, no puede existir una política sostenida de combate contra la pobreza sin crecimiento económico. En primer lugar, porque la recaudación deriva esencialmente del movimiento de la economía, y en segundo, porque si continúan los programas sociales sin crecimiento se corre el peligro de un mayor endeudamiento público, lo que puede conducir en el mediano plazo a una problemática económica de mayor envergadura. No, no puede combatirse la pobreza sin crecimiento. Punto.
En el resto de las asignaturas el panorama no es halagüeño. En materia económica, como he señalado, el crecimiento ha sido paupérrimo, y se estima que no supere el uno por ciento en 2025. En el área de la educación, a la luz del más reciente informe del Coneval y pruebas de resultados de logro de los estudiantes, persisten millones de niños con rezago educativo con lamentables resultados académicos.
En el área de corrupción, ni se diga. Basta con mirar los indicadores internacionales y los escándalos protagonizados por personajes como Adán Augusto López y el caso del huachicol fiscal, cuyo impacto en las arcas públicas asciende a 600 mil millones de pesos. Según se ha informado, hombres cercanos al exsecretario Ojeda están involucrados, lo que incita a especular sobre la connivencia de personajes en las más altas esferas del obradorismo.
En salud, el país no va mejor. Para verlo hay que mirar los informes independientes y los testimonios de mexicanos de bajos recursos que han tenido que padecer el pésimo estado de los hospitales y clínicas, así como la falta de medicamentos y de atención médica.
En materia de seguridad las condiciones del país se han deteriorado. Los cárteles de la droga dominan hoy una tercera parte del territorio nacional (The Economist) a la vez que estados como Michoacán y Sinaloa son hoy gobernados de facto por los criminales; frente a la mirada cómplice de impresentables gobernadores como Rubén Rocha Moya.
En el ramo de la democracia, se ha sufrido un retroceso pavoroso. Han desmantelado organismos autónomos, destruido instituciones y aniquilado a la República; entendida como la división de poderes según los principios liberales.
A pesar de estos reveses, el régimen pretende presentar un país diferente. Bajo el rostro femenino de la presidenta Sheinbaum, y detrás de esa voz cálida pero sin expresión genuina, se esconde un México que está muy lejos del que todos desean.



