Héctor Aguilar Camín algún día en el pasado expresó que renunciaba a buscar comprender al presidente AMLO. En palabras del historiador, el mandatario actúa irracionalmente. A pesar de ser avezado, astuto y sabedor de lo que hace, en momentos parece seguir instintos que rebasan la lógica política.

Recientemente se ha lanzado nuevamente en defensa del expresidente Trump, luego de que éste fuese llevado a juicio en Nueva York por crímenes relacionados con desvío de fondos. Estos cargos estatales se han sumado a las acusaciones que surgieron tras las escandalosas incitaciones hechas por AMLO el 6 de enero de 2021 para que la turba entrase violentamente en el Capitolio y detuviera la certificación en el Senado del triunfo de Joe Biden.

AMLO, por su parte, apoyó expresamente al anaranjado argumentando que se trataba de una persecución dirigida en contra del neoyorquino derivada de sus pretensiones de presentarse como precandidato del Partido Republicano para las elecciones de 2024.

Yo lanzo una pregunta. ¿Por qué defiende AMLO a Trump? Si se trata de una simpatía personal surgida durante los años que el estadounidense fue presidente… ¿no es Trump el hombre más racista y clasista sobre la faz de la Tierra? ¿No ha sido él el primero en acusar a los mexicanos migrantes de ser criminales y violadores?

¿No propuso la construcción de un muro fronterizo con el objetivo específico de azuzar a unas bases electorales que detestan a los mexicanos y que reclaman cómo nuestros connacionales les han arrebatado sus puestos de trabajo y provocado la caída de sus salarios? ¿No utilizó Trump la bandera antimexicana para atizar el odio de los blancos de la clase trabajadora y con ello provocar que salieran a votar contra Hillary Clinton?

En esta tesitura, quizá las simpatías de AMLO hacia Trump se encuentren más allá de los aspectos personales. Ambos comparten rasgos. En primer lugar, los dos mandatarios han mostrado un profundo repudio por el orden establecido y los marcos legales. Uno con los reclamos históricos cuando los resultados en las urnas le han resultado adversos, y el otro contra el sistema electoral que dio la victoria a Biden.

Trump y AMLO, narcisistas hasta la médula, no son capaces de reconocer derrotas políticas. Cuando suceden, recurren a mentiras con el objetivo de sacudir el aparato legal y provocar el caos constitucional. Ambos lo han hecho: el macuspano en 2006 y el neoyorquino en 2016.

En suma, la defensa pública de AMLO a Trump, a pesar de que la evidencia apunta inequívocamente hacia el hecho de que el ex presidente es un oportunista, racista, manipulador y criminal, indica que ambos, no obstante las diferencias de discurso, son profundamente antidemocráticos y su guía de acción no es otra más que la alimentación de su narcisismo y la acumulación de poder. Por eso simpatiza con él y lo defiende. Así las cosas.