No hay justificación posible para el acoso que sufrió la presidenta Claudia Sheinbaum. La violencia que vivimos las mujeres en los espacios públicos no puede minimizarse ni, mucho menos, normalizarse.

Lo sucedido no se trata de un incidente aislado, sino del reflejo de una realidad que millones de mujeres enfrentamos cada día, el acoso, la invasión del espacio personal, la falta de respeto a nuestra integridad y la facilidad con la que se cuestiona o se pone en duda nuestro testimonio.

Quienes hemos sido víctimas de algún tipo de violencia de género sabemos lo que significa la revictimización. Sabemos lo que duele escuchar que “seguramente lo provocaste”, que “no fue para tanto” o, como en este caso, que “fue planeado”. Es doblemente doloroso cuando esos juicios provienen de otras mujeres.

La sororidad no es un discurso vacío ni una bandera que se enarbola solo cuando conviene. Es un principio ético y político que nos exige estar del lado de las víctimas, no del lado de quienes justifican, minimizan o desacreditan la violencia.

No hay lugar para la indiferencia ni para la manipulación política cuando hablamos de violencias contra las mujeres. No importa quién sea la víctima o cuál sea su cargo, todas merecemos respeto, empatía y justicia.

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Dejemos de politizar las violencias. Reconozcamos que toda agresión a una mujer, venga de donde venga, nos afecta a todas. Y recordemos que ninguna transformación será completa si seguimos tolerando o relativizando el machismo.

#NiUnaMás

Jennifer Islas en X: @JennIslas