Ni flagelarse, ni vanagloriarse. Ninguna victoria, ni ninguna derrota son definitivas. El balance para Morena después de las elecciones del 6 de junio es positivo. Perdió alrededor de 50 distritos electorales federales y la mitad de la Ciudad de México, pero continua como el partido más votado del país, ganó once de quince gubernaturas, es mayoría en 19 congresos estatales y junto con sus aliados, tiene la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, suficiente para aprobar el presupuesto y la creación o la reforma de leyes. Para reformas constitucionales tendrá que construir alianzas legislativas.

No todos miel sobre hojuelas. Morena tiene que iniciar a la brevedad la reflexión y el despliegue de líneas de acción para corregir errores, solventar fallas y aprovechar oportunidades. Definir las prioridades de su proyecto de transformación para los siguientes tres años. Tiene que radicalizarse, particularmente en materia de combate a la desigualdad y a la pobreza, lo cual es totalmente diferente a ser beligerante. No puede dilapidar esfuerzos, recursos y tiempo en ocurrencias, reformas a medias o parches legislativos, debe ir al fondo de la transformación.

En la siguiente legislatura, Morena debe tener grupos parlamentarios, particularmente en Cámara de Diputados, mejor organizados, coordinados y preparados. Más trabajo en equipo, definir estratégicamente su agenda en los seis periodos ordinarios de la siguiente legislatura; mejorar el funcionamiento de las comisiones y del Pleno. Los que lograron reelegirse están obligados a demostrar la experiencia acumulada y los nuevos legisladores, aprender rápido, para defender con firmeza sus propuestas y contar con argumentos y oficio políticos para construir acuerdos cuando sea necesario.

Morena tiene que aprovechar la enorme oportunidad de impulsar su proyecto en las once gubernaturas que ganó. Fijar sus prioridades y actuar en consecuencia. Aplicar las políticas positivas de otros gobiernos morenistas y evitar caer en los mismos errores. Del éxito o fracaso de los 17 estados gobernados por Morena dependerá en buena parte su futuro en 2024. Lo mismo aplica para los alcaldes, los nuevos y los que lograron su reelección.

Morena es la expresión político electoral de un enorme movimiento social, pero como partido es un caos. Los buenos resultados no solucionan la frágil vida institucional, ni su alejamiento de varios sectores de la sociedad. Debe fijar prioridades y definir estrategias. Mejorar su organización y el trabajo en equipo. Vincular a la militancia de manera cotidiana y no sólo en procesos electorales. La dirección nacional requiere trabajar en equipo, desplegarse en el territorio nacional para apoyar a gobiernos y representantes de su partido.

De manera prioritaria, necesita diseñar una estrategia para la Ciudad de México y su área metropolitana, que permita recuperar la confianza y el apoyo de la ciudadanía de la mitad de la capital.

Morena tiene que aprender a ganar elecciones sin el gran motor que representa el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador.