“Suele ocurrir que el que habla primero apela al medio de desnaturalizar la cuestión para mirarla bajo el aspecto que más le conviene.”
RICARDO GARCÍA DAMBORENEA
“La claridad del día ya no es más que el parpadeo de un ciego que se orienta por el sol que el encuentro de la memoria y el álbum de la familia.
Nos orientamos hacia una falsa claridad memoriosa y el sol de este verano es una cosa de ciegos, pero el sueño lo sabe: estaríamos allí si el último día no fuera sólo un día entre otros.”
ENRIQUE LIHN
Yo no sé ustedes, apreciados lectores, pero hace ya bastante tiempo que no necesito que un adulto decida por mí. Y cuando de gobernar se trata, existen leyes que la autoridad —cualquiera que esta sea— debe acatar y expertos en las distintas materias que pueden —y de preferencia deben— consultar.
Sin embargo, López Obrador nos habla como si fuésemos niños y dice que “nos conviene” que se amplíe la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles. Tal vez en el país de los otros datos donde habita el tabasqueño esto resulte cierto. En México, no.
El presidente se salió con la suya y por lo pronto ya está aprobada la inconstitucional ley para que la Guardia Nacional dependa de la Sedena. A modo de inauguración de tan ilegal medida, tan solo el día de ayer fuimos testigos de un cierre la carretera en Cuernavaca, Morelos y un conato de revolución en Orizaba, Veracruz.
Cuitláhuac García, gobernador de este último estado, dice que únicamente se trató de un “intento” de levantamiento; lo cierto es que en videos se apreció como “el conato” de quema de un tráiler y de una gasolinera logró su objetivo. Más de una hora duró la balacera, con un pretexto incongruente hizo que Orizaba pareciera zona de guerra y no la apacible ciudad cafetalera que invitaba al turista a quedarse disfrutando sus paisajes.
Mientras, en la tierra “gobernada” por Cuauhtémoc Blanco, el mismo lunes hubo una espectacular persecución y tiros en el paso exprés de Cuernavaca.
Todo indica que con o sin Guardia Nacional, dependiendo o no del ejército, el país arde. De hecho, nada indica que con la GN o con el ejército en las calles se haya reducido la violencia y la inseguridad que impera en el país. Y no lo digo yo; lo dicen los datos —los reales— y, sí, lo sostienen los avezados en el tema, mismos que AMLO no quiere escuchar.
Más allá de la inconstitucional ley, tanto la Guardia Nacional como la presencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública han resultado un fracaso. De hecho no se vio su actuar en los hechos narrados y sí en cambio fue conocido el caso de un miembro de la Guardia violando los derechos humanos de un ciudadano al exigirle le entregara su celular por estar grabando.



López Obrador presume de escuchar a las comunidades indígenas (para ello hasta se pone —aunque incorrectamente— la indumentaria que le regalan). Mas ahora, que las asambleas de comunidades indígenas y organizaciones sociales de Oaxaca se sumaron al pronunciamiento en contra de la militarización del país, el tabasqueño ni los ve ni los oye. Mejor sería escucharlos: “es un acto (subordinar la GN a la Secretaría de la Defensa) en contra de la Constitución y del gobierno civil”. Dichas poblaciones tienen la clarividencia para sostener que: “la legalización de la presencia de militares en la vida civil se realiza desde una perspectiva meramente electoral”. Es tan cierto lo que dicen que Andrés Manuel prefiere fingir que no los escucha.
No nos conviene que el ejército esté en las calles, tampoco que la Guardia Nacional dependa de este. No, nos conviene que el poder económico, político y de balística se concentre en los militares —o, para el caso, en cualquier grupo en específico—.
Anunciando la vorágine que nos espera, la Guardia Nacional/Ejército, publicó en redes una propuesta/indicaciones/velada amenaza sobre lo que la ciudadanía puede y no puede publicar en Internet. Esto se asemeja tanto a un acotamiento a la libertad de expresión en el espacio virtual que da escalofríos. (Por cierto, lástima que el primero en no seguir al pie de la letra dichas indicaciones sea el presidente de la república; y es que, como todo con la 4T, el rasero es diferente para uno y otros.)
Ante la segura impugnación por parte de legisladores de oposición de la ley aprobada, misma que tendrá que aceptar la SCJN, el Ejecutivo federal toma providencias.
Una de ellas es la propuesta de la diputada pre-morenista —o sea priista— para mantener en las calles a las Fuerzas Armadas hasta el 2028. Rápidamente, López Obrador propone se lleve a cabo una consulta para saber lo que quiere el pueblo. Al mandatario le ha salido muy ventajoso equiparar la popularidad y el deseo de la población con el buen gobierno y la justicia (ya no se diga la legalidad). Llevar una política pública a una consulta popular es continuar desvirtuando el ejercicio de gobierno.
Respaldar la propuesta del PRI de ampliar que las tareas de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad hasta el 2028, aduciendo nos conviene a todos, se llama traición.
Estamos cansados de ver cómo se sobaja al ejército. Sentimos vergüenza de que, cada vez que un grupo del crimen organizado mantiene en vilo a la ciudadanía, los militares huyen despavoridos. ¿Queremos que el ejército siga en las calles sojuzgando a inocentes y sufriendo el escarnio de los maleantes?
AMLO dijo este fin de semana: “Con realismo, sin triunfalismo, ya estoy percibiendo que estamos domando el problema de la inseguridad…”. Con la pena, pero su función no es “sentir”, sino constatar lo que sucede. Y lo que ocurre es que el presidente, y todos nosotros por consecuencia, nos hemos quedado sin instituciones y estamos a merced de la voluntad del crimen y, ahora, de los militares.