AMLO en la mañanera de este martes 3 de enero: “Destaco el hecho histórico de que por primera vez una mujer va ser presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación… Se trata de un poder autónomo e independiente como nunca había existido”.

Dijo más el presidente de México: “Hasta ahora hay autonomía, eso no lo van a aceptar nuestros adversarios, pero es verdad, no imponemos nada en la corte y es tan evidente que la presidenta Norma Piña siempre ha votado en contra de las iniciativas que nosotros hemos defendido”.

Andrés Manuel destacó que antes ministras y ministros “estaban subordinados, desde presidencia se daban órdenes y eso ya se terminó”.

Y el presidente López Obrador remató con una esperanza, que ha expresado tantas veces desde que ganó las elecciones de 2018: “Ojalá de manera independiente y autónoma se lleve a cabo una reforma en el poder judicial”.

El lamentable espectáculo que ha dado la corte suprema —traiciones, politiquería, sospechas de enriquecimiento, inconfesables conexiones de ministros con grandes empresarios y políticos tramposos — no puede ser olvidado solo por lo positivo que tuvo la histórica elección como presidenta del poder judicial de una mujer, quien además no ha demostrado ninguna coincidencia con Andrés Manuel López Obrador, lo que habla de su independencia.

Y es que la independencia de Norma Lucía Piña Hernández, y el hecho de que como mujer haya roto un techo de cristal, no deben llevar a nadie a pensar que la corte suprema funciona correctamente y que solo está integrada por gente incorruptible y totalmente alejada de las ambiciones políticas y económicas. Ha quedado claro que no es así.

La SCJN está rota

Alguien en la corte diseñó y ejecutó una campaña de desprestigio brutal contra la ministra Yasmín Esquivel Mossa.

Quedó más que comprometida la reputación del ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, de quien no solo se ha dicho que es “el ministro más rico”, sino que condonó en el gobierno de Felipe Calderón alrededor de 100 mil millones de pesos de impuestos y, además, se le señala por ser un hombre que obedece a políticos del pasado, tal como hoy lo afirma en El Universal el columnista Salvador García Soto: “Fue designado en esos cargos (jefe del SAT y ministro de la SCJN) directamente con el respaldo político de Carlos Salinas de Gortari, Pedro Aspe, Emilio Gamboa Patrón, entre otros; de quienes siempre ha sido alfil y ha velado por sus intereses”.

Andrés Manuel López Obrador ha dejado de confiar en dos de las personas que propuso para la corte, Juan Luis González Alcántara Carrancá y Margarita Ríos Farjat; AMLO abiertamente les ha acusado de deslealtad. El primero dio muestras de que no desea romper con Andrés Manuel al votar contra el ministro que el presidente vetaba; la segunda mantiene su posición antiobradorista, como lo probó al entregar su voto al candidato que el tabasqueño abiertamente no quería como cabeza del poder judicial. No es deseable que ministros y ministras apoyen todas las iniciativas del titular del ejecutivo, y hasta sería aceptable que no apoyaran ninguna si ese fuera su criterio, pero en cualquier acción humana la lealtad es fundamental. Así que no es bueno para México que gente tan importante complique sus relaciones con alguien de la relevancia del presidente de México por ni siquiera entender cuándo y cómo debe expresarse la gratitud, que bien aplicada obliga a corresponder de alguna manera el bien recibido (definición de la Real Academia Española).

Mucho perdió Arturo Zaldívar Lelo de Larrea al estar hasta el final con el cuestionado Gutiérrez Ortiz Mena. El ministro Zaldívar fue excelente presidente de la corte. Defendió los derechos humanos y, en especial, se entregó a la causa de las mujeres. Supo, además, mantener por el bien de todos una extraordinaria relación con AMLO, ello a pesar de las críticas de quienes pretendían verlo como dirigente de un partido de oposición. ¿Tenía sentido que al final perdiera la confianza del presidente de México? No puede ser positivo para nadie.

Loretta Ortiz Ahlf, porque es su derecho —se trata una mujer idealista que tiene convicciones y las defiende—, había aprobado prácticamente todos asuntos de interés para AMLO en la corte.

√ Alberto Pérez Dayán, uno de los ministros más honorables y con más experiencia, juez toda su vida, se sintió traicionado —y con toda razón— por alguien con similar carrera a la suya, Luis María Aguilar Morales.

(Paréntesis. Imaginen lo que habría sido para AMLO el triunfo de Ortiz Mena. Y es que, a pesar de la derrota del candidato que Andrés Manuel tanto cuestionó por su pasado, al presidente de México toda la comentocracia se le ha dejado caer llamándolo perdedor y asegurando que se acerca del final del “dictador”. Este espectáculo vil habría sido exponencialmente más infame si, con el voto de la gente que se suponía cercana a AMLO, hubiera ganado la presidencia de la corte “el ministro más rico”. ¿Ya entienden la gravedad de lo que hicieron Loretta Ortiz Ahlf, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y Margarita Ríos Farjat? Les suplico, por cierto, no salir con la historieta de que son juristas independientes, porque como bien sabemos no se trataba de un debate constitucional, sino de una decisión política: la de en manos de quién dejar el control del poder judicial. Andrés Manuel simplemente veía inconveniente que ese control lo tuviera Gutiérrez Ortiz Mena, así que le daba igual si alguien más ganaba. Por fortuna ocurrió lo que el presidente de México deseaba).

Neruda o de la corte rota a la corte nueva

Norma Lucía Piña Hernández rompió el techo de cristal del poder judicial, qué gran noticia. Pero, tristemente, encabezará una corte rota. Cito a Pablo Neruda —su Oda a las cosas rotas, aunque en realidad no sé si la escribió el poeta chileno o se la atribuye gente sin conocimiento; lo que sea, me gusta mucho lo que dice—:

Se van rompiendo cosas…

como empujadas por un invisible

quebrador voluntario:

no son las manos mías,

ni las tuyas…,

no fue nada y nadie,

no fue el viento,

no fue el anaranjado mediodía

ni la noche terrestre,

no fue ni la nariz ni el codo,

la creciente cadera,

el tobillo,

ni el aire…

La vida va moliendo

vidrios, gastando ropas,

haciendo añicos,

triturando

formas…,

que se derrumben nuestras posesiones

en un solo alarmante quebradero,

que suene como un río

lo que se quiebra

y que el mar reconstruya

con su largo trabajo de mareas

tantas cosas inútiles

que nadie rompe

pero se rompieron.

Oda a las cosas rotas, Pablo Neruda

La corte está rota y nadie la rompió, aunque quizá la rompimos todos. Esta corte suprema, así como está, no podrá ser reconstruida. Urge desecharla y crear una nueva, que ha sido la propuesta de años de Andrés Manuel.

Norma Piña hará lo correcto si asume como su principal reto sentar las bases para una reforma profunda del poder judicial, que quizá no se concretará este sexenio, pero sí en el siguiente, con la presidenta Sheinbaum —urge romper ese otro techo de cristal— o con cualquier persona que llegue a Palacio Nacional.

Cuenta la ministra presidenta con talento de sobra para diseñar un proyecto tan grande; me refiero al talento de ella, innegable, y el de quienes la apoyaron para llegar al cargo y, por lo tanto, no solo hicieron lo correcto, sino que de arranque le son leales, Juan Luis González Alcántara Carrancá, Yasmín Esquivel Mossa, Alberto Pérez Dayán, Javier Laynez Potisek y Jorge Mario Pardo Rebolledo.

¿Perdió AMLO, tal como han dicho en sus columnas Pablo Hiriart, Raymundo Riva Palacio, Darío Celis, Mario Maldonado, Caros Loret de Mola, Joaquín Lopez Dóriga, etcétera?

Más bien AMLO ganará si todo lo que ha pasado acelera la refundación de la corte suprema para transformarla en un verdadero tribunal de excelencia, comprometido con la legalidad y la justicia, con integrantes honorables incapaces de las traiciones vulgares que caracterizan a la clase política, y además independiente del poder ejecutivo, pero también —y sobre todo— independiente del poder del dinero, el poderoso caballero que en México siempre ha comprado jueces, magistrados y ministros a granel, como si fueran cacahuates.