¿Le sobran a usted entre dos y cuatro millones de pesos para atender una enfermedad o una urgencia médica?

Si cree que estoy escribiendo aprovechando las tradicionales fiestas de los Santos Inocentes, lamento decirle que no y lo invito a leer las historias de terror (pero de la vida real) que contaré.

Hace unos tres años recibí una llamada de esas que nadie quiere escuchar.

Mi sobrino, hijo de una de mis primas, había sufrido un infarto mientras manejaba camino a su casa.

Por fortuna su esposa iba con él y pudo manejar hasta el hospital para que lo atendieran. Como tenía de años atrás un seguro de gastos médicos mayores, cuya póliza pagaban puntualmente, hicieron lo que creyeron indicado: llevarlo a un hospital privado, donde fue atendido de inmediato y fue intervenido quirúrgicamente para aliviar su situación.

Esto le salvó la vida.

Sin embargo, mientras estaba en recuperación en su cuarto llamaron a su esposa a la administración para decirle que debido a que era diabético el seguro no cubriría los gastos, que hasta el momento ascendían a más de 600 mil pesos.

La mujer vive de milagro, pues con esa noticia cualquiera cae muerto de la impresión.

Dada la condición de mi sobrino era necesario que al menos continuara hospitalizado un par de días más, por lo que la cuenta se elevaría en forma exponencial.

No contaban con esa cantidad ni de chiste, tampoco tenían propiedades que vender y el vehículo de la familia lo estaban pagando.

El lío no era menor.

Tras hacer el pase de “charola” entre familiares, amigos y conocidos, se logró juntar apenas cincuenta mil pesos. Y el resto, dios dirá.

Se firmó un pagaré para responder por la deuda, que hasta la fecha no se ha podido saldar.

Amigos en desgracia

Durante la pandemia viví, como millones de mexicanos, dramas de familia y amistades cercanas que se contagiaron del “bicho” y terminaron en una cama de hospital.

En la familia hubo varias y lamentables pérdidas, pero también personas queridas que la libraron y deben un dineral por los gastos que tuvieron que cubrir en clínicas y hospitales privados.

Una amiga cercana vivió la peor pesadilla cuando su esposo se contagió y cayó en una cama de hospital, donde estuvo entubado y casi perdió la vida.

A la par su hija y su madre tuvieron que ser atendidas de emergencia, permaneciendo días en el hospital.

Cuando empezó a recibir las cuentas poco faltó para que saliera corriendo. Tan solo del marido se debían más de 800 mil pesos y otros tantos por la mamá.

Como el esposo permaneció internado más de un mes la deuda total fue de varios ceros más, por lo que mi amiga tuvo que hipotecar casa, vender dos vehículos y salir de plano en sus redes sociales a pedir ayuda de sus contactos.

Al momento siguen en ruina.

Y puedo seguir hablando de tragedias como estas pero mi intención no es amargarles los últimos días del año.

Con seguridad muchos de ustedes han vivido en carne propia historias tremendas, donde una enfermedad los deja “secos” de dinero y no saben cómo salir de semejante bronca.

Y es que en nuestro país es más que sabido que el sistema de salud no es para nada funcional. Los hospitales del sistema de salud pública son pésimos e inaccesibles para muchos que trabajan en la informalidad o por su cuenta y no gozan de seguridad social.

Y súmele que carecemos de una cultura real de prevención para cuidar de nosotros mismos: comemos chatarra, fritangas, tomamos refrescos, fumamos, consumimos alcohol, nos sentimos casi inmortales hasta que vemos que nos dimos en la torre nosotros mismos y ese desorden que adoptamos como forma de vida nos pasa la factura y ya estamos diabéticos, hipertensos, con problemas cardíacos y un largo etcétera que hace precisamente que el sistema de salud pública colapse.

En nuestro país las enfermedades crónicas degenerativas, como la diabetes, han sido un verdadero dolor de cabeza para los encargados de la salud, pues aproximadamente el 26 por ciento de los enfermos no sabe que la padece, pues nunca se atendió ni se hizo un chequeo previo.

Las cifras sobre la enfermedad en el país son preocupantes. Según un estudio realizado por la Universidad de Guadalajara en México 12 millones de personas son diabéticas, lo que representa para el estado un gasto anual de 19 millones de pesos.

Con un poquito de conciencia de nuestra parte, esta cifra podría ser menor, pero la prevención y los buenos hábitos brillan por su ausencia.

Dinamarca y México

El presidente López Obrador habló del sistema de salud en el país y prometió que para finales del 2023 estaremos en la materia a la altura que Dinamarca.

Lo dicho por López Obrador causó la burla de muchos e incendió las “benditas redes sociales”, que, como ya sabemos, están llenas de “doctos”, “sabios”, y son ante todos jueces y verdugos y están más que puestos para debatir (ociosa y erróneamente) lo que dice el presidente.

Si bien es cierto que la propuesta del jefe del Ejecutivo federal parece “volada”, “loca” o inalcanzable, también lo es que mucho se puede lograr si partimos de dos aspectos: la prevención y el cese a la corrupción.

De todos es sabido que el sistema de salud en México está plagado de parásitos oportunistas que, como en muchas dependencias federales, buscan sacar provecho.

En clínicas y hospitales, por ejemplo, la falta de medicamentos obedece a esta corrupción donde autoridades, mandos medios y superiores, y hasta “chalanes” por abajo del agua hacen convenios muy a modo para que las medicinas no lleguen a donde se debe, ocasionando tragedias como las que viven los niños con cáncer y sus familias.

Sin embargo, y pese a lo grave y doloroso que es este tema para todos, no solo las familias de niños con cáncer (también de mujeres y adultos que padecen este mal) están desprotegidos, también quienes padecen VIH, por ejemplo, sufren terriblemente para poderse atender, pues a esto se suma un factor que lacera a nuestra sociedad: la discriminación.

Y así podemos hablar de enfermedades y carencias por tiempo indefinido, pues sabemos, no se puede negar, que enfermarse o requerir atención médica no es precisamente un paraíso en nuestro país, claro que no, ya que es de sobra sabido que se gasta (y mucho) en atender la salud, por eso debe ser gratuita para todos, “como en Dinamarca”, pero….

Ni tan bonito ni tan malo

Aquellos que se pitorrean de la propuesta (o promesa) presidencial estoy segura desconocen cómo es el sistema de salud de aquel país.

Yo misma, no me da pena decirlo, tuve que leer suficiente antes de decir algo al respecto, pues desconocía mucho sobre el tema.

De entrada hay que especificar que en Dinamarca hay muchas menos personas que en México.

Si partimos del dato que en aquel país la población es de 5.873.420 personas, mientras que México cuenta con 130 millones de habitantes, las cosas pueden complicarse en atención de salud, y de muchos otros factores.

No es lo mismo atender 130 millones que muchos menos. Por lógica, hay menos enfermos, menos accidentados, menos partos, menos urgencias.

Además, en los países nórdicos, como Dinamarca, donde la población puede acceder a servicios de salud gratuitos se tiene una cultura de prevención entre los habitantes, quienes en verdad sí muestran interés por conservar lo más valioso que se tiene: la vida.

Impuestos que sí se pagan y utilizan

El gasto público de Dinamarca, sobre todo el utilizado para el sector salud, es producto de un sistema recaudatorio eficaz y sobre todo, es resultado de un compromiso social.

En México, de sobra es sabido, son muchos los empresarios mala paga que se “Jinetean” el dinero que los empleados aportan al IMSS, es decir, no lo pagan en tiempo y forma, causando un daño al instituto y a la población en general.

Aquellos que se desgarran las vestiduras y andan en la “quejomanía” permanente suelen pertenecer a lo que se ha llamado por décadas neoliberales y que yo califico simplemente como conchudos oportunistas, que solo quieren dinero para ellos, sin importar un carajo que la mayoría de la población adolezca de todo, sobre todo de salud.

Los grandes capitales mexicanos, de los cuales muchos hombres y mujeres pertenecientes a la clase política forman parte, están comandados por personajes cuyo único interés es desacreditar lo que el presidente mencione.

Tal parece que la apuesta es el fracaso del actual gobierno, y la rabia de ver que el país funciona los tiene cegados.

¿Se podrá? ¿no se podrá?

Si en 2023 el sistema de salud será igual o mejor que en Dinamarca es algo que aún no podremos jurar que se logre.

El presidente López Obrador ha hecho por el país grandes cosas, pero la Cuarta Transformación apenas está comenzando.

Al primer mandatario le ha tocado barrer a fondo el mayor cáncer que nos heredaron pasados gobiernos: la corrupción, y esta es una tarea que aún no concluye.

Sin embargo, en lo que se sabe si se logra o no, nosotros tenemos como tarea cuidar de nosotros mismos, alimentarnos mejor, hacer ejercicio, dormir bien, tener vida emocional sana, dejar los vicios, entre otras muchas cosas.

El sistema de salud pública no se dará a basto mientras sigamos creyéndonos “kamikazes” “super héroes” o seamos francamente suicidas.

Prevenir para no lamentar es la clave, o de lo contrario, vaya haciendo su “guardadito” de varios ceros para curar lo que se pudo prevenir, pues cuando ya ocurrió lo terrible, ni llorar es bueno.